NACION Y PLURINACIONALIDAD
La plurinacionalidad está siendo nuevamente muy ridiculizada en prensa y redes, de hecho cada día que pasa alguien me reprocha la deriva (dicen) que está tomando el PSC, y en consecuencia Sánchez. Siempre hay algunas voces (quiero pensar que minoritarias) dentro del partido que suenan a añejo. La ignorancia de quienes critican así es tan atrevida como irresponsable. La unidad y cohesión del Estado no se logra a base de reforzar la mitificación de la indisoluble unidad de la nación española como única. A continuación pongo a disposición de los lectores algunos materiales para el recordatorio y el análisis.
Conviene recordar que en el artículo 2 del proyecto constitucional se libró el principal y decisivo combate por la Autonomía de Cataluña, y es legítimo proclamar, como muy bien señala González Casanova, que el PSC rebatió en todo momento el error dogmático de gran parte de la derecha sobre su confusión entre Nación y Estado. Los socialistas defendieron la soberanía de las comunidades autónomas como la parte alícuota de la soberanía estatal, reconocieron de forma implícita el origen histórico del derecho a la autonomía de las regiones y nacionalidades, y se reconoció ese derecho en la misma Constitución, y lo siguen defendiendo (a diferencia de la de 1931).
Hoy ya es unánime que el último punto del ya referido artículo 2 pretendió aguar el protagonismo de la palabra “nacionalidades” y su integración solidaria en el Estado mediante el inciso: “La indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”. La frase (que suena cuartelera) parece ignorar que la palabra “Nación” es sinónima de Estado y que todo Estado, más que tener, es una unidad indisoluble en sí misma mientras no se sustituya por otro tipo de organización política. Por otro lado, si hay una “patria” común de todos los españoles, tiene que dividirse entre ellos para ser patria de cada uno. El referido artículo termina con la afirmación de que “la Constitución se fundamenta en la unidad de España”. El grupo socialista catalán (“Cuarenta años de federalismo socialista catalán”, González Casanova, página 42) presentó una enmienda que invertía el fundamento constitucional y que decía así: “La Constitución fundamenta y garantiza la unidad de España, el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”. ¿Podría hoy ser ésta una modificación constitucional para luego ser votada?
Cuando se habla de estos temas, es decir el problema catalán, se quiere ignorar que una parte importante de la población, concretamente los socialistas, fieles a su tradición federalista, han teorizado en sus escritos y en su acción política intentos constantes de construir no un Estado propio catalán, sino un Estado español apropiado y apropiable para Cataluña. Habrá que decirlo claramente y es que desgraciadamente, siglos de centralismo borbónico y décadas del españolismo rancio inculcado durante la dictadura franquista ciegan mentes y bloquean voluntades para abordar la realidad plurinacional de nuestro Estado y lograr una verdadera construcción federal.
Convendría recordar algunas cosas, sobre todo a algunos que no vivieron políticamente aquellos días y abogan por un referéndum de autodeterminación y que lo ponen como ejemplo de democracia.
El 21 de enero de 2006, el presidente Zapatero y Mas, por entonces líder de la oposición, se reúnen en el palacio de la Moncloa para cerrar un acuerdo sobre el Estatut, objetivo primordial de Maragall (primer gobierno de izquierdas que presidía la Generalitat). Hacía tan sólo cuatro meses que el Parlament había aprobado el texto por amplia mayoría, sin contar con el Partido Popular. Dos meses después de la reunión secreta entre Mas y Zapatero, el Congreso de los Diputados aprobaba el texto modificado, y el día 10 lo aprueba el Senado. El siguiente paso era la convocatoria de un referéndum, que se celebró el 18 de junio de 2006. Pidieron el voto en contra la CUP, ERC, Ciudadanos y el PP. El 31 de julio, Federico Trillo presentó recurso de inconstitucionalidad, haciéndose pública la sentencia el 28 de junio de 2010. Al cabo de pocos meses de la aprobación del Estatut se celebraron elecciones autonómicas en Cataluña, el 1 de noviembre de 2006, y a pesar de ser Mas el candidato más votado, el socialista Montilla accedió a la Presidencia en virtud de un pacto con Esquerra Republicana e Iniciativa per Cataluña. “Fets i no paraules”, había sido el lema de la campaña de Montilla. Menos discusión y más gobierno.
En enero de 2007, Vicenç Villataoro, director del diario “AVUI”, director de la Corporación Catalana de Radio y TV, diputado y fundador de Convergencia, publicó un revelador panfleto de urgencia titulado “L’engany” (El engaño), en el que sostenía que aquel nuevo tripartito podía suponer un peligroso punto de inflexión: “Una propuesta que supone la abolición del eje nacional como eje político significativo y la consagración de la confrontación entre derechas e izquierdas como relato central de la política catalana”.
En febrero, Patricia Gabancho daba a conocer un ensayo de notable éxito, “El preu de ser catalans” (El precio de ser catalanes), y cuyo subtítulo dejaba claro de que iba el tema: “Una cultura mil-enaria en vies d’extinció” (Una cultura milenaria en vías de extinción) En abril, Alfons López Tena (que había sido vocal del CGPJ) presentó un trabajo que estuvo en la lista de los más vendidos en Cataluña: “Catalunya sota Espanya. L’opresió nacional en democracia” (Cataluña bajo España. La opresión Nacional en democracia). Ferran Mascorell, emblema del maragallismo cultural en el Ayuntamiento de Barcelona, empezó a publicar artículos culminando en El Pais con “Nous y vells catalanismos” (Nuevos y viejos catalanismos); su tesis era que el catalanismo histórico había quedado obsoleto y que, si no lograba refundarse, “Cataluña seguirá desdibujando su personalidad, perdiendo peso específico en España y muy probablemente también en el mundo. Luego pasaría a ser consejero con Mas.
El “Dret a decidir” (eufemismo para pedir la autodeterminación) empezó a circular como la pólvora después de la conferencia de Mas, en la legislatura de Montilla (y esto hay que resaltarlo), que ofreció el 20 de noviembre del 2007 con el título :“El catalanisme, energia i esperanza per a jun país millor” (El catalanismo, energía y esperanza para un país mejor). Decía Mas entonces:
“Muchos de los que votamos a favor del referéndum del Estatut lo hicimos conscientes de que representaba un salto hacia adelante en el autogobierno, pero de ninguna manera significaba una estación final del trayecto en el largo camino de Cataluña hacia el autogobierno y las libertades nacionales”, fijando a continuación cual era la siguiente estación política para el catalanismo: el derecho a decidir, lo concretaba así: “El derecho a decidir de los catalanes hunde sus raíces en las convicciones y en las creencias más genuinamente democráticas”.
Afirmó aquella noche que “el derecho a decidir de un pueblo es el ejercicio de democracia en estado puro. ¿A que demócrata le da miedo esto? ¿A qué persona con principios democráticos sólidos y bien fundados le puede molestar que la democracia se manifieste con naturalidad? Si Cataluña es una nación, y lo será mientras los catalanes quieran, y no es simplemente un derivado o un subproducto constitucional, tenemos derecho democrático a decidir lo que más nos conviene como pueblo”. Lógica transparente, de un nacionalista, si Cataluña se convierte en Nación, y por añadidura en Estado, la democracia garantiza per se la posibilidad de votar sobre todo lo que afectase.
Esto se proclamó en 2007 y la sentencia del Tribunal Constitucional fue el 28 de Junio del 2.010. La sentencia que supuso un varapalo para Trillo y el Partido Popular, se convirtió en el principal argumento para el sector independentista. Hubo muy pocos artículos declarados inconstitucionales y no se quiso ver que incluso en el fundamento jurídico número 12 se reconocía a Cataluña como una nación, eso sí dentro del Estado.
El 10 de julio centenares de miles de personas se manifestaron bajo el lema “Som una nació. Nosaltres decidim” (Somos una nación. Nosotros decidimos). Desde entonces, con la colosal agitación de Omnium Cultural y la Asamblea Nacional Catalana, no ha cesado. Recordemos que Montilla fue zarandeado en esa manifestación. Desde entonces no han parado de incrementarse los apoyos, pero hay dos cuestiones que sí me gustaría resaltar: por un lado, que la sentencia fue un varapalo para el PP y se convirtió en el principal argumento ‘indepe’, y que el famoso “Derecho a Decidir”, del que ya no se habla, fue puesto en marcha antes de que se produjera la famosa sentencia. (CONTINUARÁ) 28-XI-2019
Creo que debes cambiar el título, tanto en el periodico donde se ha escrito, como aquí, porque “plurinalidad” no significa nada y está claro que se quiere decir plurinacionalidad.
Por otra parte, tu articulo me da pie a algunas reflexiones que hare en mi blog, para añadir alguna aportación al problema, no resuelto, de la plurinacionalidad de España.
Ya lo he cambiado, gracias