Política

04 PM | 22 May

podemos vivir juntos

Pregunta inquietante y seductora. ¿Quién no se la planteó alguna vez? ¿Quién no sospechó que la convivencia era sólo una vecindad de cuerpos, un pegoteo incómodo, o tal vez acostumbrado, de dos unidades inconexas, obligadas a habitar un espacio común? Habitamos ese espacio y descubrimos, tarde o temprano, que de común ya no tenemos nada. Pero ya vivimos juntos, contesta enseguida Touraine y traza, en el texto que lleva por nombre la inquietante pregunta, una radiografía de esta convivencia. O dicho de otro modo, las posibilidades de que ese espacio sea realmente común y que, de alguna forma, organice los fragmentos dispersos, las heterogeneidades que ahora parecen irreconciliables. Ya vivimos juntos, habría que ver cómo lo hacemos en una época particularmente difícil para negociar diferencias. Los efectos visibles no son muy alentadores, un maestro muerto por protestar, escraches violentos, estaciones incendiadas por hartazgo, trabajadores y estudiantes descontentos y gente desconcertada en una ciudad cada vez más ajena. Fragmentada como sus habitantes. Leer a Touraine, preguntarnos si realmente podremos vivir juntos es una pregunta que nos hacemos desde el colectivo.

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07 PM | 24 Mar

UNIVERSALISMO-CIUDADANIA-EMANCIPACION

LA REVISTA ARCHIPIELAGO ANALIZA EN LOS NUMEROS 73-74 EL ANHELO EMANCIPADOR DE LA ILUSTRACION.TEMA DE ANALISIS MUY INTERESANTE PARA EL COLECTIVO
Reilustrar la ilustración? Universalismo, ciudadanía y emancipación

Archipiélago nº 73-74, Diciembre 2006

Ciudadanos libres e iguales, ciudadanos del mundo. Así se resumía el anhelo emancipador de la Ilustración, retomado durante los dos últimos siglos por los movimientos democráticos y revolucionarios que pretendían encarnarlo . El sueño de las internacionales obreras, los movimientos de derechos civiles, los movimientos de mujeres, el sueño de Mary Wollstonecraft, Mijail Bakunin o Martin Luther King. Pero entre ese sueño y las imágenes de pesadilla (tan representativas) que mostraron las televisiones de la catástrofe de Nueva Orleans, las vallas de Ceuta y Melilla, los atentados del 7 de julio en Londres o la revuelta en las periferias francesas media un abismo. Un abismo hecho de pobreza, ciudadanías de segunda y tercera, derechos negados, relegación social, discriminación por género y color de piel, nihilismo, fanatismos identitarios, racismo. Un abismo de etnización salvaje de la (precaria) cuestión social en la globalización. Un abismo que se trata de sondear, medir, interrogar.
La etnización de las relaciones sociales, es decir, la percepción creciente del mundo en términos de comunidad y etnia, ¿es una antigualla , un residuo de otros tiempos, una resistencia al progreso? Más bien parece que acompaña fatalmente al proceso de globalización capitalista. Desterritorialización capitalista y reacción fuertemente identitaria de lo social desguarnecido: una no va sin el otro. La modernidad tardía está sostenida y atravesada a la vez por una paradoja fundamental: como en el juego de niños de la cuerda tensa, el capitalismo global tira de un lado unificando el mundo mediante el mercado, mientras una proliferación insólita de identidades más o menos cerradas lo divide por el otro. Por un lado, fenómenos impuestos como la fragmentación social y cultural, la balcanización del mercado de trabajo y la racialización políticomediática de la realidad. Por otro, el dato básico de que, en nuestro mundo, muchas veces (pensemos en los irlandeses o los italianos en EE UU ) sólo se mejora colectivamente , mediante la fuerza cohesiva de una solidaridad étnica profundamente ambivalente.
Durante décadas, la acción política “progresista” se ha basado en los universales abstractos : modelos válidos para todos. Libertad como cumplimiento de un deber-ser, igualdad como equivalencia y fraternidad como amor formal por el género humano. De donde se deducía automáticamente una política colonialista o asimilacionista con respecto al “otro”. Fundada en el ideal de la tábula rasa y en la depuración programada de herencias y prácticas culturales heterogéneas. Supuestamente, el olvido de todos los “arcaísmos” que inscriben a los individuos en los circuitos interminables de las animosidades y las vendettas raciales aportaría la civilización y la ciudadanía a los “salvajes”. El fracaso del multiculturalismo y el relativismo cultural, respuestas “anticolonialistas” o “tercermundistas” al universalismo abstracto, también es hoy en día bien notorio como discurso y práctica de emancipación: suprime la búsqueda de lo común, promueve la indiferencia o la belicosidad entre comunidades, bloquea luchas trasversales por derechos para todos , justifica, silencia o minimiza la opresión tradicional , alienta el victimismo y la glorificación racial, etc. Por último, es difícil quitarse de la cabeza la sospecha de que “los crisoles de culturas” y otros melting pots implican “un fluido de uniformidad insípida”, como decía Randoulph Bourne, una banalización de las singularidades demasiado singulares, la nivelación generalizada de las diferencias culturales y la erradicación de la memoria de las diferentes comunidades.
En este contexto, ¿cómo retomar la potencia subversiva del pensamiento crítico, abriéndolo a una consideración más lúcida de las pasiones humanas, los deseos de pertenencia, los vínculos concretos y el papel fundamental del imaginario en las sociedades? Entre la mera enunciación retórica y biempensante de derechos abstractos y el relativismo cultural, ¿cómo reinventar un universalismo emancipador, no reductor, concreto, situado, que acompañe la lucha por una ciudadanía que no esté atada al suelo o la sangre? ¿Puede pensarse y hacerse una política que se alimente del amor por lo común no entendido en forma de identidad y abstracción, sino como variedad y singularidad? ¿Puede haber acción política y creación cultural arraigada sólidamente en un territorio concreto, pero que se abra hacia afuera y se done a los demás? ¿Qué ciudadanía están construyendo y deconstruyendo los inmigrantes que atraviesan las fronteras de las viejas naciones-fortaleza? ¿Cómo pensar la política que se dirige hacia la defensa radical de los bienes comunes (desde el agua hasta el saber pasando por el genoma y los ecosistemas) que son de todos y de nadie, que no aceptan naciones ni fronteras? ¿Podemos nombrar un “nosotros” que no se define contra un “ellos”? ¿Se puede pensar y desarrollar prácticamente otra globalización ?
Un nuevo universalismo emancipador pasa en primer lugar por romper el nudo gordiano que organiza hoy en día las ideas dominantes, a saber, la alternativa entre el poder de las oligarquías políticas y financieras y el poder de los ancestros y las etnias. Ése es el espíritu común que anima las voces heterogéneas de este número de Archipiélago , resultado de un año de esfuerzos coordinados con UNIA arteypensamiento y Arteleku-Diputación Foral de Guipúzcoa en la organización de dos encuentros sobre la cuestión (en Sevilla, en mayo de 2006, y en San Sebastián, en octubre del mismo año), cuyos resultados se pueden consultar en http://www.unia.es/artpen/etica/etica04/frame.html.

 

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07 PM | 24 Mar

EL VIEJO TOPO

SELECCIONAMOS EL ARTICULO DE MIGUEL RIERA QUE APARECIO EN LA REVISTA EL VIEJO TOPO CON MOTIVO DE SU ANIVERSARIO.ANIMAMOS A SU LECTURA Y A SEGUIR COMPRANDOLA CADA MES.

El Viejo Topo nº 229, Febrero 2007

 

Parece que fue ayer, pero se han cumplido ya 30 años de la aparición de El Viejo Topo . La revista irrumpió en los quioscos en noviembre de 1976, tras casi dos años de peleas (¿o fue sólo uno? Ay, la memoria…) con el Ministerio de Información para conseguir el imprescindible permiso. Para sorpresa de todos -y a pesar del nombre, tan exótico para los quiosqueros-, el éxito fue fulminante. Se alcanzó rápidamente una tirada (real) por encima de 30.000 ejemplares, con picos que alcanzaron los 50.000.
¿Las causas? Seguramente su contenido, tan radical como plural; la priorización del debate por encima del axioma dogmático; la apertura a los entonces nuevos movimientos, hijos del 68 (feminismo, ecologismo, liberación sexual, etc.); el tratamiento de la cultura y la contracultura; el respeto a la disidencia; un diseño entonces tan innovador que consiguió el premio Laus…
No fue, sin embargo, un camino de rosas: las visitas a los juzgados fueron frecuentes (por atentar a la seguridad interna del Estado, nada menos); los secuestros de ejemplares por la policía, el pan nuestro de cada día; hubo alguna amenaza de bomba; y, para rematar la faena, el intento de captura de uno de sus co-directores por parte de un grupo paramilitar armado el día del tejerazo. Al final, sin embargo, todo quedó en agua de borrajas y la revista prosiguió su andadura, hasta que en 1982 echó el cierre, un cierre provisional que duraría unos años.
Ahora, para celebrar esos treinta años de su nacimiento, Jordi Mir ha efectuado una antología con algunos de los textos más interesantes de entonces, reproducidos en edición facsímil. Quien se interese por esa recopilación puede encontrarla en librerías, o en su defecto, en nuestra web (www.elviejotopo.com). Los textos que incluye dibujan, mejor que cualquier ensayo, cómo éramos y cuáles eran nuestros sueños en aquellos creativos y vibrantes años setenta.
Pero ahora, treinta años después, ¿qué hacer? Pues como alguien dijo en Porto Alegre: pasar de la protesta a la propuesta. Ayudar a convertir en política esa reacción rebelde que irrumpe de uvas a peras, mostrándose a veces en toda su magnitud, como ante la invasión de Iraq.
Por supuesto, no es fácil formular propuestas. Ni es fácil transformar en política el desasosiego de tantos. Probablemente estamos en un cambio de época del que no podemos ser totalmente conscientes. Probablemente el sujeto político capaz de afrontar ese cambio desde la izquierda y con posibilidades reales de transformar el sistema, está por inventar. Probablemente.
¿Se puede, desde una revista, ayudar a que se formulen esas propuestas, a que se construya ese sujeto? Sí, en la medida en que se ayude a develar la realidad, en sentido profundo. Sí, en la medida en que ahí se levante el velo de las razones últimas (políticas, geoestratégicas, económicas…) que suelen estar ocultas tras la demagogia y la mentira. Sí, si nos desembarazamos de lo “políticamente correcto” (porque también hay cosas “políticamente correctas” en el seno de la izquierda) y nos enfrentamos a los nuevos problemas con una mirada nueva. Sí, en la medida en que la revista, que no es más que la suma de las opiniones y propuestas de los que colaboran en ella, intente seleccionar, obviamente dentro de sus posibilidades, lo más novedoso, lo más creativo, lo más radical (es decir, yendo a la raíz del asunto) que la sociedad produzca.
Eso ha querido hacer, en esta segunda etapa de su historia, El Viejo Topo . Lo que, con mayor o menor éxito, ha intentado. Lo que pretende, mes a mes, desde sus páginas. Con toda la modestia del mundo, y también con toda la impertinencia. Mirando lo que pasa en casa y lo que pasa fuera. Siguiendo los surcos que trazan los nuevos movimientos sociales. Denunciando una y otra vez los imperialismos (pues no hay uno sólo, por más que ese uno que todos tenemos en la cabeza sea ultrapotente). Observando con esperanza los cambios que irrumpen en América Latina. Preocupándose por el dolor y la muerte, allí donde acontezcan. Incorporándose a las nuevas tecnologías (en la web www.elviejotopo.com el lector hallará un buen puñado de artículos). Profundizando lo tratado en la revista a través de una creciente labor editorial.
El viejo topo cava y cava. Hoza y hoza . El Viejo Topo trata de imitarlo. El viejo topo cualquier día, en el lugar menos pensado, asomará la cabeza. El Viejo Topo trata de hacerlo cada mes.
Aunque hace ya treinta años que se produjo la primera cita, el compromiso continúa.

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11 AM | 24 Feb

TOTALITARISMO Y ALIENACION

 

El artículo de José Antonio García Regueiro “Goce del Estado de Derecho” me lleva a pensar en las situaciones vividas en los regímenes totalitarios donde se suprime el Estado de Derecho. Regueiro, con precisión e inteligencia, invierte y completa la dialéctica abierta por mí en el artículo “Fracaso de la Ley Pública y Goce ilegal” y lleva el fracaso de la ley pública no ya al plano oscuro y obsceno que yo planteaba, sino a la luz de una nueva realidad social totalitaria.

 

García Regueiro nos recuerda conceptos dolorosos como los de “Estado ético o nacional católico” (ejemplos del fascismo italiano y el nacional catolicismo español durante el franquismo) o el “Estado Comunidad” del nazismo alemán.

 

Me parece de extrema importancia lo planteado por Regueiro con relación a la omnipotencia de este tipo de regímenes.

 

Yo querría ahora referirme en este artículo precisamente a algunos aspectos, no todos, de la situación mental vivida por los sujetos en estos regímenes totalitarios y comprender desde el punto de vista del psicoanálisis ciertos sucesos.

 

Generalmente los regímenes totalitarios, para constituirse como tales, se basan en mentiras compartidas que actúan de lazo de unión más efectivo para un grupo que la verdad. Es necesaria la identificación de la comunidad totalitaria en una solidaridad en la culpa y más bien yo diría en una renegación de esa culpa. Suele suceder después de regímenes totalitarios que dan lugar a Estados de Derecho, que los dirigentes que participaron de ambos regímenes o que sin participar directamente mantienen lazos de distinto tipo con los participantes o sus descendientes, no suelen reconocer ningún tipo de culpa, y por tanto no habiendo tampoco solicitud de perdón a las víctimas, tienden a taponar lo sucedido, introduciendo el miedo a revisar el pasado, bajo la profecía de consecuencias nefastas para el bien social en esa legítima revisión. Es un mirar y darse la vuelta. Esconder los muertos y ocultarlos. Si un régimen totalitario sufre acusaciones desde el exterior de que miles son condenados y ejecutados sin garantías procesales y sin siquiera un delito probado y que la situación económica es ruinosa, la estrategia no es ya la negación de estos hechos presentes o pasados (a veces las evidencias son incuestionables) sino decir y proclamar a los cuatro vientos que los autores de los reproches al régimen “son incapaces de penetrar en la esencia de lo que está ocurriendo en beneficio de la emergencia de un Nuevo Hombre”.

 

Si el líder es atrapado en una situación embarazosa, la solidaridad del grupo se justifica gracias a la renegación cómplice de los sujetos de la desgracia que deja al descubierto la impotencia del líder. El amo puede decir “que lo blanco es negro”, o que “mi país es verdaderamente mío”, pero la función principal del Amo es establecer la mentira que puede sostener la solidaridad del grupo.

 

El sistema totalitario finge poseer una respuesta para todo. Se suprime el diálogo y la dialéctica. Es el goce de la estupidez misma del sistema. Las decisiones del líder pasan a ser expresiones de la “Necesidad Histórica”. Cualquier foco de resistencia es imposible y esta prohibida. Ciertos regímenes totalitarios dicen que la elección es posible, pero es una elección forzada, puesto que uno de los elementos de la elección es un conjunto vacío.

 

¿Cuál es el destino del sujeto en esta situación totalitaria?. En mi opinión uno de estos frecuentes destinos es la alienación. El sujeto se defiende aboliendo todo conflicto entre el yo y sus deseos lo cual podría llevar a la muerte de su pensamiento. Esta alienación no tiene porque sustentarse en ninguna patología psiquiátrica preexistente. Se basa mas bien en una escenificación social donde puede quedar excluida la duda y el conflicto. Para ello es también necesaria la idealización de la fuerza totalitaria alienante y en muchas ocasiones el desconocimiento por parte del alienado del accidente que ha ocurrido en su pensamiento.

 

Pensemos que García Regueiro en su artículo nos recuerda con relación a los Estados totalitarios que “su fundamento era contrario a la participación popular, pues para estos movimientos solo unas determinadas minorías podían interpretar correctamente el llamado espíritu del pueblo, que se hacía poder político a través de las decisiones del líder”. Y efectivamente aquí en mi opinión Regueiro pone el dedo en la llaga, siendo este un punto de alienación fundamental: Otro piensa por mí.

 

Para soportar esta opresión del poder sería necesaria una resistencia oculta, a pesar del peligro de muerte que ello implica. La dificultad es encontrar referencias y puntos de identificación en la sociedad para sobrellevar la resistencia. Vemos aquí la amenaza de muerte a toda oposición. Pero no basta, en mi opinión, solo la fuerza de los fusiles y tanques para que el sistema funcione. Es necesaria la infiltración en el conjunto de las relacione sociales: El jefe y el sujeto, el grupo de iguales, pero también la célula familiar: el hermano, el vecino, un desconocido puede ser un delator potencial, y el sujeto mismo puede convertirse de perseguido en perseguidor si así lo decide. Un sujeto puede ser víctima o verdugo potencial. Esto permite que el poder sobreviva a largo plazo.

 

Y no olvidemos el terror. El terror es una amenaza al pensamiento. Pero paradójicamente el sueño del poder absoluto sería anular el pensamiento del individuo hasta desaparecer en último extremo el significante terror de su espacio mental, no apareciendo ya ni en el sueño ni la fantasia. Sería la alienación máxima. Y a veces este significante terror en regímenes totalitarios que perduran a largo plazo desaparece en los descendientes o tiende e a olvidarse y suavizarse en los recuerdos de las siguientes generaciones para soportar también el dolor inherente a lo sucedido. Es tambien un miedo al terror y la posibilidad inconsciente de repetición de lo vivido. Por eso para algunos es mejor no recordar. Afortunadamente el poder totalitario no suele lograr esto. Pero es verdad que por razones de supervivencia el sujeto a veces necesita no pensar en el poder como perseguidor, ni en la fantasía siquiera. Por eso el psicoanálisis nunca fue bien recibido en los regímenes totalitarios. El psicoanálisis abre la vía a la fantasía y a la realidad psiquica como baluarte frente a la realidad externa traumática.

 

La alienación más radical y trágica del régimen totalitario sería un discurso compartido por el conjunto de sujetos, discurso por otro lado idealizado y que es necesario imponer como “verdad” “por su bien” a los demás. Aquí el sujeto, y esto es fundamental, queda incapacitado de sustituir la realidad impuesta desde fuera por su fantasía y su propia construcción mental. Es también una alienación gozosa donde ya no hay conflicto ni reconstrucción histórica. Tampoco hay miedo a enfrentarnos a nuestras propias fantasías.

 

La historia nos muestra, como acertadamente nos apunta José Antonio García Regueiro, que la fuerza en que se apoyan todos los sistemas totalitarios pasa por la anulación del Estado de Derecho y que, por diferentes que puedan parecer, llevan a la sumisión incondicional de los sujetos a un poder omnipotente, quedando algunos con la única oportunidad de un espacio mental preservado en su interior, pero con el terrible dolor de ser espectadores pasivos y fracasados de una máquina totalitaria aplastante.

 

Freud nos dice que para no repetir es necesario recordar y elaborar a pesar del dolor que esto implica. Para cerrar heridas definitivamente es necesario abrirlas y limpiarlas. Cualquier sociedad que haya vivido un régimen abyecto y totalitario necesita recordar. El hecho de que en las representaciones, los discursos, las conductas o los actos o en diversas situaciones algo vuelva sin cesar nos remite a un trauma individual o social no curado. Existen libretos repetitivos que es necesario desvelar y entender. Lo contrario implica miedo al terror del que antes hablé, y que tal vez, está aun inscrito en un discurso no manifiesto sino inconsciente que se transmite de generación en generación. Es necesario poner nombre a los afectos más íntimos y para ello es obligatorio recordar. Para unos será necesario revivir la rabia y poder elaborarla y entenderla sin actualizarla en una agresión externa y para otros poder sentir la culpa que tal vez nunca sintieron y así entender también a los inocentes que sufrieron el régimen totalitario. Culpas y odios intergeneracionales. El recuerdo y la elaboración romperán de una vez por todas el circuito mortífero de la repetición y la sociedad podrá por fin reconciliarse.

 

El discurso psicoanalítico pienso que adquiere en este punto una legitimidad que va mas allá del individuo y se inscribe en la propia sociedad.

 

Madrid Febrero de 2007

 

Alfonso A. Gómez Prieto

Director del Arco de Estudios Psicoanalíticos de AEP

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11 AM | 15 Feb

GOCE DEL ESTADO DE DERECHO

GOCE DEL ESTADO DE DERECHO

Especialmente interesante es el tema que plantea Alfonso Gómez Prieto en su artículo “Fracaso de la ley pública y goce ilegal”. Comienza recordándonos: “Slavoj Zizek enfoca el tema del psicoanálisis y la ley preguntándose: ¿qué tipo de ley es el objeto del psicoanálisis?. Su respuesta es: el superyó. Nos dice basándose en los estudios de Lacan algo muy interesante y es que el superyó emerge cuando la ley pública fracasa”.

Esta pregunta admite múltiples tratamientos, pero entre todos ellos me preocupa el de las consecuencias si la ley pública es suprimida. Recordemos que en Europa se sufrieron regímenes fundados en doctrinas que excluyeron radicalmente el Estado de Derecho sustituyéndolo por conceptos como los de Estado ético o nacional-católico (el “Stato etico” del fascismo italiano y el nacional-catolicismo español durante el franquismo) o Estado comunidad (el “Führrerstaat” del nazismo alemán), los cuales, en síntesis, concluyen en que el Estado debe ser omnipotente e incontrolado tanto por el Derecho como por sistemas garantistas de libertades que juzgaban nocivas.

Esta realidad, por cierto, la sufrió directamente Freud. En la conferencia XXXIII (1933), citada por Gómez Prieto, Freud distingue entre las distintas actividades que conforman el superyó una función de ideal, una función de autoobservación y una conciencia crítica. Respecto de esta última, se afirma: “contrastando las normas e ideales con las representaciones del sujeto (lo que este cree ser) formula dictámenes, castigos o premios”. 

Para entender esto, según Gómez Prieto, “Slavoj  Zizek aporta un ejemplo muy ilustrativo … la película: “Algunos Hombres Buenos” de Rob Reiner.  Según Gómez Prieto,  “lo más interesante … es la función de este “Código Rojo”, ya que tolera una trasgresión y cohesiona al grupo de iguales. Pero el código debe quedar oculto en la noche. Es una escisión de la ley: … el colectivo de marines se mantiene fuertemente agrupado no tanto por la identificación con la ley escrita que regula esa comunidad, sino en la identificación con la trasgresión de la ley, lo que nosotros los psicoanalistas llamamos una forma especial de goce…La persona bajo este mandato superyoico, considera legítimo lo que este le ordena”.

Precisamente, esa cohesión a través de la quiebra de la norma es lo que caracteriza a los movimientos nazi-fascistas. Y cuando estos grupos llegan al poder, todo el país se convierte en un cuartel dominado por el particular “Código” de los mismos, quedando excluido el ordenamiento jurídico en que se funda el Estado de Derecho. Estas movimientos tenían largas raíces, pues ya había síntomas de esta concepción del orden público en la Ley prusiana de policía de 1794 (Allgemeine Preussische Landrecht). A su vez, esta formulación se corresponde con lo que algunos autores, como Otto Mayer, llamarán derecho natural de policía, el cual permite al Estado imponer un orden público al margen de las normas. El nazismo alemán y los fascismos español e italiano se acogerán con entusiasmo a esta idea del orden público.

En efecto, en Europa se sufrieron regímenes fundados en doctrinas que excluyeron radicalmente el Estado de Derecho sustituyéndolo por conceptos como los de Estado ético o nacional-católico (el “Stato etico” del fascismo italiano y el nacional-catolicismo español durante el franquismo) o Estado comunidad (el “Führrerstaat” del nazismo alemán), los cuales, en síntesis, concluyen en que el Estado debe ser omnipotente e incontrolado tanto por el Derecho como por sistemas garantistas de libertades que juzgaban nocivas. Su fundamento era contrario a la participación popular, pues para estos movimientos sólo unas determinadas minorías podían interpretar correctamente el llamado espíritu del pueblo, espíritu que se hacía poder político a través de las decisiones del líder (el Caudillo o Führer, el que lleva la dirección o Führung).

Por el contrario, debemos afirmar que es esencial el libre ejercicio de los derechos y de las libertades pues cuando este ejercicio se realiza con “normalidad” se está cumpliendo el orden público entendido éste como la genuina situación de “normalidad”, en el marco del ordenamiento jurídico. Esto implica, a su vez, que el orden público nunca será el fin de ese libre ejercicio de los derechos y de las libertades sino, por el contrario, el resultado del mismo. En concordancia con ello, la Constitución española de 1978 en su artículo 104 preceptúa que “las Fuerzas y Cuerpos de seguridad…tendrán como misión proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades y garantizar la seguridad ciudadana”.

Las anteriores precisiones nos llevan a excluir que pueda hablarse de múltiples contenidos de situaciones de crisis o de alteración del orden público en el ámbito del Estado de Derecho, en el sentido de que su reconocimiento y la respuesta a cada uno de ellos respondiera, según el territorio donde se invocara, a una particular amalgama de valores morales, estéticos, culturales, religiosos, sociales, etc. La paz social, la normalidad en el funcionamiento regular de las instituciones o el orden público del Estado, sólo pueden ser los característicos del Estado de Derecho, es decir, del tipo de Estado que se funda y encuentra su límite en el ordenamiento jurídico, ya sea nacional, comunitario o de Derecho internacional.  Gocemos y protejamos, pues, nuestro Estado de Derecho.

José Antonio García Regueiro
Presidente de AEP
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