10 AM | 19 Ene

Lejano

Una cierta tendencia al prejuicio

Desconcierta el comprobar como a veces películas pertenecientes a géneros cineastas y culturas del todo opuestas pueden despertar sentimientos paralelos. ¿Por qué desconcierta? Pues ni más ni menos que debido a nuestros clichés que inconscientemente usamos a la hora de decidir si vemos una película, si nos gusta o no, y esto es así, te guste o no. Porque realmente el cine es algo universal y que mas da de donde provengan los metros filmados o el tipo de cultura que se nos muestra. Una cámara es una cámara aquí y allí y una historia es una historia aquí y allí.

Por eso invito a dejar de lado los prejuicios, tales como los dos premios obtenidos en Cannes o los más de veinte galardones recogidos durante su trayectoria para centrarnos en la película como si fuera su primer pase tras salir del laboratorio, porque es indudable que la gente quizás no se atreva a catalogarla según como sabiendo que estaba entre lo mejor de Cannes por ejemplo, pero allí entraríamos en la dinámica y viabilidad de un festival y no estoy aquí para hablar sobre ello.

Lejano (su título castellano), se enmarca claramente en una cierta corriente de un cine asiático (y perdonen que insista en ello pero nada mejor que traicionar lo que he dicho para entenderlo) de contemplación. Con eso me refiero a un largometraje donde pocas veces ocurren cosas, rociadas con un ritmo lento y tedioso, adornado con imágenes bellas que más que películas parecen fotografías, pero señores, esto es cine. El estilo deliberadamente pausado y el tipo de personajes nos retrotraen a la memoria al Angelopoulos de La mirada de Ulises, aunque según su autor N.B. Ceylan, busca un estilo más cercano a Tarkovsky y a Ozu.

De hecho sí consigue aproximarse a Tarkovsky. Sus personajes torturados, sus silencios, sus miradas, su capacidad de aburrir. Eso no se le puede negar. En cuanto a Ozu, el favorito de su director, no está tan claro haber comprendido su esencia. Su planificación es un contínuo homenaje, pocos movimientos de cámara (y cuando lo hace, como en el zoom que cierra la película hubiera resultado mejor dejarla estática), unos encuadres muy cuidados aunque al final aguante demasiado los planos algo innecesario. Ozu los aguantaba para dejar fluir la humanidad de los personajes, nunca más de lo necesario, aquí a veces sí puesto que cuando ya has comprendido su valor se recrea en la búsqueda que el espectador se pregunte porque pasa lo que está sucediendo y es que tal como afirma Ceylan “Hasta el aburrimiento es interesante“. Bueno, sobre opiniones… aunque no consigue acercarse a su propósito. Ceylan derrocha pesimismo y amargura por los poros, Ozu optimismo y humanidad. Ceylan nos cuenta una historia de miserias fácilmente aplicable a cualquier sociedad y estamento, pero realmente ¿Es interesante lo que nos cuenta? De hecho del modo en que nos lo cuenta no. A pesar del esfuerzo de sus dos intérpretes protagonistas, en quien reposa todo el metraje, uno no consigue engancharse con sus personajes, quizás por ese pesimismo tan buscado y esa parsimonia y pasotismo con respecto a todo.

Para ser francos quizás Ceylan haya fracasado en ese intento, pero no por ello hay que restarle méritos. La película es de una belleza plástica fuera de lo común. Cada plano es una fotografía milimétrica y a veces preciosa en el sentido de lo que vale la palabra. Cada imagen es de una belleza estudiada para reforzar la fuerza del personaje principal que es fotógrafo y como en un momento de la película afirma que la fotografía está muerta. Incluso el mismo Ceylan además de escribirla, producirla dirigirla y montarla también la fotografía (como Robert Rodríguez, ¿Entienden ahora lo de los prejuicios? Tal como comentó mi compañero Carlos Rosal en su crítica de Carmen: “Un plano medio es un plano medio, para Vicente Aranda y para Tony Scott“) otorgando un empaque que en pantalla grande uno no puede dejar de embobarse en ciertos pasajes, aunque también es cierto que uno no puede evitar el bostezar un par de veces.

Por eso y alejándonos de los clichés que a más de uno le influenciarían a la hora de expresarse en torno a ella. Uzak es una bella película sí, pero también larga, lenta aburrida y lejana. Eso sí, es preciosa. Cada uno elige lo que prefiere y cuando estás frente a una pantalla concentrado en lo que ves, poco importa realmente si has ganado en Cannes o en Turquía, importa si siento lo que se pretendía.

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