11 PM | 04 Dic

CHARLIE KAUFMAN

El laberinto metacinematográfico de Charlie Kaufman

Koldo Gutiérrez

Obsesivo, inseguro, amargo… Sus historias son auténticos rompecabezas narrativos y sentimentales. El guionista estrella, reconvertido en director, tiene un complejo mundo interior y utiliza el surrealismo y la fantasía para desnudarse en pantalla como pocos autores se han atrevido a hacer. De Cómo ser John Malkovich ¡Olvídate de mí!, aprovechamos su estreno en la animación con la brillante Anomalisa para repasar la carrera del cineasta norteamericano más original de las dos últimas décadas.

Cuando un productor leyó el guión de su primera película soltó: “¿Por qué coño no puede titularse Cómo ser Tom Cruise?”

Cuando se habla del concepto de “autor” en el cine, suele emplearse para referirse a directores prestigiosos con un reconocible estilo personal. Sin embargo, a veces hay guionistas que logran labrarse esa etiqueta pese a que el privilegio normalmente les suele estar vetado. David Mamet es probablemente el más conocido gracias también a sus obras de teatro, y el ejemplo más recurrente de “guionista prestigioso”. Y Aaron Sorkin se ha forjado un nombre en Hollywood gracias a sus sesudos dramas políticos y a los (demasiado) perfectos monólogos de sus personajes. Charles Stuart Kaufman, ‘Charlie’ para los amigos, también consiguió que su figura fuera más importante que la del realizador que plasmaba su libreto en pantalla, aunque ese reconocimiento, la admiración de sus compañeros y un Óscar no debían de resultar suficientes para su ego como artista, y por eso ahora dirige sus propias historias.

Kaufman tenía claro que quería dedicarse al séptimo arte. Estudió cine en la universidad y después empezó a colaborar en una delirante revista de humor llamada National Lampoon, donde publicaba artículos paródicos de escritores famosos y X-Men. Mientras tanto, junto a un amigo, escribía pequeñas obras de teatro y enviaba guiones de películas a gente de la industria. Desgraciadamente para todos, la única respuesta que obtuvieron de sus infructuosos intentos fue una carta de apoyo del actor Alan Arkin, a quien habían ofrecido su guión Purely Coincidental. Harto de la situación, Kaufman decidió probar suerte en el mundo de la televisión. Eran los años 80 y la caja aún era tonta, así que intentó colocar algún guión en Matrimonio con hijos. Aunque el tono ácido y mordaz de Al Bundy podría haber encajado con el del incipiente guionista, tuvo que esperar unos años hasta que consiguió empezar a trabajar en televisión. Y no fue en cualquier sitio. Búscate la vida es una auténtica serie de culto y su tono también conecta con el de Kaufman. Allí escribió dos episodios, que le sirvieron para darse a conocer en el panorama televisivo y empezar a trabajar en otras series no muy famosas fuera de Estados Unidos, siempre en el ámbito de la comedia. Pese al tono amargo de sus películas, Kaufman siempre ha tenido un gran sentido del humor y sus referentes, muy claros: los hermanos MarxWoody Allen Lenny Bruce. Todos ellos, no por casualidad, humoristas judíos, como él.

Being Charlie Kaufman

El guionista neoyorquino fue dando muestras de su desbordante imaginación al escribir el piloto de varias series de su invención, pero todos fueron rechazados por los ejecutivos porque eran “demasiado oscuros y raros”. Mientras iban cancelando todos sus shows, empezó a escribir en 1994 el guión de una película que comenzaba con una premisa de lo más convencional: un hombre que se enamora de una mujer que no es su esposa. Poco a poco fue incorporando elementos extraños, como que el protagonista fuera un titiritero, que encuentra trabajo en el piso 7½ y una puerta que lleva a la mente del mismísmo John Malkovich. Gracias a esas ideas tan originales, empezó a llamar la atención en los despachos de Hollywood, pero ningún productor se atrevía a apostar por una trama semejante, con frases tan ilustrativas como: “¿Por qué coño no puede titularse Cómo ser Tom Cruise?”. El libreto llegó a manos de Francis Ford Coppola, que se lo pasó al que entonces era su yerno, Spike Jonze, un reputado director de videoclips que quedó rápidamente cautivado. A través de sus contactos, entre ellos el de Michael Stipe, cantante de R.E.M., para quien había realizado el vídeo de Crush with Eyeliner, consiguió comprar el guión y que John Malkovich aceptase participar en tal locura en 1999. El resto es historia. Una rebuscada, compleja y metacinematográfica que nos lleva hasta la mente de un autor absolutamente incomparable, una rara avis en el cine americano no sólo actual, sino en toda su historia.

Cómo ser John Malkovich supuso el impulso definitivo en la carrera de Charlie Kaufman. Obtuvo una nominación en los Oscar al mejor guión original (que perdió frente a American Beauty, en una categoría en la que también estaban nominadas Magnolia y El Sexto Sentido; un gran año para el cine) y logró que su nombre empezara a ser conocido, por su estilo surrealista y kafkiano. Su historia sobre un peculiar titiritero en paro que empieza a trabajar en el piso siete y medio de una extraña empresa narra la atracción que el protagonista siente hacia su nueva compañera. Cuando el titiritero descubre una puerta secreta que te mete literalmente en la cabeza del actor John Malkovich durante quince minutos, tanto él como su amada se enganchan a la desconcertante experiencia. La primera película de Charlie Kaufman empieza a dejar entrever algunos de los temas que más le fascinan: la obsesión por otra persona, el temor a la soledad, las inseguridades, el voyeurismo y el sexo.

El buen salvaje

Este inesperado éxito le concedió cierta seguridad al autor, que empezó a escribir tres guiones de largometrajes casi al mismo tiempo. El primero en llegar a rodarse fue Human Nature, en 2001, dirigido por otro prestigioso realizador de videoclips que debutaba así en el cine: Michel Gondry. La película es probablemente la menos inspirada de las escritas por Kaufman, y carece del talento visual propio del cineasta francés, pero tiene ciertas ideas recurrentes que merece la pena destacar. Su estructura está más fragmentada, pues es narrada a través de las declaraciones en un juicio, incluído el protagonista ya fallecido desde una especie de limbo, y varios flashbacks (algunos incluso dentro del propio flashback). El protagonista es un importante psicólogo que investiga la posibilidad de educar a ratones, pero que está cohibido por la férrea educación que le impartió su propia madre. Empieza a salir con una mujer que tiene un extraño problema hormonal que provoca que le crezca abundante pelo por todo el cuerpo, aunque él no lo sabe. Paseando juntos por el bosque encuentran a un hombre que lleva toda la vida viviendo allí como si fuera un mono: aislado, desnudo y sin comunicarse con nadie. Esa persona representa justo lo opuesto que la mujer: mientras ella vive entre personas pero ha sufrido humillaciones por su aspecto simiesco, él parece un humano que se comporta como un animal.

El protagonista se lleva a este tarzán moderno a su laboratorio y empieza a poner en práctica con él sus experimentos de (re)educación para que pueda hablar, leer y comportarse en sociedad. Kaufman reflexiona aquí sobre cómo la sociedad nos obliga a reprimir ciertos instintos, aunque a veces, incluso el más erudito puede acabar dejándose llevar por ellos y comportarse como un animal. Human Nature pasó bastante desapercibida, pero al año siguiente se estrenaron otras dos cintas escritas por él.

Retratos de una obsesión

Adaptation obtuvo un gran reconocimiento, quizá también porque supuso de nuevo la colaboración entre Kaufman y Spike Jonze. Aunque está basada en el libro El ladrón de orquídeas, de la periodista Susan Orlean, el guionista llevó la historia totalmente a su terreno, dando lugar a una de las películas más personales de la historia y, sin duda, a su obra más autobiográfica hasta entonces. Tanto es así, que la escritora, aunque ya había vendido los derechos de su novela, quedó tan sorprendida por el guión que inicialmente se negó a que lo llevaran a la pantalla de esa manera. Afortunadamente lograron convencerle y le encantó el resultado: “Es muy fiel a los temas presentes en el libro como la vida y la obsesión, y otros más sutiles como la añoranza y la decepción”. Efectivamente, aquí el guionista retoma su obsesión por la obsesión, valga la redundancia, pero riza el rizo al aparecer él mismo como personaje que trata de adaptar el exitoso libro y se siente frustrado por la presión de tratarse una obra tan compleja y admirada. Por si fuera poco, Kaufman se desdobla en dos hermanos gemelos: el propio Charlie y Donald, ambos interpretados por Nicolas Cage. El primero es un hombre inteligente y talentoso, pero muy torpe socialmente. Donald, en cambio, es profundamente estúpido y simple, pero con don de gentes.

En Adaptation, el guionista aparece como personaje desdoblado en dos gemelos interpretados por Nicolas Cage

En Adaptation, Kaufman se desnudó más que nunca y expresó sus temores como guionista al enfrentarse a un material ajeno como la novela original. Además de eso, difuminó las barreras entre realidad y ficción, al hacer que el guionista conociera e interactuara con la autora y el protagonista de su obra, lo que, de alguna manera, acaba influyendo en su posterior guión. Toda una pirueta metanarrativa al alcance de muy pocos. Tan lejos llevó la broma que en los créditos del guión también aparece su ficticio hermano; habría sido gracioso ver qué pasaba si hubiera(n) ganado el Óscar al mejor guión adaptado por el que estaba(n) nominado(s). Sin embargo, pese a tan rocambolesca propuesta, la historia es fácil de seguir y totalmente comprensible, que ya es más de lo que muchos guionistas con delirios de grandeza pueden decir.

Confesiones de una mente peligrosa supuso el notable debut de George Clooney como director. Aquí también partía de un libro, concretamente la “autobiografía no-autorizada” de un antiguo productor y presentador de la televisión estadounidense… que aseguraba haber trabajado como asesino para la CIA en los 60. La historia de este creador de telebasura no gozó del éxito esperado, pero se aprecia cierto toque de Kaufman, aunque no colaborara tan cerca del director como solía hacer. Por eso, el guionista reniega de ella: “No creo que Clooney estuviera interesado en las cosas que me interesaban a mí”. Tampoco le gusta el tono de la película y el aspecto molón de su protagonista, lo cual encaja con el carácter melancólico que el guionista suele dar a sus personajes.

Eterno resplandor de la mente inmaculada

Kaufman pudo quitarse el mal sabor de boca dos años después, como hicieran los personajes de su obra maestra: Eternal Sunshine of the Spotless Mind (horriblemente traducida como ¡Olvídate de mí!, y que tomaba su título original de un verso del poema inglés Eloísa a Abelardo). Volvió a repetir con Michel Gondry, pues un amigo del director les dio la brillante idea: ¿qué pasaría si existiera una tecnología capaz de borrar de nuestra mente el recuerdo de una persona en concreto? De ahí surgió la original premisa de una pareja que rompe tras dos años de relación, por lo que la mujer se somete a un proceso quirúrgico para que le extraigan cualquier recuerdo que tenga sobre su exnovio. Él, devastado, acaba recurriendo al mismo sistema. Esto, unido a la brillante puesta en escena de Gondry, da lugar a una película realmente profunda y emotiva, con un poso realmente amargo. Gran parte de la acción transcurre en el cerebro de los protagonistas, mientras vemos cómo muchos momentos de su relación van siendo eliminados.

¡Olvídate de mí! es una de las mejores películas de amor gracias a su toque de ciencia ficción, digno de Philip K. Dick, una original premisa y su poso amargo

Los méritos de Eternal Sunshine son muchos. Parte de un concepto de ciencia ficción, que recuerda al mismísmo Philip K. Dick y lo lleva a un terreno cercano con el que cualquier espectador, hombre o mujer, puede empatizar fácilmente: el dolor tras una ruptura sentimental, que puede llegar a generar ganas de olvidar completamente a la otra persona. Claro que eso conlleva una parte realmente triste, pues también se llevaría consigo los momentos positivos que vivieron juntos. Gracias a todo esto, Kaufman dio lugar a una de las mejores películas románticas del cine, sin caer en clichés ni humor bobalicón, y logró al fin el Oscar al mejor guión original y se convirtió en su película más taquillera.

Terrores cotidianos

El autor escribió y dirigió después algunas obras de teatro, medio en el que ya había hecho sus pinitos cuando era joven. Tanto gusto le cogió que en 2008 dirigió su propia película, Synecdoche, New York. Si en Cómo ser John Malkovich el protagonista era un titiritero que recordaba a él y en Adaptation un guionista de cine que era directamente él, en su ópera prima el personaje principal es un director teatral. No puede evitarlo, Kaufman siempre escribe sobre sí mismo, llevando al extremo esa máxima de los escritores que dice: escribe sobre lo que conoces (como le recuerda uno de los gurús del guión cinematográfico, Robert McKee, al propio autor en una esclarecedora escena de Adaptation). El protagonista es un hombre inseguro que sufre varias enfermedades y que es abandonado por su mujer y su hija. Se vuelca en su siguiente obra de teatro, en búsqueda de una “honestidad brutal”, que le lleva a acabar replicando sobre el escenario su propia vida, con actores que interpretan a sus familiares, amigos e incluso a sí mismo, mientras su mundo se desmorona. Nuevamente, nos muestra el duro proceso creativo que sufre un artista obsesivo, nervioso y lleno de dudas.

Synecdoche, New York es una película de terror con los temores que atormentan a Kaufman: enfermar, envejecer, morir, perder a tu familia, tener la sensación de que no has cumplido tus metas…

Synecdoche, New York es aún más personal y autobiográfica que Adaptation, una obra poliédrica, valiente y realmente descorazonadora, pero de una belleza y ternura exquisitas que representan su madurez como autor. El proyecto nació cuando le ofrecieron escribir una película de terror, pero decidió darle la vuelta para retratar los miedos que le atormentan a él, como admitió después: enfermar, envejecer, morir, perder a tu familia, tener la sensación de que no has cumplido tus metas… Al tratarse de una cinta tan trágica e intimista, fue un fracaso comercial, así que para su siguiente trabajo como director tuvo que recurrir al crowdfunding. Aunque él era reticente a llevar al cine una de las obras de teatro que había creado años antes, un antiguo colaborador le convenció para hacerlo… en animación stopmotion con marionetas, como si estuvieran controladas por el protagonista de su primer filme.

Anomalisa, estrenada recientemente, cuenta la historia de un escritor de libros de autoayuda (¿una nueva forma de plasmarse a sí mismo en pantalla?) alojado en un hotel para presentar su nuevo título. El hombre tiene una curiosa particularidad: percibe a todo el mundo, incluido su mujer e hijo, con el mismo aspecto y voz de hombre blanco. La película tiene una narrativa más sencilla que sus anteriores trabajos, pero mantiene el tono inquietante y el poso melancólico, gracias a un protagonista hastiado y que intenta huir de su vida mundana. Quiere cortar los hilos que le controlan, como si él mismo fuera un títere. Y es que los personajes de Charlie Kaufman no son misántropos, como puede parecer a simple vista; no odian el mundo ni a la gente que les rodea, sino que intentan conectar con las personas, aunque no se les dé bien. El guionista afirma que “mis películas no ofrecen lecciones”, sin embargo, es fácil sentirse identificado con alguno de sus personajes. Aunque nos aterre reconocerlo.

Naturaleza humana

Con el alto componente autobiográfico de su filmografía, es fácil detectar un posible trauma infantil del autor: ser pillado masturbándose. En ¡Olvídate de mí!, cuando el protagonista se refugia en antiguos recuerdos y vuelve a ser un niño, aparece aliviándose con un tebeo porno hasta que su madre la pilla in fraganti. Algo parecido pasa en Adaptation, donde el propio Charlie Kaufman fantasea con una mujer que acaba de conocer, pero le interrumpe su hermano. El mono-hombre de Human Nature no puede reprimir sus deseos sexuales en público, ya sean onanistas o de frotamiento, sin importarle la presencia de otras personas. Incluso el protagonista de Anomalisa, cuando llega al hotel, capta a un hombre en el edificio de enfrente haciéndose una paja ante el ordenador.

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