La mejor película de Mamoru Hosoda

‘Belle’ es para mí la mejor película de Mamoru Hosoda. Y no es solo por ser la mejor adaptación de ‘La Bella y la Bestia’ que he visto hasta ahora, mucho mejor que cualquiera que haya hecho Disney y eso que aquí se copia algún que otro plano. La sitúo por encima de otras obras de Hosoda como ‘Mirai’ o ‘La chica que saltaba a través del tiempo’ porque consigue ser una obra de gran actualidad, moderna, tecnológica y enriquecedora. Y además es una película que agrega más perspectiva con tramas añadidas y un giro final demoledor.
Por establecer una comparativa con cine actual… Si, esta es una nueva interpretación de ‘La Bella y la Bestia’ pero donde el castillo es digital y la turba enfurecida no se manifiesta con antorchas y hoces, sino con publicaciones hirientes. Entramos en un juego en el que nos vemos representados por un avatar, como en ‘Ready Player One’, pero ese “otro yo” es tan feo o tan bien agraciado como lo sea nuestra personalidad. Las similitudes con ‘Matrix’ son también fáciles de establecer. En ese mundo o red social de realidad virtual llamada “U” interactúan los personajes y se desarrolla la mayoría de la trama de ‘Belle’. Ahí es donde se expone un discurso que nos hace pensar sobre el tema de la superficialidad, la sinceridad con uno mismo, los influencers, los trolls, las ideas preconcebidas…
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Éric Rohmer, en la película que vimos ayer, “Cuento de invierno” nos presenta una historia sencilla en apariencia, pero profundamente espiritual y filosófica. La protagonista, Félicie, se debate entre dos amores: Maxence y Loïc, mientras espera reencontrar al verdadero padre de su hija, Charles, con quien perdió contacto por error. La película toma un giro casi milagroso en el final, que puede leerse desde varias claves filosóficas. En una conversación entre unos amigos de Loic, el bibliotecario, se manifiesta la base de la filosofía de Pascal; “El corazón tiene razones que la razón no entiende.”
Félicie representa este tipo de fe pascaliana. No tiene pruebas de que volverá a encontrar a Charles, pero confía “irracionalmente” en que el destino (o algo superior) los reunirá. Ella incluso lo compara con una figura mesiánica, como si creyera en una especie de providencia. En Pascal, la fe no se basa en evidencias, sino en una intuición espiritual más profunda. Félicie, que no encaja en un pensamiento puramente racional (como Loïc, el bibliotecario intelectual), sigue su “corazón” aunque la razón le diga que Charles está perdido para siempre.
Desde el pensamiento platónico, el amor verdadero es aquel que eleva el alma hacia lo eterno y perfecto. Platón, especialmente en El Banquete, habla del amor como una búsqueda de la belleza ideal, no solo física sino espiritual.
Charles representa para Félicie ese ideal inalcanzable, casi platónico. No lo sustituye ni con Maxence (más superficial y mundano), ni con Loïc (racional, pero frío). Su fidelidad al recuerdo de Charles se parece a la idea de Platón de que el alma recuerda un amor perfecto del que solo ha visto “sombras” en este mundo.
El final —cuando se reencuentra con Charles por casualidad— se puede leer como:
- Un milagro, en la línea de Pascal: la fe es recompensada.
- La reaparición de la idea, según Platón: el alma encuentra de nuevo lo que siempre supo que existía.
Rohmer no fuerza una interpretación, pero deja abierto el espacio para ver la vida como un cruce entre lo cotidiano y lo trascendente.
Muy interesante destacar que la visita de Felice a la Iglesia de Nevers, es la misma que se hace en la película de Rohmer «Mi noche con Maud», y que la mujer que va al lado de Charles en el autobús es la protagonista del Rayo verde.
Félix

Estamos realizando un ciclo dedicado a Rohmer, autor que junto a nombres como Jean-Luc Godard o François Truffaut perteneció a la Nouvelle Vague, centró el interés de su cine sobre conceptos como la juventud, el amor, la seducción o el erotismo, temas todos presentes en Cuento de verano. La película, que pondremos el martes día 15, bascula alrededor de un chico joven que pasa unos días de verano en la costa de Francia y entabla una serie de relaciones, unas de amistad, otras de seducción, siempre en la fina línea entre esos dos estados, con tres chicas a la vez. Al terminar Cuento de Otoño, surgieron comentarios sobre el estilo de Rohmer, sobrio y nada condescendiente con el espectador, que despliega en su cine las siguientes herramientas: unos profusos y ricos diálogos, la manera en la que los actores se posicionan en el plano y la creación de ambientes, sensaciones y espacios a la que acostumbra el cine del autor francés. La primera de todas es la que, probablemente, se convierte en el hecho más distintivo de la obra de Rohmer a simple vista, sus películas son obras de conversación, sus personajes hablan mucho y tienen largas conversaciones discursivas sobre temas diversos que siempre llevan a un mismo lugar: la nada, la inexpresividad y vacío de la burguesía francesa que tan ácidamente retrata Rohmer. Hay un experimento que propongo: quitemos los diálogos y veremos como el esqueleto de la película se mantiene. Los seres humanos somos máscaras que intentamos hacer creer lo que no es, Rohmer lo sabe y lo expresa, sobretodo, gracias a su uso sutil, pero constante, de los movimientos de los actores y a la creación de atmósferas complejas para cada lugar y momento de la película.
A lo largo de la película el protagonista de Cuento de verano tiene varios largos paseos con la primera chica que conoce en la película (y aquella que Rohmer se preocupa de dar a entender que es la que se lleva mejor con él) en los que habla con ella de sus relaciones con las otras dos mientras entre ellos dos florece un claro interés romántico. Toda esta tensión, sugerida a través del subtexto, la refleja Rohmer mediante el posicionamiento de los actores en el plano: la forma en la que se ven, se sienten o se desean se ve reflejada sutilmente en como los personajes se relacionan corporalmente entre sí, caminan, se acercan, se alejan, se sientan, se tocan, se levantan, corren… Cualquier movimiento en estas escenas apunta hacia donde evoluciona la relación y así lo siente el espectador: una simple mirada puede hacerlo estremecer, y eso se consigue gracias a la depuración formal que elabora Eric Rohmer.
Me encanta Rohmer, pero eso no quita, que al terminar de ver «Cuento de Otoño», me viera el corto de Radu Jude titulado «La tapa de la lámpara» ambientado en un pequeño pueblo rumano cercano a la frontera con Moldavia, Doroscani, en el que viven los protagonistas, una familia que tiene roto el televisor y su padre se lo quiere arreglar al niño para ver una película. En Doroscani apenas hay conexión por carretera, y tienen que hacer el viaje en autobús con la televisión a cuestas hasta llegar a un taller técnico, que hay que verlo para creerlo. Tenemos que ver buen cine venga de donde venga, si puede ser europeo mejor. No nos podemos cerrar en oír a Mozart despreciando a Wagner. Tenemos que ver «A complete Unknown» sin prejuicios. Me considero rohmeriano, mozartiano y proustiano, pero no desprecio a Ford. El próximo martes seguiremos hablando de Rhomer, se lo merece por su libertad creativa.
félix
Magali (Béatrice Romand), aquella jovencita de La rodilla de Clara (Le genou de Claire,1970), es una mujer solitaria que vive en el campo ocupándose de sus viñedos, vive en una soledad impuesta por la muerte de su marido y porque sus hijos ya se han hecho mayores y han hecho sus propias vidas. Su mejor amiga desde la infancia, Isabelle (Marie Rivière) la visita a menudo y mantiene una estrecha relación con la novia de su hijo, Rosine, (Alexia Portal), estas dos mujeres serán las “conspiradoras” de los planes para emparejar a Magali. El filme gira en torno a todas estas maniobras de sus amigas que van dando lugar a situaciones en las que los personajes de Rohmer irán profundizando en su propio interior, en sus sentimientos, con magníficos diálogos en los que muestran todas sus contradicciones, deseos, anhelos, imperfecciones.
Isabelle pone un anuncio en un periódico local y se hará pasar por su amiga en un principio ante Gérald, un estupendo Alain Libolt, que también es viudo y después de viajar bastante ha decidido regresar al campo y le gustaría encontrar una mujer para compartir su vida, se siente atraído por Isabelle pero creyendo que su vida es la de Magali y aunque por un momento sentirá que Isabelle se ha burlado de él cuando le confiesa la verdad enseguida y haciendo gala de la generosidad y serenidad que caracterizan a su personaje aceptará los planes de Isabelle de que acuda a la boda de su hija y conozca a Magali “por casualidad”.
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