02 PM | 01 Nov

La clara mirada de René

La clara mirada de René

Alfonso Peláez

 

Todavía falta una, pero ya hemos visto lo suficiente como para desgranar unas cuantas anotaciones sobre René Clair. La primera es genérica: ¡qué conveniente es ver el cine por ciclos! Uno, que ya sufre problemas de memoria, y que además lleva a cuestas miles de películas, el único modo que tiene de evitar la confusión y el caos mental es ver a un autor, todo de seguido. Hablo por mí, naturalmente.

A continuación, se impone discrepar de aquellos díscolos y airados muchachos de Cahiers de Cinéma, con quienes en general comulgamos siempre. Clair ha sido uno de los principales damnificados de sus acerbas críticas. Sin embargo, hoy, el cine del maestro se ve con un agrado que no siempre alcanzan varios de los títulos de un Truffaut, pongamos por caso, quien no siempre está al nivel del cine de Truffaut.

Y es que la clara mirada de René nos dejó retratados unos personajes casi delincuentes, viviendo a la que salta, con una ternura y una condescendencia que obliga al espectador actual, todavía, a simpatizar a ojos ciegos con sus absurdas trapisondas, mientras ellos siguen con sus pobres vidas, no desde la amargura, sino desde la más genuina joie de vivre.

                         Es evidente que el tipo de jovencita parisina colocado siempre en el vértice de sus frecuentes triángulos sentimentales ha quedado completamente obsoleto, como patrón aspiracional, hace mucho tiempo. Pero claro; tampoco existen ya los barrios periféricos populacheros; las cadenas de montaje tayloristas; los automóviles enormes con chófer uniformado; los burgueses de chistera; ni aquellos alegres bailes de salón. Todo ese mundo se fue. Sin embargo, gracias a la pericia técnica de Clair, heredera del teatro en tantos aspectos, a través de sus películas nos quedan unas historias llenas de optimismo, aliñadas con gags hilarantes, logradas a base de explorar con talento y riesgo todas las posibilidades narrativas del sonoro que nacía en aquellos momentos, de la expresividad de unos autores muy baqueteados en el mudo y de unos movimientos de cámara llenos de precisión y virtuosismo. Y, luego, para colmo, cuando el director no quiere que sepamos lo que sucede en escena sin que se interrumpa la acción, viene un tipo y le pega un tiro a la farola para dejar la calle/escenario a oscuras. ¿No, Félix?

El ciclo dedicado a René Clair representa un nuevo acierto del comité de programación del Colectivo Rousseau. ¿Cuántos de nosotros teníamos una visión de René Clair, más allá de Sous les Toits de Paris?

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