09 PM | 25 Nov

Ensayo general de una revuelta

No es casualidad que Francesc-Marc Álvaro dedique Ensayo general de una revuelta a Jaume Lorés. A los jóvenes dudo que el nombre les suene, pero los veteranos lo recordarán. Durante años, Lorés fue un sospechoso habitual de estas páginas, destacando por dos virtudes envidiables: la lucidez irónica –la estrategia para discrepar de los propios– y la inteligencia analítica –el talento necesario para sistematizar aquello que se quiere comprender–. Este hijo de la ilustración católica de la posguerra –de la progresista y la nacionalista– fue uno de los mejores ensayistas sobre la cultura del catalanismo contemporáneo ( La transició a Catalunya es memorable) y uno de los mejores intérpretes en directo de su presente político.

Añorándolo, Álvaro se ha preguntado a menudo qué diría Lorés de este o aquel episodio de la actualidad. Y, más que imaginar su respuesta, ha manifestado respeto por la actitud de escritores de diarios con quienes aprendió el oficio (valdría Fuster, Ibáñez Escofet también) y que en sus ­artículos fueron libres, críticos y comprometidos. Con esta actitud ha pensado su ensayo.

Ensayo general, publicado en catalán y castellano, no es un libro de combate –como lo era Els assassins de Franco– ni es periodismo –como lo era el gran reportaje Ara sí que toca–, ni tampoco un testimonio de su periodo de vinculación con el independentismo organizado –como lo era el dietario Per què hem guanyat–. Va más adentro. Es una meditación severa que, dotándose de una cierta perspectiva histórica y acompañada por pensadores de primer nivel (Arendt más que nadie), quiere explicar el origen, el nudo del procés y sobre todo sus debilidades. Es más. Es una interpelación, dura pero sin acritud, sobre las prisas y los populismos, sobre el miedo, las violencias y la potencia de las identidades. Y aún más. Es un libro madurado en el silencio de la retaguardia, tras años de tensiones (claro que las hemos sufrido) y después de haber padecido (todos) una extraña derrota colectiva.

Escribirlo no debe de haberle sido agradable: ha arriesgado profundizando en las fallas de los otros pero también en las de los suyos. Y por eso, intuyo, Álvaro ha dedicado el libro al Lorés a quien leía, ha recordado, y con quien alguna vez habló bajo el cielo de Vilanova.

Pero que el lector, eso está claro, no busque rectificación alguna. Aquí Álvaro reanuda la interpretación que ha ido conso­lidando sobre las causas de la soberani­zación de la sociedad del catalanismo. Sostiene que el grueso central de esta sociedad, muy rápido, vivió una mutación: “Un cambio de mentalidad en una parte dinámica y central de las clases medias que, a su vez, se traducía en un cambio de ac­titud en relación con el poder de Madrid y su autoridad”. Este cambio, que no se ha ­revertido ni nada hace prever que se vaya a revertir a medio plazo, es lo que definió ­como “la desconexión”. La crisis constitucional, provocada por la degradación del Tribunal Constitucional y por la letra y el espíritu de la sentencia del Estatut, habría hecho obsoleto el juego de lealtades del 78 y habría acelerado la voluntad creciente de muchos catalanes de repensar el poder del Estado a través del ejercicio del volátil derecho a decidir. De repente, el independentismo, que siempre había sido un vector minoritario, quedaba no sólo naturalizado sino que en pocos años se convirtió en un bloque hegemónico desde el punto de vista del relato.

Pero todo este proceso, publicitado casi como una aventura, iba superando pantallas obviando el estrés identitario al que estaba sometiendo a una parte de los catalanes (lo explica en el último capítulo), sin preocuparse por la deriva populista en la que podía caer (la describe nítidamente) y sin calibrar la radical complejidad del reto que se había puesto en marcha (como va apuntando, y esta es la tesis central, a lo largo del libro). Se actuó, de hecho, como si sobre la realidad, por el hecho de decirlo y quererlo, todo fuera posible. Y así muchos catalanes (cómo cuantificó el Vicens Vives que aquí reprende) escenificaron una revuelta más que no llegaría a revolución porque, desde el comienzo, sus dirigentes olvidaron la naturaleza ambivalente del Estado: la del monopolio de la fuerza para preservar el grueso del poder, sí, y también la dinámica de funcionamiento de una comunidad compleja. Cuando llegó la hora de la verdad, de repente, la revolución de las sonrisas se transformó en un doloroso espejismo porque el Minotauro estaba allí.

En ‘Ensayo general de una revuelta’, Álvaro ha arriesgado profundizando en las fallas del independentismo

Señalar estas debilidades no invalida el diagnóstico sobre el cambio de mentalidad de la sociedad del catalanismo ni sobre sus razones. Al contrario. Sustanciar un diagnóstico matizado sobre qué ocurrió es condición necesaria para volver a poner en marcha, más allá de los eslóganes, aquello que se ha ido apagando: la política. Y esta reflexión sobre los catalanes y el poder ha encaminado a Francesc-Marc Álvaro al territorio de honestidad intelectual donde la investigación de la verdad la matiza la luz de la duda. “Las viejas preguntas vuelven y no tenemos una respuesta clara y satisfactoria”.

EL MINTOTAURO ESTABA ALLÍ, JORDI AMAT EN LA VANGUARDIA

Compártelo:

Escribenos un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *