10 PM | 19 Abr

Sensaciones. Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce. 1080 Brouxelle

Sensaciones.
Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce. 1080 Brouxelle.
Alfonso Peláez
En el ambiente de sobreinformación que nos envuelve, está muy extendido el
hablar por boca de ganso. Para no caer en una actitud tan tentadora con respecto a la
película de Chantal Ackerman, ayer aguanté como un estoico, minuto por minuto, los
201 que empalma la grandiosa obra.
Y ¿qué me pareció? Un tostón. Ahora bien, creo que un tostón beneficioso para
algún tipo de espectador cinéfilo, en cuyo perfil casi estoy dispuesto a incluirme. Me
explicaré.
Cuando se realizó esta película en 1975, hacía muchos años que los realizadores
y el espectador habían convenido que, por ejemplo, las armas se cargan con fogueo
para rodar una muerte por herida de bala, o que, de igual modo, no es necesario
fotografiar en tiempo real el rebozado completo de unas milanesas, pongo por caso.
Las convenciones y la elipse son la esencia del cine. Lo que quiero decir es que,
cuando Ackerman apuesta por el tipo de plano fijo interminable, está proponiendo
enmiendas muy serias a lo que la mayoría aceptamos como la esencia del séptimo
arte. Y, desde luego, hay que estar muy seguro de lo que se busca para perpetrar
osadías de tal magnitud. Ella lo hace y, ya digo, le sale un tostón que, ayer al menos,
produjo un goteo continuo de desertores en la Casa de Cultura.
Pero también digo que puede ser un tostón beneficioso. Porque, si lo que la
directora quiere es contagiarnos el desasosiego de Jeanne, eso creo que lo logra
plenamente. Los gestos de la protagonista comienzan siendo metódicos, sistemáticos,
se diría, incluso, que majestuosos. Pero al paso del segundo día, se activa en ella un
mecanismo, quizá una toma de conciencia, que va transformando sus movimientos en
nerviosos y el sistematismo, poco a poco, va hacia los puros actos fallidos. A esas
alturas estamos ya en las dos horas y pico y el espectador también baila en la silla
contagiado por un malestar tan difuso como el de la señora Dielman. Tal vez, objetivo
conseguido. Tal vez.
Luego, tengo que reseñar que me gustaron tres cosas más. Me gustó la fijeza de
la cámara y su tozuda reiteración de encuadres. Me gustó el valor arqueológico de
reflejar unos objetos domésticos de una solidez y una funcionalidad que se han
perdido irremediablemente en el curso del último medio siglo. Y me gustó el
testimonio exacto de la grisura de la ciudad.
Termino. ¿Y afirma usted que esta es la mejor película de la historia? Llamadme
señoro, pero os aseguro que estoy escuchando las risotadas de Howard Hawks, de Billy
Wilder, de Truffau. Y de Jack Warner, también. Creo que incluso se ríe Mario Camus.
AP

Compártelo:

Escribenos un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

1 comentario

  • Colectivo Rousseau

    En un estupendo libro que firmó Chantal después de hacer la película a su madre “Una familia en Bruselas” , ésta le manifestaba, siendo una superviviente del Holocausto, que no hay nada que decir. Y es precisamente sobre esa nada sobre la que la directora hace mucho de sus trabajos. La peli en cuestión se llama “No Home Movie”, coincidió, cuando la vi, con la muerte de mi madre, y ciertamente salí emocionado.
    Sí, la vida de Dielman es un tostón, como lo es la de muchas mujeres, por eso
    la peli termina como termina. FELIX

    ↶Reply20 abril, 202310:13