BAJO LOS TECHOS DE PARIS-JUEVES 28
La película construye un relato lleno de encanto y sutilezas sobre la lucha de tres pretendientes deseosos de conquistar el corazón de Pola. El film se desarrolla a partir de una potente narración visual, con encuadres de gran precisión, “travellings” espectaculares, “gags” propios de cine mudo, gestos de sorprendente eficacia narrativa, tomas oblícuas, conversaciones que no se oyen (tras una cristalera, ahogadas por la música o dichas en secreto), pero se entienden, abundante presencia de personajes pintorescos, como el músico ciego, el carterista, el barman, el borracho, el bravucón. El uso de la conversación se administra con moderación, en beneficio de una brillante expresión visual. La música, abundante e intensa, acompaña a la acción y la apoya como elemento expresivo complementario. Son escenas destacadas la de la pelea nocturna antes y después del disparo a la farola, la noche que comparten Albert y Pola en el suelo, separados por la cama que ambos rechazan, y el magnífico “travelling” inicial de aproximación desde los tejados hasta la imagen lateral de Pola.
La música, alegre, rítmica y pegadiza, se basa en una bonita partitura original. Su intensidad se adecúa a las necesidades variables del relato. La canción a coro “Bajo los techos de Paris” es cautivadora y deliciosa. La fotografía se erige en el elemento expresivo básico del film, gracias al uso de múltiples, variados e imaginativos recursos, que enriquecen la narración. El guión elabora una historia original, fresca, sencilla y llena de ternura. La interpretación de Pola y Albert es rica en matices, seductora y convincente. La dirección demuestra su espléndida y joven madurez (32 años) y su dominio del medio.
La película, pionera del cine sonoro europeo, es coetánea de la alemana “El ángel azul”, la americana “Hampa dorada” y la “Edad de oro”, de Buñuel. No es el mejor film del año, pero es uno de los mejores de René Clair. Imprescindible.