06 PM | 11 Ene

LA IZQUIERDA EN EL DIVAN

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El recién estrenado año 2015 será un año marcadamente electoral. Las elecciones griegas del próximo 25 de enero, así como las municipales del 24 de mayo y las elecciones generales de finales de año en nuestro país serán los hechos más relevantes de un año que va a ser determinante en el plano político, económico y social de aquí a finales de la presente década.

Las próximas elecciones griegas van a ser una referencia obligada para comprobar la respuesta de la Unión Europea a un previsible programa rupturista de gobierno del partido de izquierda Siryza (claramente favorito en los sondeos) que, una vez más, se manifiesta contrario a las políticas de austeridad y de ajuste establecidas por la Troika y, además, defiende con audacia revisar (quita y espera) los términos del pago de la abultada deuda pública de Grecia (177% del PIB) que, en un 90%, se encuentra en manos del FMI y de sus socios europeos (la gran mayoría de los analistas coinciden en que Grecia no tiene capacidad para pagar su deuda, sobre todo si no crece su economía).

 

Unas políticas que han generado y siguen generando en Grecia un intolerable crecimiento del desempleo (a la cabeza de la Unión Europea, con más de un 25% de paro y del 50% en los menores de 25 años), el desplome de la protección social, una fuerte caída de los salarios, además de un aumento de la precariedad, la desigualdad y la pobreza, que está incrementando en grado superlativo la desesperación de las personas más afectadas por la crisis.

 

En nuestro país, parece claro que la derecha en el gobierno no repetirá la mayoría absoluta de que goza actualmente el Partido Popular (PP) en el conjunto del Estado y en la mayoría de las Comunidades Autónomas y Ayuntamientos, ante el hundimiento de la figura y de las políticas de Mariano Rajoy que, por añadidura, acabará con el bipartidismo hegemónico en España desde la transición democrática y reducirá de manera notable las posibilidades de que el PP (aunque gane las elecciones generales) gobierne en minoría parlamentaria, una vez descartado por el PSOE un gobierno de coalición con el PP que, todo lo indica, de llevarse a cabo, traería consigo el gran fracaso del PSOE y el abandono masivo de sus militantes más comprometidos con las ideas socialistas. Las últimas medidas de Rajoy (ya en plena campaña preelectoral) relacionadas con la Ley Mordaza, los nombramientos del nuevo director de RTVE y de su portavoz en el Parlamento, la dimisión forzada del Fiscal General del Estado (Torres Dulce), así como el aumento ridículo de las pensiones (0,25%) y del SMI (3 euros mensuales), no cambiarán las cosas y contribuirán a que el PP quede más aislado que nunca ante futuros e hipotéticos acuerdos de gobierno posteriores a las elecciones generales.

 

En coherencia con ello, las últimas encuestas conocidas confirman una mayoría de izquierdas en los próximos procesos electorales. Sin embargo, también nos anuncian una fuerte división de la izquierda que añade una mayor complejidad a los resultados y da alas a la derecha, a pesar del hundimiento de Rajoy y de sus incumplimientos programáticos, las desmedidas políticas de ajuste (austeridad) y los casos de corrupción generalizados que han causado una auténtica alarma social en la ciudadanía y fuertes destrozos en la credibilidad del PP.

 

Según estas mismas encuestas, el PSOE puede perder por primera vez su posición hegemónica en la izquierda desde el comienzo de la democracia, ante el avance del fenómeno Podemos. Eso dependerá de la audacia de su práctica política (y del liderazgo y la ejemplaridad de sus dirigentes), de la cohesión del partido y de sus ideas progresistas y claramente diferenciadas de las políticas neoliberales.

 

De entrada, el PSOE debe recuperar paulatinamente su credibilidad a partir del reconocimiento de los errores del pasado (de hecho, Pedro Sánchez ya han reconocido algunos), contar con candidatos idóneos elegidos democráticamente y capaces de generar confianza e ilusión en las próximas elecciones del 24 de mayo en ayuntamientos y CCAA, removiendo para ello los obstáculos que sean necesarios para que esto ocurra (por ejemplo en Madrid) y dejar suficientemente claro que cumplirá las promesas electorales y evitará que se repita el sacrificio inútil de Zapatero y también los incumplimientos programáticos de los gobiernos de Hollande (Francia) y de Renzi (Italia), fuertemente contestados por los trabajadores y por los sindicatos.

 

En segundo lugar, el PSOE debe aparecer ante el electorado como un partido fuerte y cohesionado, lo que exige que no se ponga en entredicho la figura de su secretario general que, no lo olvidemos, fue elegido en primarias (Susana Díaz -secretaria general del PSOE de Andalucía- puede y debe poner freno a las últimas críticas internas, impropias de un partido responsable con aspiraciones de gobierno), sobre todo cuando, además, Pedro Sánchez ha prometido -para después del verano- celebrar unas nuevas elecciones primarias para elegir al candidato del PSOE a la Moncloa.

 

En tercer lugar debe ser capaz de ofrecer alternativas a los problemas más graves que afectan a la ciudadanía y, por lo tanto, combatir las políticas que ponen en grave riesgo el Estado de Bienestar Social: desempleo, precariedad, estancamiento salarial, pensiones y dependencia, servicios públicos, desarme fiscal, desahucios, preferentes, desigualdad, pobreza…

 

Por otra parte, el PSOE debe estar inmerso en la realidad social asumiendo que, desde la izquierda, hay vida y actividad posible fuera del parlamento y de las instituciones: participación en las movilizaciones sociales, redes sociales, asociaciones de todo tipo…

En coherencia con ello, las Casas del Pueblo deben volver a ser operativas y recuperar su papel central en relación con las actividades culturales y educativas (incluidas las audiovisuales y el cine social y comprometido), así como con las que tienen que ver con la ecología, el medio ambiente y la lucha contra la contaminación. Además, las Casas del Pueblo se deben convertir en foros municipales abiertos y encabezar con decisión el debate sobre asuntos de rabiosa actualidad: refuerzo de la democracia, reparto del trabajo existente, renta básica, teoría del decrecimiento, pago de la deuda, cambio de modelo productivo, dualidad del mercado de trabajo, intervención pública en la economía (también en la banca), participación de los trabajadores en la empresa (democracia industrial), brecha digital entre generaciones…

 

Para comenzar, el PSOE debe sortear con buenos resultados (evitando la imagen de partido perdedor) las elecciones municipales y las de algunas CCAA -incluyendo a Cataluña ante un posible adelanto electoral-, si quiere seguir aspirando a ganar las elecciones generales y a gobernar en España. No será nada fácil ante el auge espectacular de Podemos (previsiblemente fagocitará a IU, UPYD y a otros partidos minoritarios) y la fuerte aceptación que tiene este nuevo partido en Cataluña y el País Vasco donde, incluso, es capaz de disputar el triunfo electoral a los partidos nacionalistas defendiendo una pretendida política socialdemócrata sin anclaje, por el momento, en la socialdemocracia tradicional europea, donde se ubica precisamente el PSOE. A ello hay que añadir su fuerte capacidad para estar presente en las redes sociales y en los medios de comunicación de masas, capaz de neutralizar, por el momento, sus propias limitaciones: falta de cotizantes, de estructuras organizativas, locales, formación política de sus militantes…

 

Por eso, la disputa por este espacio será durísima y en esta pelea el PSOE no puede perder la cabeza y el sentido común ni renunciar a sus postulados de siempre que han cumplido más de 130 años. A Podemos no se le ganará con insultos, miedos, falsedades y menciones a experiencias políticas del otro lado del Atlántico o recordando a dictadores y décadas periclitadas y de difícil repetición en la actualidad en el seno de la Unión Europea. No debemos olvidar que el avance de Podemos se produce fundamentalmente por las carencias, limitaciones y errores del PSOE y, mucho menos conviene olvidar, que el PSOE y Podemos se dirigen al mismo espacio electoral y que, por lo tanto, hay que pensar seriamente en futuros acuerdos progresistas con el propósito de garantizar la gobernabilidad en nuestro país.

 

Ante un hipotético triunfo de la izquierda las posibilidades de que el PSOE encabece el gobierno se mantienen intactas si gana las elecciones o queda en segundo lugar por delante de Podemos, por el previsible apoyo que recibiría de esta formación y de IU para desplazar a la derecha (PP) del poder. Las ventajas que aportaría el PSOE son notables: fuerte presencia (con infraestructuras) en todo el territorio nacional, cambio progresista y tranquilo para salir de la crisis, relación fluida con la Unión Europea a través de la familia socialdemócrata, apuesta por un Estado Federal como marco de convivencia ante el problema catalán, reforma y actualización consensuada de la Constitución y, finalmente, una política decidida hacia la regeneración democrática: consolidación de las libertades, lucha contra la corrupción y un redoblado esfuerzo para la educación en valores de la ciudadanía.

 

Para que esto ocurra, el PSOE debe avanzar considerablemente en Madrid y en el País Valenciano y mejorar sustancialmente los resultados de Cataluña y el País Vasco donde las encuestas le sitúan muy retrasado (en cuarto lugar), por detrás de Podemos y de los partidos nacionalistas: CIU y ER por una parte y el PNV y Bildu por otra. Si eso no se logra las posibilidades de gobernar son pocas y, lo que es peor, en este supuesto, el PSOE corre el riesgo de convertirse en un partido irrelevante como ocurrió con el partido socialista italiano y está ocurriendo con el PASOK en Grecia, dando por hecho que ningún partido político tiene su vida asegurada para siempre.

En todo caso, el presente año está llamado a ser muy importante en el necesario cambio económico y social que España necesita y la ciudadanía reclama. De la solución que se dé a las diferencias de la izquierda y de su capacidad resolutiva para ofrecer alternativas a la actual situación de crisis dependerá, en buena medida, nuestro incierto futuro político en democracia… Estaremos atentos.

Antón Saracíbar

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