03 PM | 28 Nov

CLAUDE SAUSET

Atendiendo a su labor como guionista al servicio de otros realizadores a lo largo de un decenio y a sus primeros films como máximo responsable tras la cámara, la obra de Claude Sautet podría encuadrarse dentro del cometido profesional de directores abonados a los polars (“policíacos franceses”) como Jacques Deray, Alain Corneau, Henri Verneuil o José Giovanni. No en vano, este último oficiaría de coguionista de Sautet en su segundo largometraje, A todo riesgo. Se trata de una crónica policíaca interpretada por Lino Ventura, quien asimismo participaría en otras propuestas argumentales en las que figuraría en los créditos el poco valorado José Giovanni —Hasta el último aliento (1966) de Jean-Pierre Melville y El clan de los sicilianos (1969) de Henri Verneuil–. Pero precisamente durante la época de mayor significación y repercusión internacional del polar, Claude Sautet ofrecería un cambio de registro genérico. Una vez finalizada la producción de Armas para el Caribe –traslación a la gran pantalla de la novela de Charles Williams Aground, autor a quien ya había adaptado dos años antes su obra Nothing in Her Way en La estafadora (1963)–, Sautet se consagró al retrato en clave dramática de la sociedad francesa de clase media-burguesa a partir de la exposición de elementos cotidianos (la infidelidad conyugal, la crisis de pareja, etc.). Apoyado en un reparto más o menos estable –Michel Piccoli, Romy Schneider– que admitía pocas variaciones, Claude Sautet –con la colaboración de los novelistas a los que adaptó, como Paul Guimard y sobre todo Claude Néron– articula una serie de historias que hablan sobre la fragilidad de las relaciones sentimentales, ya sea desde una relación a tres bandas (Las cosas de la vida), a cuatro bandas (Ella, yo y… el otro, una narración deudora de la obra de Thomas Hardy Lejos de un mundanal ruido pero provista de un sustrato menos naturalista) o de concepción coral (Tres amigos, sus mujeres y… los otros). Pero tras la desaparición de Romy Schneider, Claude Sautet pasó su particular “travesía por el desierto” en aras a encontrar un rostro femenino que pudiera comprometerse con unas historias que nacen desde los sentimientos, en las que priman los gestos y las miradas que tratan de expresar la necesidad de perpetuar una relación amorosa o la pérdida del valor afectivo. Valores que ha sabido encontrar en los últimos años en Emmanuel Béart a través de sus composiciones en Un corazón en invierno y Nelly y el señor Arnaud, films que certifican el conocimiento de Claude Sautet y de su guionista Jacques Fiesqui –inseparable desde Quelques jours avec moir— sobre la condición humana, descrita cada vez con mayor precisión y sensibilidad.

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