08 PM | 08 Oct

Las películas que nos dan la vida

Las películas que nos dan la vida

Alfonso Peláez

 

Ayer, jueves 7 de octubre de 2021, la alegre muchachada del Colectivo Rousseau, más unas cuantas decenas de queridos allegados, volvimos al cine en una sala extradoméstica. El hecho nada tendría de acontecimiento, si no fuera por la cantidad de meses (¿19?) que llevábamos privados de tal disfrute. Por eso, y por la cara de domingo que gastaba el paisanaje. Una alegría, sí señor. O, sí señora. O, sí señore. Cada cual que elija. Digo una alegría y más bien debería decir una cura. El ciclo que inauguramos en lugar de “Las películas de mi vida” debería llamarse “Las películas que nos dan la vida”.

Abrió Félix con Jean Vigo. Un director difícil e imprescindible. Más difícil en “Zero en conducta” que en “L’Atalante”. Los méritos de esta segunda están suficientemente enumerados en la hoja de sala, lo que me disuade de la reiteración. Aunque, de todos modos, voy a permitirme dejar escrita mi admiración por la capacidad de Vigo para filmar poesía a partir del hierro de las barcazas, de las grúas portuarias y de las aguas turbias y navegables de los canales fluviales franceses. Tiene mérito. Mucho mérito. Machado, pidiendo perdón, en primer lugar a Lucía, por la inmodestia de equipararse a Dante, presumía de tornar el amor en Teología. Pero yo creo que el amor se presta mejor al paroxismo lírico que la cruda realidad industrial de los años treinta, con su vapor, sus brumas y su lumpemproletariado. Por eso digo que tiene mérito lo del infortunado director.

“Zero en conducta” es otra cosa. Filmada bajo criterios de cine mudo, la expresividad caricaturesca y desaforada de los actores arremete contra los valores más sagrados de la sociedad burguesa institucionalizados por los remanentes de la III República, que Vigo personifica en los invitados a la ceremonia del patio.

El resultado es irreverente e iconoclasta. Por eso no pasó la censura en muchos años. Tal vez, hasta que los personajes demolidos por el film ya resultaran irreconocibles para el espectador. Es decir, hasta que la crítica hubo perdido su capacidad corrosiva más vitriólica.

En todo caso quedó su enseñanza fílmica. Mientras la veíamos, yo trataba de calcular cuánto debe a Jean Vigo la arraigada tradición cinematográfica francesa referente a internados de niños. Y me vinieron a la mente, al menos, estas películas: “Los cuatrocientos golpes” (1959), de Truffau; “La guerra de los botones” (1962), de Yves Robert; o, finalmente, “Los chicos del coro” (2004) de Christophe Barratier. También, aunque no francesa, la que se llevó la Palma de Oro en Cannes, el año 1969, “If…”, del director británico, pionero del Free Cinema, Lindsay Anderson. En ella, un jovencísimo Malcolm McDowell encarna a un estudiante irreductible que, junto con un colega, revientan, en sentido estricto, una ceremonia escolar multitudinaria y formal, desde el tejado del internado en el que estudian.

A Jean Vigo ya se le había ocurrido antes.

Félix, queremos más películas de las que nos dan la vida.

 

AP/081021

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1 comentario

  • Colectivo Rousseau

    GRACIAS, SEGUIREMOS PROGRAMANDO. FELIX

    ↶Reply10 octubre, 202110:07