02 PM | 08 Oct

COMENTARIO A LA PELI ” EL VALLE DE LOS CARNEROS”, DE EUGENIO

COMENTARIO A LA PELI “ EL VALLE DE LOS CORDEROS”, DE EUGENIO:            

QUÉ BONITA LA RECONCILIACIÓN DE HERMANOS (¿POR INTERÉS?). ¿Y QUÉ MÁS? .

Titulo esta crítica, si se la puede llamar así, simple comentario de la peli que vimos en la Casa de Cultura del Escorial, parafraseando la de Carlos Boyero sobre la de Juan Diego Botto que se estrenó recientemente en Madrid, apenas 2 o 3 días. No he visto aún esa peli española, que comenta Boyero, pero me atrevo a señalar el orden inverso al suyo de la peli islandesa que comento aquí.

Se trata de una historia de dos hermanos que no se hablan desde más de 40 años, casi se puede decir que se odian, en la Islandia profunda del campo, que viven en casas contiguas en un pueblo, solitarios, sin familia ni compañeras cohabitantes con ellos, y que compiten por el pedigrí de una raza de carneros muy antigua por esos lares y muy valorada en el país, cuyo premio se lleva uno de los 2 hermanos sobre el otro que queda segundo. Así comienza la película.

Todo ello en un contexto comunitario alegre y de aparente normalidad y bienestar, dentro del aislamiento de sus habitantes respecto de ambientes más urbanitas y modernos, hasta que sobreviene la crisis, por la cual uno de los hermanos, Gummi, el que ha quedado segundo en la competición de raza de carneros, descubre entrando en los establos del otro, Kiddi, bastante violento, como se muestra en las escenas posteriores con su hermano, que el carnero ganador tiene una enfermedad en el cerebro ya conocida allí, que se puede convertir en pandemia del valle, de carneros, que el hermano perdedor, Gummi, difunde sin saber o por celos de su hermano, que se transforma en una catástrofe económica y social para todos, incluido él mismo.

Enseguida, la cosa termina en el imperio de la ley que actúa drásticamente, exigiendo la eliminación de todos los carneros de raza del valle, salvo la del hermano perdedor que se adelanta a matar a todos los suyos, sin esperar a los funcionarios que ejecutan, salvo unos 5 o 6 que se reserva, escondiéndolos para su reproducción, en el sótano de su casa, lo que origina una catástrofe económica y social, a pesar del seguro y plazo de 2 años que les dan las autoridades veterinarias a los ganaderos para que actúan de brazo armado contra la pandemia hasta que puedan volver a su negocio los habitantes, si es que pueden. Mi amigo Alfonso aseguraba en el coloquio posterior, que sí, que estaban cubiertos por los seguros, y que todo estaba normal, no había problemas. ¡A descansar a la bartola!. Aquí radica, mi paralelismo invertido con la crítica de Carlos Boyero en el Pais, sobre  “ En los márgenes” de Diego Botto, sobre el drama de los desahucios: ¿Y qué más ?.

Porque, claro, la peli, a partir de ahí, se olvida de ese contexto social y comunitario tremendo, y sigue por los derroteros de los 2 hermanos, su odio, la violencia de uno sobre otro, al saber que su hermano ha difundido la noticia y ha provocado su separación de los carneros, su vida y su sustento. Se emborracha, le da dos palizas al menos a su hermano, le ataca con escopeta en mano cuando está en su casa….Hay una escena, dura, en la que el hermano Gummi, el pacífico, avisado por otro del pueblo, lleva a su hermano en coma etílico, suponemos, enfermo grave en todo caso, en la plataforma del camión excavadora, y lo deposita mecánicamente en la puerta del hospital, ante el estupor de médicos y enfermeros de guardia.

Al final, el hermano Gummi, que ocultó a 6 carneros para conservar la raza y el negocio, suponemos que con la venta de crías de carnero para consumo en las ciudades de Islandia, lo que buscaba con la ocultación en el sótano, es descubierto por los funcionarios de la Ley del sacrificio obligatorio, y aquí ocurre el milagro, que los 2 hermanos que se odian, se convierten en aliados para seguir ocultando la prueba, incluso llevando a los carneros-semilla a la montaña nevada a  altos grados de temperatura con una ventisca endiablada, donde el hermano violento en la escena final, “salva” a su hermano, cavando un agujero en la nieve y abrazando desnudo a su otro odiado hasta entonces, que había desnudado también para darle calor. Todo, se supone, porque el hermano odiado había salvado su negocio y su vida, aunque supiera que en la herencia su padre le había dejado la propiedad de su casa y terreno donde vivía y mantenía los carneros. Un perro,  border coli, hacia de intermediario de mensajes escritos entre los 2 hermanos.

Bueno, todo bien, buenos paisajes, buen relato intimista, bien rodado cinematográficamente, intenso y entretenido, pero, como dije  al final, me deja con la incertidumbre, de lo que pasó en ese pueblo a nivel comunitario con 2 años de sequía económica, ya que la cría de carneros de raza era el monocultivo del pueblo, de todo el valle. Todo por contarnos ese relato intimista, bien contado eso sí, entre un sustrato o contexto social donde se libra la batalla de verdad por la supervivencia. De ahí el ¿Y qué más?, del Boyero invertido en esta peli.

Porque solo entrando, a tientas, en ese otro relato alternativo o complementario, que solo coloca allí a los hermanos, sin entrar en él para nada, no le interesa, ¿qué sería de ese pueblo o valle durante los 2 años que tenían, como mínimo que esperar, que otras veces en otros lugares, se había reproducido la pandemia de carneros hasta 3 veces, qué sería de las familias y de la vida de toda la comunidad, que seguro habrían tenido que endeudarse para vivir esos años de espera, teniendo que pagar sus hipotecas a los bancos y a los seguros, sin medios alternativos de vida en ese inhóspito lugar, al parecer?. Emigrarían, como dijeron e hicieron algunos. ¿A dónde, cómo? Nadie, ningún banco, ni ningún estado protector les iba a exonerar de tal quiebra personal. Hasta que pasara lo del 2008, en Islandia, en la crisis del capitalismo neoliberal, donde según supimos, fue el único país que nacionalizó a los bancos. No sé cómo están ahora, pero me atrevo a pronosticar que una vez salvados volverán, ellos si, al negocio porque el  estado benefactor les retornará en su propiedad inicial. Ya sabemos, la socialización de pérdidas y la privatización de beneficios. Un relato que probablemente interesara, como dice Boyero, a los cineastas Ken Loach y los hermanos Dardenne, de los que ya vimos alguna peli, en la pandemia humana de aquí reciente del Covid, en ordenador con zoom de algunos de nosotros. Por cierto, también se podrían sacar conclusiones, que ya se han olvidado, sobre quién o quienes fueron beneficiarios de la misma, qué países, qué continentes, qué empresas, quién financió las vacunas que salvaron vidas y quién se apropió de los beneficios exagerados e injustos, sin contrapartida investigadora y quién solo puede ver las estadísticas, y quién ni eso siquiera.

Pero hay otro asunto que colea en la película, para el que lo quiera ver, no porque la peli entre en él, el del derecho a rechazar la ley, a sus exigencias destructivas, sin alternativa protectora, cuando está en juego la vida primaria, aunque el hermano perdedor la realiza, ocultando los carneros a la autoridad constituida, y la comunidad, por un momento, aventura la rebeldía. Nada que ver, no obstante, con el negacionismo de la ciencia que algunos han practicado en nuestra pandemia.

Otra película, sería, por lo que vista ésta, nos mantenemos en la intimidad de los hermanos que se vuelven a querer, aunque fuera por interés.

EUGENIO

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