01 PM | 07 Dic

Los burócratas de Luis Enrique no leen a Weber

Alfonso Peláez

Desde hace más de un siglo, cualquiera puede distinguir entre un funcionario y un burócrata, gracias a la sagaz inteligencia de Max Weber. Funcionario es cualquier persona que cumple unas funciones dentro de una organización siguiendo procedimientos racionales, pautados, en orden a la consecución de un fin último. Este fin, normalmente, estará definido por un superior de carácter menos técnico, pero más carismático. La definición de funcionario, en términos weberianos, sirve lo mismo para un organismo estatal, que privado, que mixto.

En cambio, un burócrata es un funcionario que, pervirtiendo su desempeño, pone toda su atención en el procedimiento y olvida el fin que persigue dicho procedimiento.

Los chicos de Luis Enrique, frente a Japón y Alemania, y definitivamente ante Marruecos, deliberada o inconscientemente, olvidaron que el fin primordial del fútbol es meter el balón en la portería del contrario más veces de las que él lo meta en la tuya. Para divertir o para divertirse. Depende del contexto. En ningún caso, mover la pelota con desgana en la zona aséptica del campo será el objetivo; eso solo debe ser una parte menor del procedimiento.

El resultado más lamentable de ayer, no es que España esté eliminada del Mundial catarí (venirse de allí, cuanto antes, tampoco es tan malo): es el soporífero tostonazo con el que castigaron a todos los que de verdad nos gusta el fútbol sin estadísticas.

Y todo por dedicarse al streaming, en lugar de leer a Max Weber.

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