11 AM | 24 Feb

TOTALITARISMO Y ALIENACION

 

El artículo de José Antonio García Regueiro “Goce del Estado de Derecho” me lleva a pensar en las situaciones vividas en los regímenes totalitarios donde se suprime el Estado de Derecho. Regueiro, con precisión e inteligencia, invierte y completa la dialéctica abierta por mí en el artículo “Fracaso de la Ley Pública y Goce ilegal” y lleva el fracaso de la ley pública no ya al plano oscuro y obsceno que yo planteaba, sino a la luz de una nueva realidad social totalitaria.

 

García Regueiro nos recuerda conceptos dolorosos como los de “Estado ético o nacional católico” (ejemplos del fascismo italiano y el nacional catolicismo español durante el franquismo) o el “Estado Comunidad” del nazismo alemán.

 

Me parece de extrema importancia lo planteado por Regueiro con relación a la omnipotencia de este tipo de regímenes.

 

Yo querría ahora referirme en este artículo precisamente a algunos aspectos, no todos, de la situación mental vivida por los sujetos en estos regímenes totalitarios y comprender desde el punto de vista del psicoanálisis ciertos sucesos.

 

Generalmente los regímenes totalitarios, para constituirse como tales, se basan en mentiras compartidas que actúan de lazo de unión más efectivo para un grupo que la verdad. Es necesaria la identificación de la comunidad totalitaria en una solidaridad en la culpa y más bien yo diría en una renegación de esa culpa. Suele suceder después de regímenes totalitarios que dan lugar a Estados de Derecho, que los dirigentes que participaron de ambos regímenes o que sin participar directamente mantienen lazos de distinto tipo con los participantes o sus descendientes, no suelen reconocer ningún tipo de culpa, y por tanto no habiendo tampoco solicitud de perdón a las víctimas, tienden a taponar lo sucedido, introduciendo el miedo a revisar el pasado, bajo la profecía de consecuencias nefastas para el bien social en esa legítima revisión. Es un mirar y darse la vuelta. Esconder los muertos y ocultarlos. Si un régimen totalitario sufre acusaciones desde el exterior de que miles son condenados y ejecutados sin garantías procesales y sin siquiera un delito probado y que la situación económica es ruinosa, la estrategia no es ya la negación de estos hechos presentes o pasados (a veces las evidencias son incuestionables) sino decir y proclamar a los cuatro vientos que los autores de los reproches al régimen “son incapaces de penetrar en la esencia de lo que está ocurriendo en beneficio de la emergencia de un Nuevo Hombre”.

 

Si el líder es atrapado en una situación embarazosa, la solidaridad del grupo se justifica gracias a la renegación cómplice de los sujetos de la desgracia que deja al descubierto la impotencia del líder. El amo puede decir “que lo blanco es negro”, o que “mi país es verdaderamente mío”, pero la función principal del Amo es establecer la mentira que puede sostener la solidaridad del grupo.

 

El sistema totalitario finge poseer una respuesta para todo. Se suprime el diálogo y la dialéctica. Es el goce de la estupidez misma del sistema. Las decisiones del líder pasan a ser expresiones de la “Necesidad Histórica”. Cualquier foco de resistencia es imposible y esta prohibida. Ciertos regímenes totalitarios dicen que la elección es posible, pero es una elección forzada, puesto que uno de los elementos de la elección es un conjunto vacío.

 

¿Cuál es el destino del sujeto en esta situación totalitaria?. En mi opinión uno de estos frecuentes destinos es la alienación. El sujeto se defiende aboliendo todo conflicto entre el yo y sus deseos lo cual podría llevar a la muerte de su pensamiento. Esta alienación no tiene porque sustentarse en ninguna patología psiquiátrica preexistente. Se basa mas bien en una escenificación social donde puede quedar excluida la duda y el conflicto. Para ello es también necesaria la idealización de la fuerza totalitaria alienante y en muchas ocasiones el desconocimiento por parte del alienado del accidente que ha ocurrido en su pensamiento.

 

Pensemos que García Regueiro en su artículo nos recuerda con relación a los Estados totalitarios que “su fundamento era contrario a la participación popular, pues para estos movimientos solo unas determinadas minorías podían interpretar correctamente el llamado espíritu del pueblo, que se hacía poder político a través de las decisiones del líder”. Y efectivamente aquí en mi opinión Regueiro pone el dedo en la llaga, siendo este un punto de alienación fundamental: Otro piensa por mí.

 

Para soportar esta opresión del poder sería necesaria una resistencia oculta, a pesar del peligro de muerte que ello implica. La dificultad es encontrar referencias y puntos de identificación en la sociedad para sobrellevar la resistencia. Vemos aquí la amenaza de muerte a toda oposición. Pero no basta, en mi opinión, solo la fuerza de los fusiles y tanques para que el sistema funcione. Es necesaria la infiltración en el conjunto de las relacione sociales: El jefe y el sujeto, el grupo de iguales, pero también la célula familiar: el hermano, el vecino, un desconocido puede ser un delator potencial, y el sujeto mismo puede convertirse de perseguido en perseguidor si así lo decide. Un sujeto puede ser víctima o verdugo potencial. Esto permite que el poder sobreviva a largo plazo.

 

Y no olvidemos el terror. El terror es una amenaza al pensamiento. Pero paradójicamente el sueño del poder absoluto sería anular el pensamiento del individuo hasta desaparecer en último extremo el significante terror de su espacio mental, no apareciendo ya ni en el sueño ni la fantasia. Sería la alienación máxima. Y a veces este significante terror en regímenes totalitarios que perduran a largo plazo desaparece en los descendientes o tiende e a olvidarse y suavizarse en los recuerdos de las siguientes generaciones para soportar también el dolor inherente a lo sucedido. Es tambien un miedo al terror y la posibilidad inconsciente de repetición de lo vivido. Por eso para algunos es mejor no recordar. Afortunadamente el poder totalitario no suele lograr esto. Pero es verdad que por razones de supervivencia el sujeto a veces necesita no pensar en el poder como perseguidor, ni en la fantasía siquiera. Por eso el psicoanálisis nunca fue bien recibido en los regímenes totalitarios. El psicoanálisis abre la vía a la fantasía y a la realidad psiquica como baluarte frente a la realidad externa traumática.

 

La alienación más radical y trágica del régimen totalitario sería un discurso compartido por el conjunto de sujetos, discurso por otro lado idealizado y que es necesario imponer como “verdad” “por su bien” a los demás. Aquí el sujeto, y esto es fundamental, queda incapacitado de sustituir la realidad impuesta desde fuera por su fantasía y su propia construcción mental. Es también una alienación gozosa donde ya no hay conflicto ni reconstrucción histórica. Tampoco hay miedo a enfrentarnos a nuestras propias fantasías.

 

La historia nos muestra, como acertadamente nos apunta José Antonio García Regueiro, que la fuerza en que se apoyan todos los sistemas totalitarios pasa por la anulación del Estado de Derecho y que, por diferentes que puedan parecer, llevan a la sumisión incondicional de los sujetos a un poder omnipotente, quedando algunos con la única oportunidad de un espacio mental preservado en su interior, pero con el terrible dolor de ser espectadores pasivos y fracasados de una máquina totalitaria aplastante.

 

Freud nos dice que para no repetir es necesario recordar y elaborar a pesar del dolor que esto implica. Para cerrar heridas definitivamente es necesario abrirlas y limpiarlas. Cualquier sociedad que haya vivido un régimen abyecto y totalitario necesita recordar. El hecho de que en las representaciones, los discursos, las conductas o los actos o en diversas situaciones algo vuelva sin cesar nos remite a un trauma individual o social no curado. Existen libretos repetitivos que es necesario desvelar y entender. Lo contrario implica miedo al terror del que antes hablé, y que tal vez, está aun inscrito en un discurso no manifiesto sino inconsciente que se transmite de generación en generación. Es necesario poner nombre a los afectos más íntimos y para ello es obligatorio recordar. Para unos será necesario revivir la rabia y poder elaborarla y entenderla sin actualizarla en una agresión externa y para otros poder sentir la culpa que tal vez nunca sintieron y así entender también a los inocentes que sufrieron el régimen totalitario. Culpas y odios intergeneracionales. El recuerdo y la elaboración romperán de una vez por todas el circuito mortífero de la repetición y la sociedad podrá por fin reconciliarse.

 

El discurso psicoanalítico pienso que adquiere en este punto una legitimidad que va mas allá del individuo y se inscribe en la propia sociedad.

 

Madrid Febrero de 2007

 

Alfonso A. Gómez Prieto

Director del Arco de Estudios Psicoanalíticos de AEP

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11 AM | 15 Feb

GOCE DEL ESTADO DE DERECHO

GOCE DEL ESTADO DE DERECHO

Especialmente interesante es el tema que plantea Alfonso Gómez Prieto en su artículo “Fracaso de la ley pública y goce ilegal”. Comienza recordándonos: “Slavoj Zizek enfoca el tema del psicoanálisis y la ley preguntándose: ¿qué tipo de ley es el objeto del psicoanálisis?. Su respuesta es: el superyó. Nos dice basándose en los estudios de Lacan algo muy interesante y es que el superyó emerge cuando la ley pública fracasa”.

Esta pregunta admite múltiples tratamientos, pero entre todos ellos me preocupa el de las consecuencias si la ley pública es suprimida. Recordemos que en Europa se sufrieron regímenes fundados en doctrinas que excluyeron radicalmente el Estado de Derecho sustituyéndolo por conceptos como los de Estado ético o nacional-católico (el “Stato etico” del fascismo italiano y el nacional-catolicismo español durante el franquismo) o Estado comunidad (el “Führrerstaat” del nazismo alemán), los cuales, en síntesis, concluyen en que el Estado debe ser omnipotente e incontrolado tanto por el Derecho como por sistemas garantistas de libertades que juzgaban nocivas.

Esta realidad, por cierto, la sufrió directamente Freud. En la conferencia XXXIII (1933), citada por Gómez Prieto, Freud distingue entre las distintas actividades que conforman el superyó una función de ideal, una función de autoobservación y una conciencia crítica. Respecto de esta última, se afirma: “contrastando las normas e ideales con las representaciones del sujeto (lo que este cree ser) formula dictámenes, castigos o premios”. 

Para entender esto, según Gómez Prieto, “Slavoj  Zizek aporta un ejemplo muy ilustrativo … la película: “Algunos Hombres Buenos” de Rob Reiner.  Según Gómez Prieto,  “lo más interesante … es la función de este “Código Rojo”, ya que tolera una trasgresión y cohesiona al grupo de iguales. Pero el código debe quedar oculto en la noche. Es una escisión de la ley: … el colectivo de marines se mantiene fuertemente agrupado no tanto por la identificación con la ley escrita que regula esa comunidad, sino en la identificación con la trasgresión de la ley, lo que nosotros los psicoanalistas llamamos una forma especial de goce…La persona bajo este mandato superyoico, considera legítimo lo que este le ordena”.

Precisamente, esa cohesión a través de la quiebra de la norma es lo que caracteriza a los movimientos nazi-fascistas. Y cuando estos grupos llegan al poder, todo el país se convierte en un cuartel dominado por el particular “Código” de los mismos, quedando excluido el ordenamiento jurídico en que se funda el Estado de Derecho. Estas movimientos tenían largas raíces, pues ya había síntomas de esta concepción del orden público en la Ley prusiana de policía de 1794 (Allgemeine Preussische Landrecht). A su vez, esta formulación se corresponde con lo que algunos autores, como Otto Mayer, llamarán derecho natural de policía, el cual permite al Estado imponer un orden público al margen de las normas. El nazismo alemán y los fascismos español e italiano se acogerán con entusiasmo a esta idea del orden público.

En efecto, en Europa se sufrieron regímenes fundados en doctrinas que excluyeron radicalmente el Estado de Derecho sustituyéndolo por conceptos como los de Estado ético o nacional-católico (el “Stato etico” del fascismo italiano y el nacional-catolicismo español durante el franquismo) o Estado comunidad (el “Führrerstaat” del nazismo alemán), los cuales, en síntesis, concluyen en que el Estado debe ser omnipotente e incontrolado tanto por el Derecho como por sistemas garantistas de libertades que juzgaban nocivas. Su fundamento era contrario a la participación popular, pues para estos movimientos sólo unas determinadas minorías podían interpretar correctamente el llamado espíritu del pueblo, espíritu que se hacía poder político a través de las decisiones del líder (el Caudillo o Führer, el que lleva la dirección o Führung).

Por el contrario, debemos afirmar que es esencial el libre ejercicio de los derechos y de las libertades pues cuando este ejercicio se realiza con “normalidad” se está cumpliendo el orden público entendido éste como la genuina situación de “normalidad”, en el marco del ordenamiento jurídico. Esto implica, a su vez, que el orden público nunca será el fin de ese libre ejercicio de los derechos y de las libertades sino, por el contrario, el resultado del mismo. En concordancia con ello, la Constitución española de 1978 en su artículo 104 preceptúa que “las Fuerzas y Cuerpos de seguridad…tendrán como misión proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana”.

Las anteriores precisiones nos llevan a excluir que pueda hablarse de múltiples contenidos de situaciones de crisis o de alteración del orden público en el ámbito del Estado de Derecho, en el sentido de que su reconocimiento y la respuesta a cada uno de ellos respondiera, según el territorio donde se invocara, a una particular amalgama de valores morales, estéticos, culturales, religiosos, sociales, etc. La paz social, la normalidad en el funcionamiento regular de las instituciones o el orden público del Estado, sólo pueden ser los característicos del Estado de Derecho, es decir, del tipo de Estado que se funda y encuentra su límite en el ordenamiento jurídico, ya sea nacional, comunitario o de Derecho internacional.  Gocemos y protejamos, pues, nuestro Estado de Derecho.

José Antonio García Regueiro
Presidente de AEP
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12 PM | 08 Feb

Fracaso de la Ley pública y Goce ilegal

FRACASO DE LA LEY PUBLICA Y GOCE ILEGAL

 

 

Slavoj Zizek enfoca el tema del psicoanálisis y la ley preguntándose: ¿qué tipo de ley es el objeto del psicoanálisis?. Su respuesta es: el superyó. Nos dice basándose en los estudios de Lacan algo muy interesante y es que el superyó emerge cuando la ley pública fracasa. Entonces la ley pública está obligada a buscar apoyo en un goce ilegal. Entender la estructura del superyó es algo complejo. En la conferencia XXXIII (1933) Freud distingue entre las distintas actividades que conforman el superyó y que son las siguientes:
  1. Función de ideal: Ideales y normas con respecto a las cuales el sujeto compara sus conductas, sus deseos, etc.
  2. Función de autoobservación.
  3. Conciencia crítica, que contrastando las normas e ideales con las representaciones del sujeto (lo que este cree ser) formula dictámenes, castigos o premios. Estableciendo una analogía en el campo jurídico las normas e ideales serían el equivalente al código bajo el cual el juez dicta sentencia.
Lacan, por otro lado, con relación al superyó, destaca especialmente su dimensión de voz: “descubrir que el superyó en su íntimo imperativo es efectivamente la voz de la conciencia, es decir, una voz en primer lugar, y bien vocal, y sin mas autoridad que la de ser la voz gruesa”. Más adelante, Lacan indicará que el superyó es un imperativo de goce y satisfacción pulsional.

 

Para entender esto, Slavoj Zizek aporta un ejemplo muy ilustrativo y que yo quiero traer a colación. Este autor se refiere a la película: “Algunos Hombres Buenos” de Rob Reiner. Coincide que yo vi esta película hace bastante tiempo y siempre me resultó muy interesante lo que en ella se planteaba. Para los que no la hayan visto me referiré brevemente al contenido de la película: Trata de una corte jurídico militar en que dos marines son acusados de asesinar a un camarada. El fiscal sostiene que el asesinato fue un acto deliberado. El abogado defensor alega que los marines siguen un “Código Rojo” que autoriza la paliza nocturna de un soldado que, en opinión de sus iguales o del oficial superior ha contravenido un código ético interno de los marines.

 

Lo más interesante aquí en mi opinión, y abro el debate con los expertos jurídicos, es la función de este “Código Rojo”, ya que tolera una transgresión y cohesiona al grupo de iguales. Pero el código debe quedar oculto en la noche. Es una escisión de la ley: Por una parte una ley pública escrita basada en un ideal del yo como decimos los psicoanalistas y apoyada en un orden simbólico que regula la paz social. Pero existiría luego, como nos dice Zizek siguiendo a Lacan, una “obscena ley nocturna” no escrita y que emerge del superyó. Sería un semblante de ley insensata, apremiante y que ordena llevar el deseo hasta su último límite, en este caso el asesinato. Es también un simulacro de ley, un grito desmedido y brutal de la ley. Pero lo curioso es que en el caso de la película citada, la unión del grupo de marines se apoya también en esta ley obscena. Es decir el colectivo de marines se mantiene fuertemente agrupado no tanto por la identificación con la ley escrita que regula esa comunidad, sino en la identificación con la transgresión de la ley, lo que nosotros los psicoanalistas llamamos una forma especial de goce.

 

Pero si uno del grupo renegara de la transgresión a la ley escrita, sería considerado como un no-igual, siendo señalado, en secreto, por el grupo de iguales, y condenado en privado si denunciara a sus compañeros o superiores ante los representantes de la ley pública escrita.

 

La persona bajo este mandato superyoico, considera legítimo lo que este le ordena. Por eso la sorpresa de los marines en el juicio ante su proceso. En su caso las necesidades del superyó son vividas como algo natural.

 

Alfonso A. Gómez Prieto

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04 PM | 16 Ene

MANUEL SACRISTÁN LUZÓN

Nació, en Madrid, un día de diciembre de 1925 y falleció un día de agosto de 1985, uno de los principales filósofos que ha dado nuestro país: Manuel Sacristán Luzón. Por esta razón, en algunas Universidades y centros culturales, se está ahora recordando su vida y obra.

Para una parte importante de la doctrina científica, mientras que Ortega y Gasset representó la más alta cumbre de la filosofía española en la primera mitad del siglo XX, Sacristán sería su equivalente en la segunda mitad.

Estudió Derecho y Filosofía en la Universidad de Barcelona entre 1944 y 1952, especializándose en Lógica en el Instituto de Lógica Matemática e Investigación de Fundamentos de la Universidad de Münster (Westfalia). Su tesis doctoral fue sobre “Las ideas gnoseológicas de Heidegger”, en 1959.

También traductor, prologuista, compilador, en definitiva foco intelectual de difusión de obras políticas relevantes, como “Revolución en España”, en 1960, con los escritos de Marx y Engels sobre nuestro país, que irá acompañada de un prólogo de Sacristán.

En 1964 publicó “Introducción a la lógica y al análisis formal”. A pesar de ser la máxima autoridad en nuestro país en esta materia, por razones políticas se le impidió obtener una cátedra de lógica. Incluso en 1965 no se le renovó su contrato con la Universidad, lo que le obligó a la exclusividad de traducir y hacer algunas colaboraciones editoriales para sobrevivir. Incluso llegó también a destacar en crítica literaria con brillantes observaciones sobre Sánchez Ferlosio, Goethe o Thomas Mann, entre otros.

Quizás, en el ámbito político, se le conozca más por ser un gran filósofo marxista, sin duda el más relevante que ha dado España. Además, tradujo muchos textos de Marx favoreciendo una mejor comprensión y transmisión de su pensamiento. Destaca su cercanía intelectual con el pensamiento de Gramsci, pero no descuidó el estudio de otros genios como Adorno o Lukács.
En toda su obra late un concepto amplio de racionalidad, que implica que no sólo la ciencia está en el campo de lo racional sino también otros ámbitos como lo filosófico y lo religioso. De esta forma supera el neopositivismo y se acerca a un tipo de concepción marxista. Supone un sistema de cohesión racional de teoría y práctica, lo que le aleja del racionalismo clásico el cual, salvo algunas excepciones, no permitía la integración de lo empírico.

Lo anterior explica que Sacristán comparta la visión de Lenin de que la práctica es la consumación del conocimiento, no sólo su verificación. Se trata de una práctica fundada en la crítica de los fenómenos sobreestructurales y sociales, lo que, a su vez, marcaba sus diferencias con el ideologismo de Lukács. Precisamente su compromiso político del día a día pudo ser sólido, al igual que fue el de Lenin, por esta visión de la realidad.

Tituló “Panfletos y Materiales” la recopilación de muchos de sus artículos, prólogos y conferencias, lo que dio lugar a varios tomos, siendo el quinto de ellos el relativo a “Pacifismo, ecologismo y política alternativa”, que traía causa de sus propias experiencias, pues en 1978 pasó a formar parte del Comité Antinucear de Cataluña y fue, durante aquellos años, muy activo contra la OTAN.

En efecto, siguió el camino emprendido por Wolfgang Harich consistente en integrar el ecologismo dentro de las preocupaciones del marxismo contemporáneo. Incluso añadió el nombre de Gandhi para favorecer una visión marxista pacifista que se opusiera a una posible guerra nuclear. Estamos probablemente ante la visión marxista-pacifista con más solidez doctrinal que se haya elaborado en España.

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