11 AM | 04 Jun

¿CONSENSO O CAMBIO? Por Eugenio

cambio o consenso                                                                                                                 

 

Si atendiéramos, en una mirada rápida, a lo que se reclama hoy, en la prensa escrita, la llamada opinión publicada, y desde el stablisment político dominante, a los partidos emergentes, PODEMOS y CIUDADANOS, después de las elecciones del día 24 de Mayo, se diría que lleguen a un consenso rápido con los todavía hegemónicos, PP y PSOE, para garantizar la gobernabilidad en los Ayuntamientos y Comunidades donde se han producido elecciones, y que se plieguen al criterio del partido más votado como si ese fuera el único criterio democrático.

En el caso del PP, que intentó, oportunistamente, el cambio a última hora en la ley electoral para dar un premio al más votado, a partir del 40%, (creían que las encuestas les garantizaban esa posibilidad), con su mayoría absoluta en el Congreso y Senado, es evidente, dada su situación de partido hegemónico, con tendencia a la baja, en muchos ayuntamientos y comunidades, que no tiene mayoría suficiente para gobernar en solitario.

Pero también es el caso del PSOE de Andalucía, donde toda la culpa es de los partidos emergentes que piden condiciones para el pacto, como si el derecho a gobernar ineluctablemente fuera del más votado, cuando además aquí la convocatoria de elecciones no se consultó a nadie y fue una decisión personal de Susana Díaz para coger con el pie cambiado y sin apenas capacidad de organización, sobre todo a PODEMOS ( en su proceso constituyente como Partido) y CIUDADANOS, todo ello mucho antes de la fecha establecida para celebrarlas.

Curiosamente no se insiste tanto en lo de partido más votado cuando la opción es la del adversario, como es el caso de Manuela Carmena y Ada Colau, con sus respectivas plataformas electorales de unidad popular, en Madrid y Barcelona. Aquí los argumentos son otros, de tipo catastrofista, para que no se produzcan las alianzas necesarias para gobernar, por los males que traerían sus respectivos gobiernos, fin de las inversiones, huida de capitales, que ya se estaría produciendo a ritmo acelerado, el fantasma del comunismo, del bolivarismo, los soviets preparados en Madrid para asaltar la ciudad, de nuestra delirante Aguirre, y otras de similar jaez.

Es evidente que para que se constituyan los gobiernos es necesario el pacto en aquellos lugares donde no hay una mayoría absoluta de uno de ellos, como es el caso del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, también de muchos más, Castilla-la Mancha, Extremadura, Aragón, Navarra ( este requeriría un caso aparte en los argumentos sobre nazis de las Barcina y otros sobre ETA y la violencia, similares), Comunidad Valenciana…., por citar algunas de las muchas comunidades y Ayuntamientos que hay en esa situación de mayorías no suficientes. Unas veces afecta al PP como partido mayoritario y otros no, pero en la mayoría de los casos en los que afecta al PP, que son muchos, el argumento se anuda con el de la fuerza más votada para condicionar las estrategias de alianzas para conservar el poder.

Todo esto estaría muy bien, me refiero a los argumentos de gobernabilidad y de mayorías  de los partidos dominantes hasta ahora, como legitimadoras de la presión sobre las fuerzas que emergen, si no fuera porque se nos oculta a los ciudadanos, en un país donde la prensa es orgánica, es decir, ejerce de intelectual orgánico del régimen, una veces más sectariamente y otras más hábilmente, el dilema de la decisión que se tiene que tomar con nuestro voto, o con su interpretación. Pero claro aquí hay libertad de prensa, y no se puede decir lo contrario, ni practicar críticas a esa libertad de empresa, más que de prensa y opinión, que se practica, estructuralmente, de manera muy homogénea. No digo nada de los medios públicos al servicio de los partidos hasta ahora  hegemónicos.

¿Que se nos oculta a los ciudadanos a través de esa maraña de la prensa orgánica del Régimen del 78 (perdón, sistema), privada y pública, y de todo el aparato de propaganda del Estado y de los partidos dominantes? En mi opinión, aquello que más nos jugamos con estas elecciones y las que vienen, la posibilidad de CAMBIO histórico, con los consensos a los que se llegue por la insuficiente mayoría de los más votados, o por los pactos alternativos de los menos votados.

Por lo que oímos y vemos, se trataría de conseguir consensos (¡ojalá no hubieran sido necesarios porque no hubieran surgido movimientos y partidos que lo dificultan!) para la gobernabilidad, antes que cambios, como si los ciudadanos, así se interpreta, hubiéramos votado el consenso de fuerzas políticas, sobre la base de los mismos mimbres que han venido funcionando hasta ahora: corrupción estructural, decisiones económicas en contra de las clases populares, mismo modelo productivo con los mismos modelos de empresas y parecidos sectores de inversión, mantener el actual sistema electoral, reducción de derechos sociales y laborales, reducción y/o privatización de servicios públicos, salarios de miseria con contratos precarios, expulsión de mano de obra cualificada a la Europa del norte, mismas instituciones controladas y dirigidas por los aparatos de los partidos al servicio de la Casta (perdón, una minoría privilegiada), mismo sistema fiscal donde no pagan los de más renta y riqueza, ni las grandes empresas…etc. En el peor de los casos, retoques lampedusianos para que algo cambie y que todo siga igual.

Es verdad que las votaciones no han resuelto, todavía, una perspectiva de cambio suficiente y sólido, hegemonizado por la mayoría dominante de las fuerzas y partidos emergentes, salvo en las ciudades de Madrid y Barcelona, donde sí que han producido alternativas claras y distintas. Es decir, solo se va a poder condicionar, por ahora, los status, poderes, prácticas y políticas dominantes, desde una posición electoral subalterna y desde la periferia territorial del sistema, los Ayuntamientos y 13 Comunidades autónomas, o 14 contando la andaluza, de las 17 existentes.

Pero estas elecciones han dejado, también, meridianamente claro la tendencia a la baja de las fuerzas políticas y electorales actuales, el llamado bipartidismo de PP y PSOE, que han perdido 2,5 millones de votos el primero y 700.000 el segundo, aproximadamente, y el crecimiento constante y exponencial de las nuevas, PODEMOS y CIUDADANOS, así como la aparición fulgurante de las llamadas marcas blancas de PODEMOS, que no son tales, en municipios,  las plataformas ciudadanas de AHORA MADRID y BARCELONA EN COMÚ, y otras muchas en Ayuntamientos de otros lugares, como experiencias de unidad popular y ciudadana, distintas del propio partido, que las apoyó. Estas candidaturas elegidas van a condicionar, incluso, las propias candidaturas de PODEMOS a las elecciones generales en Noviembre o Diciembre, que tendrá que debatir cuál es su fuerza y como se configura, para conseguir mayorías más sólidas en el conjunto del Estado, en unas elecciones generales, si quieren conseguir el cambio de verdad.

Ante esta situación, la política de pactos alternativa a las que se promueven desde las voces mediáticas y orgánicas del régimen, tiene difícil su decisión porque PODEMOS, como fuerza emergente del cambio social y político para la ciudadanía, no puede entregarse a un consenso que clausure esas posibilidades, ni tampoco puede impedir que se gobiernen las instituciones, aunque solo sea porque son estas las que hay que cambiar en algún momento, también.

Es evidente, que solo queda la opción, transitoria y provisional, de dejar que la gobierne, mediante la abstención en las investiduras, uno de los partidos que nos han traído hasta aquí, el PSOE, en aquellos lugares donde exista esta posibilidad, sin participar en gobiernos de coalición, ni pactos de legislatura, aislando al otro, el PP, que es el más responsable del deterioro ciudadano y el que más resistencia opone al cambio de políticas.

Eso solo puede ser aceptable por la ciudadanía si se consiguen algunos objetivos de mínimos, por escrito, y con compromisos claros de tiempo y forma, que fueron proclamados por sus candidaturas como indispensables y urgentes, sin coste económico importante, como las políticas estructurales anticorrupción y de transparencia, y las de rescate ciudadano, para aquellos que han sido expulsados del bienestar por la crisis acelerada con sus políticas. Al menos hasta que las elecciones que restan, en Cataluña y las Generales, establezcan el bloque hegemónico que sostendrá el cambio que debe producirse en el conjunto nacional y como antesala para forzar, con otras fuerzas, el europeo. De no ser así, se arriesgaría a no ser entendido por la ciudadanía que le exige posibilitar el cambio, de menos a más, aunque no sea asaltar el cielo sin consenso. Sus dirigentes, teóricos de la hegemonía, lo entenderán.

El PSOE, es el partido que tiene que elegir, ante la presión transformadora de PODEMOS, si se alía con esta fuerza aceptando reivindicaciones mínimas de cambio necesario, ligado a la transparencia y contra la corrupción, y al rescate social de la gente arrojada a la marginalidad y a los desahucios de vivienda por ejecución hipotecaria, con el beneplácito de los bancos rescatados, y las miles de viviendas vacías, como contradicción evidente, que ellos mantuvieron e impulsaron con la burbuja inmobiliaria y el apoyo a esas políticas irresponsables, que a su vez generaron la gran corrupción estructural. La otra opción que barajan, y que defendían Felipe González y otros de los líderes históricos, es la de apoyarse en el PP para mantener el régimen bipartidista, sin grandes cambios. ¿Aceptaran los mínimos cambios que les pide PODEMOS o preferirán conservar el monopolio político con el PP? Con esta segunda opción se suicidan en las generales, por muy mal que lo haga PODEMOS.

En el caso de CIUDADANOS tiene complicado que siendo una fuerza de recambio  político formal, de pijos les llama Monedero, no social ni histórico, dentro del sistema económico y político, que quiere se abra a otras fuerzas como la suya, rompiendo con el bipartidismo, tenga que elegir apoyar al partido que más se le parece, desde un punto de vista económico y social, de políticas privatistas, y antisociales, el PP, arriesgando que éste no está dispuesto, por ahora, a cambiar nada, ni siquiera aspectos parciales de la corrupción, ni  en las políticas de información, ni de ejercicio democrático en el seno de su partido, ni en las instituciones. Tienen la otra opción de apoyar el bloque PSOE, PODEMOS, aislando al PP, como partido corrupto hasta la médula, pero no es presumible que lo hagan, de forma general.

Es evidente, en mi opinión, y la historia de las grandes transformaciones sociales así lo confirman, que las fuerzas que han dirigido la situación de deterioro social de las clases populares y han propiciado la “crisis orgánica” del Régimen de la Transición, no pueden ser las que dirijan los cambios que han de producirse.

Lo contrario sería admitir que la hegemonía de las clases y sectores dominantes de la sociedad se ha renovado y han consolidado y reproducido su dominación. En eso se está hoy, y las fuerzas del cambio deben valorarlo adecuadamente, porque cualquier error se paga con la derrota y la vuelta al pesimismo y a la nostalgia de lo que pudo ser y no ha sido, en detrimento de las clases y sectores que sufren esa dominación.

Los meses que vienen son fundamentales para el avance o la derrota de las fuerzas que pretenden cambios económicos, sociales y políticos, históricos, que quedaron pendientes cuando se logró la transición del franquismo a la democracia liberal.

 

 

 

 

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