Carlos Fernández Liria
El jueves, 27 de febrero de 2020
El sentido común ha sido tan derrotado en las últimas décadas que vivimos acostumbrados al delirio como lo más normal. Aceptamos como inevitables cosas bien raras. Por ejemplo, que el mayor peligro con el que nos amenaza el coronavirus no es que infecte a las personas, sino que infecta a la economía. Resulta que nuestra frágil existencia humana no resulta tan vulnerable como nuestro vulnerable sistema económico, que se resfría a la menor ocasión. Naomi Klein dijo una vez que los mercados tienen el carácter de un niño de dos años y que en cualquier momento pueden cogerse una rabieta o volverse medio locos. Ahora pueden contraer el coronavirus y desatar quién sabe si una guerra comercial global. Los economistas no cesan de buscar una vacuna que pueda inyectar fondos a la economía para inmunizar su precaria etiología neurótica. Se encontrará una vacuna para la gente, pero lo de la vacuna contra la histeria financiera resulta más difícil.
Se llevan las distopías, esas representaciones de un futuro alienado y hostil que invitan a mirar el presente como un eslabón doloroso entre un pasado ficticio pleno de felicidad y el porvenir fatal. Esa reinvención de lo vivido, que se filtra en las formas narrativas, invade también la esfera política, donde la nostalgia se ha convertido en un reclamo para el voto de los infelices. Parecen decirle a la gente: nosotros hemos fabricado la máquina del tiempo y te vamos a devolver al lugar que te mereces. Y no, la madurez consiste ni más ni menos en la aceptación del tiempo que te toca vivir. Por eso la distopía solo es interesante si se maneja como un juego de espejos con la realidad, a favor de la decencia y en contra de ese mirar para otro lado en el que nos hemos dejado arrastrar. Es decir, aceptar que toda ciencia ficción, todo relato histórico, toda pieza de época, de lo que habla es del presente en el que fue llevado a cabo.
El actor sueco Max von Sydow ha fallecido a los 90 años, según ha informado su mujer a Paris Match.»Con el corazón roto y una tristeza infinita, tenemos el dolor extremo de anunciar la partida de Max von Sydow el 8 de marzo de 2020″, ha comunicado su mujer, la productora Catherine Brelet.
Si nadie hubiera aprendido a leer, muy pocos se habrían enamorado.
La Rochefoucauld
Hace unos días, dos señores de mediana edad entraban en la exposición que la Biblioteca Nacional ha dedicado a Benito Pérez Galdós. Uno le decía al otro: “¿Te sabes aquel en que [don Benito] le decía a la gallega esa?”. Seguía uno de los habituales chistes verdes sobre la relación entre Galdós y Pardo Bazán. Es francamente curioso que en este país esa relación amorosa entre estos dos grandes escritores del siglo XIX sea objeto manido de chascarrillos más o menos rijosos. Los amores de Madame de Stäel y Benjamin Constant, los de Elizabeth Barrett Browning y Robert Browning, o los de George Sand con Frédéric Chopin y Alfred de Musset, han recibido desde luego otro tipo de atención y forman parte de la historia literaria o, incluso, de la historia tout court de sus respectivos países.
El melodrama moderno
El cine se ha interesado por la obra teatral y novelística de Benito Pérez Galdós. Las historias de amores cruzados del escritor canario producen dependencia, como la de las grandes ficciones televisivas
MANUEL GUTIÉRREZ ARAGÓN
En la larga sequía de aprecio, por unas razones o por otras, respecto a la obra de Galdós —aunque sus Episodios nacionales siempre estuvieran a salvo del desecamiento—, el cine, por el contrario, encontró en don Benito Pérez Galdós una fuente persistente de inspiración y suministro de historias. Es curioso que si, en los medios literarios, al escritor se le considerara poco moderno, sobrepasado por los Azorín, Baroja, Valle, que renovaron la escena literaria, fuera la más moderna de las artes la que acudiera sin dudarlo una y otra vez al viejo escritor. Y que cineastas de imágenes rompedoras y específicamente cinematográficas, como Buñuel, le utilizaran de punto de partida para sus creaciones. ¿Por qué atrae de manera tan continuada a cineastas tan distintos? ¿Cómo es que atraviesa épocas y gustos distantes?