01 PM | 05 Nov

Relato de un fracaso discreto

        ALFONSO PELAEZ

Oslo, 31 de agosto. Esa fue la película de ayer. El relato de un fracaso discreto. Tal vez la frase valiese como etiqueta para la película de Joachim Trier. Una adaptación cinematográfica muy libre de la novela Le fedescarga-5u follet de M. Drieu La Rochelle, tal como se remarca en los títulos de crédito.

Después de revisar (gracias Félix, por subirlas a la página del Colectivo) algunas de las críticas que la novela cosechó en la prensa francesa al ser publicada en el año1931, es evidente que el protagonista de Trier se aleja bastante del Alain de La Rochelle, un personaje, este último, lúcido y decadente, cuya inteligencia superior le permite auscultar la verdad más velada de su mundo, al tiempo que su falta de coraje le impide afrontar la realidad de la vida. Hay además un detalle narrativo, para mi gusto particular, bastante diferenciador: el método para la solución final: Alain recurre a un revólver en un recurso que va más allá de la pura funcionalidad. Tirar de él para suicidarse vendría a ser una especie de intento por aferrarse a algo duro y sólido, aunque solo fuere en el último instante de su vida. No en vano el autor nos llega a decir que para Alain “únicamente los objetos sólidos guardan una forma”. Es decir un significado, un valor.

El crítico Edmond Jaloux de L’Esprit des Livres lamenta que el novelista no hable más de la droga. En cambio, Trier basa precisamente en la droga, (las distintas drogas que enumera el protagonista), todo el desarraigo y el hundimiento moral de nuestro hombre, pasando mucho más de puntillas sobre la otra gran faceta del personaje, su fracaso como escritor; lo que únicamente se insinúa a través de la entrevista de trabajo en la editorial donde aspira, (pero poco, sin entusiasmo) a un puesto de asistente de editor.

Es decir, el tortuoso e inevitable recorrido del protagonista durante el 30 de Agosto, por Oslo, hasta desembocar en el fatídico amanecer del 31, cuando un pico desmesurado cerrará el paréntesis abierto veinticuatro horas antes, mediante la patética zambullida, agarrando a un pedrusco que cualquier espectador sabe de antemano que soltará una vez que le apriete la agonía, ese peregrinaje en busca de un último asidero, especialmente el de su sorda esposa/novia, si puede resultar coincidente en lo episódico, creo que las circunstancias meramente ambientales, y la divergente puesta de énfasis en detalles capitales, justifican de sobra la acotación de los títulos de crédito, hasta el punto de que yo pueda decir que frente a la novela,  Oslo, 31 de agosto se trata del relato cinematográfico de un fracaso discreto, pero desde luego contado con una gran y discreta eficacia.

A ver qué nos ponen el próximo viernes.

Compártelo:

Escribenos un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *