11 PM | 22 Dic

La ficción de un movimiento obrero: Con uñas y dientes

Por Alberto Berzosa

Entre la producción de cine político que llenó las pantallas españolas durante la Transición, merece la pena recuperar la película Con uñas y dientes (1977-1978), dirigida por Paulino Viota. Con ella su autor suma un buen ejemplo al subgénero de la ficción de izquierdas que desde hacía una década triunfaba en las pantallas europeas, en especial en las francesas, alemanas e italianas, y cuya obra más representativa fue Z, de Costa-Gavras (1969). Este tipo de películas se caracteriza por tratar temas políticos desde un punto de vista crítico y sesgado desde posiciones progresistas, que se manifiestan en los argumentos y el tratamiento de los personajes a través de la defensa de las clases trabajadoras o de los colectivos socialmente desfavorecidos. Normalmente se trata de películas que asumen las fórmulas del cine comercial y se exhiben a través de los circuitos al uso; en aquellos tiempos, las salas de los principales cines. El director que mejor representaba la ficción de izquierdas en la España de finales de los setenta era Eloy de la Iglesia, autor de películas que llegaron a ser grandes éxitos de taquilla, como El diputado (1978). Frente a la presencia mediática y la prolífica trayectoria de éste, en los setenta Paulino Viota emergió como un director de escasa obra y métodos de trabajo semiclandestinos. A pesar de que sus películas siempre contenían un valor de resistencia política, su mensaje se transmite de un modo más matizado que en las películas de De la Iglesia, y su cine en general puede definirse como intimista, experimental y minoritario. Al menos esa fue la lógica hasta que realizó Con uñas y dientes.

Este film se realizó en pleno camino hacia la democracia y quizás por eso Viota se propuso dar con él un giro a su carrera utilizando las fórmulas más comerciales de la ficción de izquierdas para desarrollar el tema de la huelga como estrategia de lucha obrera, que es el argumento principal de Con uñas y dientes. El objetivo era alcanzar a un público más amplio para hablar de asuntos sociales relevantes y contribuir así de modo más directo al proceso transicional que se vivía en el país. Por ello, Viota organiza el relato de la huelga, de las discusiones de los obreros encerrados en su centro de trabajo y los diferentes avatares de la lucha contra sus patrones, a través de una narrativa de thriller policiaco —un género amable para todos los públicos—, protagonizado por un líder sindical proletario —un héroe—, que se enfrenta a un capitalista despiadado y a sus matones —los enemigos—, con la ayuda de una mujer con la que acaba teniendo una relación sentimental —componente romántico—. La fórmula aquí empleada por Viota para hablar del proceso de huelga plantea uno de los principales problemas del cine político de todos los tiempos, a saber, que al tiempo que se emplean recursos exitosos para atraer al público a las salas de cine parece perderse profundidad en el tratamiento de los hechos políticos que se describen.

En Con uñas y dientes, la problemática real que subyace tras los motivos de la huelga, como la existencia de una crisis económica, las prácticas empresariales fraudulentas para evitar esa crisis o la naturalidad con que sus consecuencias suelen recaer en la clase trabajadora, es sólo mencionada de pasada, no se explica con detenimiento, y corre el peligro de quedar endulzada por narrativas románticas, de misterio y suspense —con las que juega la ficción de izquierdas— que matizan su gravedad. Sin embargo, en paralelo al riesgo de perder contundencia en el compromiso de los mensajes, el intento por acercar temas políticos a públicos mayoritarios que propone Paulino Viota tiene la ventaja evidente de posibilitar la creación de debates y generar estados de opinión acerca de asuntos importantes que normalmente pasan desapercibidos. Además, teniendo en cuenta que la sociedad española en aquellos años estaba sometida a un alto grado de politización, focalizar su atención de este modo sobre el tema de los derechos laborales, la precaria situación de los obreros o la importancia de mantenerse firme en la defensa de unos ideales puede considerarse un éxito estratégico del autor.

Resulta complicado resolver el problema de la ambivalencia del cine político mainstream y valorar si sus fórmulas son más o menos efectivas que, por ejemplo, las de un documental militante, cuya repercusión será mucho menor, pero en contraposición, su discurso puede ser más firme. En cualquier caso, ambas posiciones suman y contribuyen desde planteamientos distintos a un objetivo común, la visibilidad del universo obrero, sus problemas, luchas y compromisos, de tal manera que podamos concluir que seguramente la una no tendría sentido sin la otra.

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