08 PM | 17 Feb

CINE VARIEDADES


 EL ARTICULO QUE PODEIS LEER SOBRE EL CINE VARIEDADES LO HA ESCRITO NUESTRO AMIGO ANTONIO HERRANZ.
  TENEMOS QUE HACER  LO POSIBLE PARA QUE EL EDIFICIO NO SE DECLARE EN RUINAS, y ANTONIO NOS TOCA A TODOS UN POCO EL CORAZON PARA SEGUIR TRABAJANDO.(foto Pedro Rubio)


       

                            
                           
                          

 

LA ESQUINA DE LOS SUEÑOS
    
   ANTONIO HERRANZ

Estoy frente al “Variedades”. Hoy no pude asistir a la proyección. No importa, me gusta ver a la gente cuando sale del cine, observar en sus rostros las emociones de las imágenes vistas, escuchar el murmullo de los comentarios en grupo, las luces encendidas del hall de entrada, las puertas abiertas de par en par y la música final que envuelve el lento tránsito hacia la realidad desde este emblemático edificio. Suenan los cierres estrepitosamente, se rompe mi ensoñación; me ha parecido que el ruido hoy era distinto. ¿Una despedida? ¿Un adiós definitivo? Me empeño, no quiero perder tantos buenos recuerdos. Ya sé, es mi propia película. Pero no quiero. Aprieto con fuerza mis párpados, contraigo el rostro. Esto fue real, es real ahora para mí sumergido en la intemporalidad y frente a un lugar donde había vida. Me niego a abrir los ojos. Sigo viendo las imágenes que quiero ver, más fuertes que esta otra realidad de ojos abiertos: los oxidados cierres metálicos que ya no se levantan, las paredes desconchadas, la suciedad del abandono. Veo el nombre: TEATRO VARIEDADES. Letras macizas de un rojo desvaído que aún permanecen sobre el dintel de la puerta de entrada. Los nombres son quizá lo último que se pierde por su capacidad de evocar y acotar territorios imprescindibles. Sí, muy cerca de la esquina está la taquilla donde se vendían las entradas al mundo de los sueños, la ansiedad en la cola de espera y las carreras escaleras arriba para coger sitio. Toda una actitud ante la vida, con olor a ambientador, y la peculiaridad de que con tal comportamiento, aquí siempre encontraríamos recompensa. ¿Desaparecerá esta quimera? ¿Se esfumará este lugar donde tantos se dejaron seducir por imágenes fantásticas de aventuras, de pasiones, de amor, de encuentros…? ¿Dónde se albergarán ahora las ilusiones? Cuando un cine se cierra se rompe un vínculo vital: un primer beso, un sollozo, una risa sincera, el miedo y la ternura, cerrándose además una puerta a lo desconocido. Aprender, soñar, deslumbrarse en una sala oscura; conjurar la realidad y el deseo por un instante que acaba siendo eterno. Tiempo inconmensurable, acumuladamente íntimo y colectivo. La memoria, para muchos, de una educación sentimental. No quiero perderme en la nostalgia, no quiero que mi voz acabe ahogada en su légamo inútil. Quiero que siga en pie ese lugar donde se comparten las emociones. Hay un recorrido desde el esplendor a la decrepitud que va dejando cicatrices, avisos de no proyectar la película si no había más de tres personas. La soledad de las salas sin gente, sin milagro y el vacío que deja lo que no tiene continuidad. Sólo imágenes fantasmales que conviven proyectándose por sí mismas en una pantalla total: paredes, techos, suelos. Imágenes de las miles de películas exhibidas durante tanto tiempo. Un caos de sentimientos, una narración de experiencias que convoca a los vivos y a los muertos. Un mundo de oscuridad más allá de la oscuridad, un foco de espíritus rebeldes que jamás dejarán de existir. Un mundo donde los humanos ya no podrán entrar. En la esquina de dos calles: Pozas y Calvario, está el “Variedades”, ya sólo frecuentado por sus mayores enemigos: el tiempo y la especulación. En diagonal a él, la iglesia del pueblo. Un cruce de caminos donde a un lado espera dios y a otro el diablo. Recuerda, hipócrita cinéfilo, mi semejante, mi hermano, hay un tiempo para la destrucción y otro para la recuperación. Un tiempo donde confluyen lo antiguo y lo nuevo, que está ahí, a la vuelta de la esquina

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