04 PM | 05 Jun

LA MARQUESA DE O

La Marquesa de O

El séptimo arte siempre ha sido receptor de otras formas artísticas como la literatura, el teatro, la danza, la música, y por supuesto también la pintura. Diversos pintores han sido homenajeados o retratados en la pantalla grande, sin embargo, sin necesidad de recrear la historia de algún gran pintor, la cinta La marquesa de O, dirigida por Éric Rohmer y estrenada en 1976 es una buena muestra de cómo llevar la pintura al cine.

Basada en la novela del mismo título que escribió Heinrich von Kleist en 1805, este filme transporta al espectador a una época en el norte de Italia, en donde los juicios y prejuicios son el estandarte de las familias y la sociedad sigue sin ver más allá de lo que marca el estatus.

Julieta, la marquesa de O, es una hermosa y joven viuda que vive con sus padres, es la protagonista de este filme. Durante el asedio de su ciudad por las tropas rusas, la Marquesa sufre un intento de violación, pero se salva gracias a la intervención de un caballero ruso, el Conde.

Tiempo después, Julieta, inexplicablemente, está embarazada, algo risorio para quienes la comparan irónicamente con la propia virgen; y algo sorprendente para quienes creen en su palabra de que no ha estado con nadie.

Incapaz de aceptar esta vergüenza, su familia la echa de casa. Sin recordar contacto alguno con ningún hombre y convencida de su inocencia, Julieta desea descubrir, mediante anuncios en los diarios, quien es el padre de su hijo.

Al final, a pesar de que ella misma dijo que aceptaría a cualquier hombre que diera la cara por su bebé, se decepciona al tener en frente a la persona que nunca imaginó.

Esta historia surgida de los llamados cuentos morales de principios del siglo XIX, hace una crítica a la sociedad burguesa de francesa de aquella época.

Escena de La Marquesa de O

Escena de La Marquesa de O

Por otro lado, cabe destacar la extraordinaria referencia pictórica, al grado que algunos críticos la han considerado como la mejor película en torno a la pintura.

Los escenarios y toda la filmación se realizó con luz natural, lo que crea un ambiente un tanto gris, pero perfecto para crear un tableau vivant. De esta manera Éric Rohmer refleja su gusto por la pintura sin necesariamente referirse a un artista.

Para conseguir su propósito, Rohmer construye encuadres que hacen referencia a distintas obras pictóricas y al tener poca luz, da la sensación de estar mirando un óleo. Las pinturas a las que hace referencia son del tipo centrípetas y se apoya en algunas figuras triangulares para dichos encuadres.

Las actuaciones son un tanto teatrales, cuestión que a mi parecer, busca más las posturas o para recrear esas pinturas; sobre todo la pintura romántica, el denominado neoclasicismo. La escenografía también es parte fundamental de esta película y complemento para recrear paisaje románticos típicos.

El cuadro “La pesadilla” de Johann Heinrich Füssli

El cuadro “La pesadilla” de Johann Heinrich Füssli

Víctor Sosa plantea que el discurso romántico en la pintura es la aceptación de nuestra parte oscura y de los demonios. La clara muestra de esta extraordinaria visión para llevar la pintura al cine, es la escena donde Julieta está recostada en su cama, alrededor se ven telas colgando, perfecto encuadre para revivir el cuadro “La pesadilla” de Johann Heinrich Füssli, pintor suizo establecido en Gran Bretaña. El pintor hizo varias versiones sobre el tema, siendo la más famosa la de 1781.

En esta escena se alude a la aceptación de los demonios de Julieta, mismos que se aprecian en el cuadro, más no en la pantalla, es decir lo plantea sutilmente.

El resto de la película también hace referencia a la Roma mitológica, y al juego de los espejos, propios de la época, para lo cual hace pocos movimientos de cámara.

Esta cinta revive una época, no la más agradable, pero sí una de las más marcadas por los movimientos artísticos en Europa, sin duda hay que verla, analizarla y tenerla en la videoteca.

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