09 AM | 23 Mar

RELATO DE UNA TARDE DE CINE

 

         EL AMANUENSE

Relato del 4/03/11  = Dos, el Padre engendra al hijo, pero aún no alcanza la trinidad, es una dualidad desdoblada, como el que se inventa a si mismo.

Título: Tras el cristal.

Va por ti: Alicia, cercano ya tu ciclo anual.

1.- Esto es lo que da la convocatoria.

Como consecuencia del éxito de la película Pa negre en los Goya, ponemos la Obra de culto del director español Agustí Villaronga. Narra la historia de Klaus (Günter Meisner), un médico que en la II Guerra Mundial realizó experimentos con los niños judíos recluidos en los campos de concentración nazis. Lleno de maldad, disfrutaba viéndolos morir tras inyectarles unas gotas de gasolina en el corazón con una jeringuilla. En realidad, sentía una mezcla de atracción hacia los niños – pedofilia – y unas ansias de jugar a ser Dios.

Los experimentos con jovencitos imberbes se ven interrumpidos cuando, por accidente, Klaus cae de lo alto de la torre de su casa. No muere, pero queda paralítico y además se ve afectado su sistema respiratorio. Así que para respirar, necesita un pulmón de acero, que es una máquina que le ayuda a respirar. Es casi como un ataúd en el que está continuamente. Día a día, le ayuda su mujer Griselda (Marisa Paredes) y su hija Rena (Gisela Echevarría). Los tres viven en una gran mansión en el campo, y sólo tienen contacto con el exterior gracias a la Jornalera (Inma Colomer), que les hace la compra y les cocina.

Griselda, que desconoce la anterior vida de su marido, está realmente harta de cuidar de él, ya que ha tenido que renunciar a su propia vida. Así que decide contratar a una enfermera para que la ayude. Pero se presenta Angelo (David Sust), un guapo jovenzuelo que dice ser enfermero.

En la publicidad se decía lo siguiente: “EL IMPERIO DE LOS SENTIDOS SE QUEDA CASI EN UN ASUNTO DE BEBÉS COMPARADO CON ESTA PELICULA”

 

2.-  Y esto es lo que da el resumen del debate. El relato.

Ruego encarecidamente, querido coordinador, una disculpa al retraso; pero hasta el mismo viernes (11/03/11) no se me han cuajado las meninges. Y fue posible gracias a la Providencia, sí; por eso sabemos que existe; y hemos de elevar nuestros ojos, agradecidos, a los cielos.

En la noche de ese día –once- (fíjate que su valor es dos, igual que la reducción a la unidad del día de proyección) se reunieron, sin ese propósito, ocho quídam (expresión de infinito), y, como por azar, surgió el debate sobre la película, cuyo comentario se hacía preciso.

Y el asunto fue más que lo que le pasó a Sabina, pues nos dieron no sólo la una, y las dos y las tres y hasta las doce de hoy mismo seguimos. Pero resultando excesivo  la reproducción total, que luego genera muchas críticas, procede reflejar un breve y conciso resumen, siempre con el riesgo de saltarse lo más sustancioso, lo que dará oportunidad (abierta siempre) a otras intervenciones.

Quídam 1º: Hace un resumen de la cinta, de su dureza y violencia física y moral y sostiene:

“Cuando un director elige un tema como ese y además se abstiene de criticarlo o plantearlo como una condena moral, como un ejemplo para que se sepa que hay transgresiones que no deben superarse es que participa en una u otra forma con la aceptación o disfruta con ese tipo de violencia, no estando muy equilibrado como persona”.

Quídam 2º: “Sin duda participo de tu idea, a mí también me parece enfermizo que alguien se sienta bien no condenando o plantando un dura crítica acerva a una cuestión como la violencia gratuita e infligir un daño que además envilece a quien lo sufre. Es una forma de disfrutar sin someterse a la condena moral del resto.”

Quídam 3º: “Totalmente en contra, ya somos todos mayores y no es preciso que a mí me muestren y me digan lo que es aceptable o no; ya sabré yo distinguirlo. Más aún, cualquier limitación o indicación o condicionante o prohibición resulta ser una limitación a la libertad creadora del arte. El arte no puede reprimirse ni condicionarse, porque constituye una transgresión a la libertad personal. Y a la libertad creadora, necesaria para trasladar algo que de otra forma no podría conocer y prefiero que sea a través de arte que de la realidad, pues ello me obligaría a actuar o a rebelarme”.

Quídam 4º: “No cualquier cosa que esté relacionada con las artes puede merecer el calificativo de tal; y así como hay pintura que resulta una broma escatológica, hay cine que constituye un abuso de la transgresión moral; o al menos una crisis moral personal de algún espectador. La violencia infligida al ser humano como decís que ocurre en esta película no tiene justificación para ser expuesta y menos si no es para expresar el más firme de los rechazos. Lo otro es aceptarlo y probablemente potenciarlo, lo que no se rechaza se propaganda”.

Quídam 5º: “En el arte todo está permitido y no es bueno que nos consideren niños y faltos de criterio, y siempre es preferible a la realidad”.

Quídam 6º: “Pero como se sabe que está trasladando una realidad, nadie la ha visto y lo que resulta evidente que el film se sustenta en una ficción, pues no es real lo que en él se muestra, o sí? El caso es que siendo ficción recrearla para exponerla sin límites éticos, constituye un proselitismo, y en su caso una degeneración”.

Quídam 7º: “Si además de caber dudas sobre lo que es arte, (que hay mucha (discúlpese el término) cagada adorada por enjambres de moscas) se añade que al socaire se platea cualquier transgresión, o toda, de la ética y moral, ha de rechazarse. Porque en todo caso el arte no puede constituir una excepción a los parámetros de comportamiento humano”.

Quídam 8º: “Exacto, muy bien dicho, si al arte (de alcanzar la categoría) se le permite aunque de forma extraordinaria la transgresión, se está justificando cualquier transgresión en cualquier ámbito; por qué no podríamos matar porque resultara artístico el rictus de dolor o la combinación ‘carpachiana’ del rojo de la sangre vertida, con el amarillo lánguido y lívido del rostro del espectador, contemplador en directo.

Lo han dicho muchos, pero lo expreso como nadie Castelio: “Matar bajo el argumento de defender una idea es sólo un asesinato”. Y cabría añadir tal vez más impío que dar muerte bajo otro presupuesto.

Y el hombre no puede prescindir de su concepción equilibrada del universo ni siquiera ante lo que pudiere un concepto elevado como el del arte. Si la defensa de una idea, se supone que superadora y mejoradora de las relaciones sociales, no justifica una muerte: ¿cómo podremos concedérselo al arte?. Si este lo intenta ha de dejado de serlo además de la repugnancia que provoque.

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