07 PM | 15 Feb

Tomás y las primarias

En el bolg de ésta semana me voy a limitar a copiar un artículo de Cesar Giner de octubre del 2014 (que se quiso presentar a las primarias del PSM) para que os sirva de análisis y valoración más precisa de las tertulias pst-comida:

Corren tiempos de ética y estética en el PSOE, de Códigos de Conducta y detelepromter. Se ejecutan medidas para que el partido sea transparente. Se dictan normas para ser buenos socialistas. Se diseña con esmero el marketing de una organización que lucha en una situación muy compleja entre las marejadas que zarandean el proyecto de España como país: tarjetas de crédito opacas en el marco de entidades rescatadas, la estulticia estatal y madrileña de la gestión de la crisis del ébola, la crisis secesionista Catalana adobada por el escándalo de los Pujol, la austeridad y los recortes del Estado de bienestar que causan dolor y desafección, la insoportable corrupción de Bárcenas y la lamentable estela de la crisis de los Eres.

Se echa de menos en el PSOE la concreción de un proyecto de Estado que recupere los afectos de las personas por España, y hace falta más corazón para estar cerca de las causas que preocupan a la ciudadanía española. Me cuentan que los que nunca se van, los militantes más veteranos, ahora abandonan el partido porque echan de menos la inmediación y el compromiso, el proyecto, el camino a recorrer, que siempre es mejor que la posada, como nos recuerda Cervantes. Los mayores, que forman el círculo más íntimo del PSOE, abominan de lo estrictamente estético y trivial, y algunos se marchan. Nunca había pasado algo así. Por tanto, cabe exigir menos formas y más fondo, más cercanía y más proyecto. Más corazón, en definitiva.

Es preciso que cunda la ejemplaridad en el funcionamiento democrático del PSOE. Antes de enseñar cómo ser un buen socialista conviene que las direcciones políticas del partido no caigan en la tentación de convertir los procesos democráticos de elección de sus candidatos en una pantomima. Sencillamente porque queda en entredicho la credibilidad interna y externa de la organización política. Si se pide ética a los socialistas, también hay que exigir ética a las direcciones políticas para que garanticen la democracia total prometida a la militancia y a la ciudadanía.

El PSOE ha apostado por la democracia total regulando las elecciones primarias abiertas, que invitan a la ciudadanía a participar en los procesos de elección de sus representantes en las instituciones. También lo ha hecho de forma radical con las primarias cerradas, en las que ahora participan todos los militantes en la elección de su máximo responsable orgánico, el Secretario General. Los procesos abiertos se rigen por una normativa que aprueban los órganos federales y que dejan capacidad de matización a los órganos regionales, que pueden plantear la conveniencia en su territorio de optar por el sistema abierto o cerrado, y concretar plazos y mecánicas de los procesos, elección de órganos de control y seguimiento.

El objetivo es claro: la democracia total en el PSOE. Se trata de reducir el poder de decisión y de cooptación de los aparatos e incrementar la participación de los ciudadanos en las decisiones buscando su acercamiento y confianza. En el proceso de debate sobre las primarias ha destacado la voz de Tomás Gómez, Secretario General del PSM, que ha defendido la conveniencia de abrir el sistema de elecciones primarias y de facilitar su realización eliminando cualquier barrera que las impidiera.

Aproximándose las elecciones municipales y autonómicas a celebrar en mayo de 2015, se puso en marcha el proceso de primarias, y en Madrid, sorpresivamente, Tomás Gómez propuso a su Comisión Ejecutiva que las elecciones primarias fueran cerradas. La Ejecutiva, sin debate, acató la propuesta. Posteriormente en un Comité Regional no se explicó ni votó la decisión. No se ha justificado por qué es mejor para el partido y la ciudadanía madrileña que las elecciones para elegir al candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid fueran cerradas y no abiertas, como Gómez ha venido defendiendo airadamente a lo largo de los dos últimos años. Ahí puede situarse el principio del fraude. O no se creía lo que defendía antes, o no se cree lo que defiende ahora. ¿Se creía las razones de apertura a la sociedad que concretaba con pasión en las primarias abiertas? o ¿ha dejado de creer en ellas y considera mejor distanciarse de la sociedad a la que aspira a gobernar? Puede que tenga razones, pero no las ha explicado, y eso ya constituye un déficit democrático, acompañado de una falta de coherencia, que conduce a una ausencia de credibilidad. Destaca su contradicción con las propuestas de regeneración democrática del nuevo PSOE de Pedro Sánchez, que quiere obligar por Ley a que los partidos elijan a sus candidatos a las instituciones por primarias abiertas.

Pero no acaba ahí el conjunto de actuaciones que han conformado el cuerpo robusto del engaño. Se propuso por el PSOE un reglamento para la celebración de primarias que pedía un diez por ciento de avales a los candidatos que optaran a las Comunidades Autónomas, y un veinte por ciento a los que compitieran en los Ayuntamientos. Sin embargo, Pedro Sánchez sólo tuvo que reunir un cinco por ciento para concurrir a las primarias que le convirtieron en Secretario General del PSOE. ¿Qué razones objetivas existían para levantar tan altas barreras de entrada a los procesos autonómicos y locales? ¿Acaso no era una forma de blindar a los aparatos regionales y locales, tejiéndose de forma más tupida el fraude, y nuevamente en contradicción con la prometida democracia total en el PSOE? ¿No es razonable pensar que con ese entorpecimiento de los procesos democráticos se sigue perdiendo a borbotones credibilidad ante la militancia y también ante la sociedad madrileña?

No acaba aquí la posible manipulación. Los órganos federales contemplaron dos fechas, el 19 de octubre y finales de noviembre para llevar a cabo los procesos de elección de candidatos. Y Tomás Gómez, que estaba por la participación de todos, de dentro y de fuera, por la fiesta de la democracia, eligió la primera fecha. Todo cerrado, todo deprisa y corriendo, en una Comunidad con más de 6,5 millones de ciudadanos, y en la que el PSOE dispone de más de 150 Agrupaciones con 15.600 militantes. Al Secretario General le pareció equitativo que cualquier candidato alternativo tuviera diez días para recoger 1561 avales nominativos por más de 150 locales, con una militancia dispersa y que en el periodo de su liderazgo, no solo ha disminuido a la mitad, sino que ante derrotas sucesivas está desmotivada y desmovilizada en alto grado. Todo ello sin facilitar recursos, ni un mínimo contacto con la militancia. Claramente se seguía el guión, imposibilitar a través de las decisiones y del prolijo reglamento que nadie pudiera alcanzar ni siquiera los avales para competir. Muy práctica disposición reglamentaria en la dirección del fraude perfecto, y así tendríamos lo más imaginativo, primarias sin primarias, elecciones sin urnas. La primera valoración de este proceder es sencilla: Gómez ha renunciado a la credibilidad y la coherencia, y eso son valores ligados directamente a la confianza que es imprescindible para las relaciones políticas en una democracia.

Es posible que los ciudadanos se crean los argumentos que aquí se exponen más que los resultados expresados por unas frías cifras de avales, que conducen a una proclamación entusiasta de una militancia que no ha demostrado motivación alguna en el rápido proceso de las falsas primarias. Unos avales conseguidos por Gómez sin hacer campaña, sin visitar las Agrupaciones, desde el despotismo ilustrado de un liderazgo aclamado desde el más profundo de los silencios y las apatías. 6.700 avales frente a 1000 de dos candidatos, que no han tenido ni tiempo, ni medios, ni espacios suficientes para decir quiénes son y que quieren, pero que hubieran podido concurrir si la barrera de entrada a la competición hubiera sido del 5 por ciento de avales.

A todo esto los responsables federales dieron el visto bueno. En esta ocasión Tomás Gómez no era el díscolo, sino un muy valorado miembro del nuevo equipo directivo del Partido, ha dejado de ser un verso suelto como lo fue frente a Alfredo Pérez Rubalcaba. El conjunto de la decisión sobre Madrid, que se considera gravemente equivocada, es colegiada.

Queda claro que el principal pero no único responsable de este fallido proceso es Tomás Gómez. Hay que preguntarse por qué se ha actuado así. La deducción inmediata es que se ha hecho para consolidar a Gómez. Con un único candidato, proclamado y aclamado, sin votación alguna, los resultados electorales seguro que serán mejores que con la celebración real de primarias. Estas razones son la expresión del miedo, de la debilidad, de la escasa seguridad en el liderazgo y, sobre todo, del reconocimiento ante la sociedad madrileña de la endeblez de un responsable político que solo ha ido cosechando resultados cada vez peores. ¿Ha podido más el miedo que la democracia? ¿La desconfianza en el líder orgánico que su posible consolidación por los militantes y la ciudadanía?

Las consecuencias finales en términos políticos cuando se pierde credibilidad y confianza nos dicen que serán otros los que la tengan mayor en los ámbitos de la izquierda. Habíamos prometido que íbamos a convocar a los ciudadanos para que decidieran con nosotros. Lo que han encontrado es que, sin que nadie explique el por qué, no solo no queremos escucharles, sino que tampoco queremos que participen nuestros propios militantes. No es aventurado deducir sus veredictos. Solo queda poder cuantificar sus desafectos y distanciamientos el 25 de mayo próximo. Si esto llega a ocurrir y se sigue sin recuperar el liderazgo perdido hace más de veinte años en Madrid, y a lo que ahora puede incluso añadirse la pérdida del liderazgo de ese cada día más complejo y fragmentado espacio político progresista, las posibilidades del PSOE en Madrid serán inéditas. Perder la segunda posición político-electoral, que no puede descartarse, es de extrema gravedad, primero en mayo, y con influencia negativa segura en las elecciones generales a celebrar a finales de año. Si se pierde el liderazgo de la izquierda, los caminos a recorrer son nuevos y los márgenes de actuación, en un escenario sin mayorías claras, escasos y comprometidos. El PSOE es un partido con vocación de gobierno y no está en su cultura el papel de bisagra entre opciones conservadoras o progresistas.

Si se da esa situación será como consecuencia de las decisiones que se han ido tomando en estos días. Decisiones aquí denunciadas, que significan menos democracia de la prometida, menos participación ciudadana y más atención a los intereses grupales que a los generales. Los que las han tomado tendrán, además de un profundo sentimiento de derrota, que afrontar la grave responsabilidad por sus acciones u omisiones. Se ha incumplido la promesa de democracia total en el PSOE.”

Compártelo:

Escribenos un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *