
FELAS
La película “Verdebra” de la trilogía de Abuladze, la he percibido como un alegato contra el fanatismo aunque no supiera nada al empezar su visionado de cistenos ni de Keheusuros. Me he dejado llevar por su simbolismo como si se tratara de las cruzadas y me he sentido arrebatado por la música del creador de la “Fábula de Sulkhan Sabba”, Nodar Gabuniya, premio de la Unesco del año l.973. Las imágenes son excepcionales y me recuerdan a las fotografías de José Ortiz Echague que se publicaban en la revista Arte Fotográfico. Los versículos que se citan son del poeta georgiano Vazha Pshavela, del que no hemos encontrado ninguna traducción al castellano, en su obra Aluda Katelauari. Unos días después de que su pueblo fuera guerreado por musulmanes chechenos Aluda persigue a los invasores matando a Mutsal, pero no cumple con el ritual de cortar las manos al perdedor y regresa a Shatili sintiendo admiración por el muerto, lo que supone la expulsión de su pueblo y la quema de sus enseres. Dozhola también sufre las iras del pueblo por dar hospedaje a un contrario, pero como se dice al comienzo: “JAMÁS PODRÁ MORIR LA ESENCIA HERMOSA DEL SER HUMANO.”
Tierra de Valles entre las montañas, la más misteriosa del Cáucaso, rodeada de torres como la Lebaiskari ,regada por el rio Argum, en los límites con Chechenia, fue predicada por San Nino dejando un cristianismo ortodoxo con cultos pre cristianos, ideales para crear una película épica. La muerte de la bondad en la horca tiene una fuerza expresiva muy al estilo Bergman, pero con un impacto más potente.
FELAS
La película“El árbol de los sueños” forma parte de la trilogía más conocida del director Tegiz Abuladze. Basada en unos cuentos del escritor Gueorgi Leonidze, configura una espléndida historia épica llena de imágenes de la vida de un pueblo de montaña. Los primeros planos sorprenden por la fotografía exquisita y su poesía: ¡Tetra! ¿Qué tienes? Soy yo, Guedio, y el caballo llora ante su presencia. Cuando el tío Tsitskore saca su puñal diciendo que no hay que dejar que sufra más, se hace un fundido en rojo con las amapolas evitando el sufrimiento. Hasta los caballos fallecen en la pendiente, donde crece una hierba mala por los combates que allí se produjeron. Sacerdotes corruptos, patriotas, idealistas, locos, son claves difíciles de entender si no se conoce la historia de Georgia, mezcladas con el trágico amor entre la joven Marita y Guedio, y la presencia de Pupala, enamorada de un extranjero invisible que combate con tono de humor el patriarcado que domina la vida de las mujeres locales siempre juntas y de negro debajo de los árboles. Marita se ve obligada a montar un burro (sentada hacia atrás) que la llevará a la muerte en un acto de venganza popular y de destrucción de la belleza, por negarse a aceptar la boda de conveniencia, mostrándose sutilmente la violencia del pueblo, con un simbolismo parecido al que vimos en “La lengua de las mariposas” de Cuerda
Paisajes de montaña, amapolas, flores, valles, es como si viéramos una Pintura de Pieter Brueghel. Estoy dispuesto a ser el primero en el combate por la libertad, ¡ayudarme a encontrar el árbol mágico! Una excelente película.
FELAS
Arrepentimiento es una provocadora muestra del poder autoritario, y gira en torno a la muerte de un tirano, cualquier tirano, y la negativa de una mujer para dejar el cadáver en paz, con un recuerdo a todos los perseguidos en la discrepancia.
Tegiz Abuladze, con una formación teatral muy sólida, estudiando en el famoso teatro Rustaveli (en Madrid vimos un extraordinario Ricardo III) aborda ésta película utilizando alegorías y metáforas, dando un sentido surrealista de humor negro que nos recuerda inevitablemente al Buñuel mas creador. Es genial el sueño de la mujer de Barateli mientras éste toca el piano y se produce un fundido con los sonidos del agua al modo de Tarkovski. La persecución en las calles desiertas por caballeros de la Edad Media junto con el coche descapotable del dictador y su escondite en una plantación de patatas con los cuerpos enterrados no se nos olvidará fácilmente.
La crítica que subyace del estalinismo hizo que la película fuera prohibida durante dos años y escondida (dicen) una copia debajo de la cama por el temor a ser destruida, siendo recuperada y convirtiéndose en emblemática con la llegada del “glasnost” gracias a las políticas de apertura.
Artesano meticuloso, Tegiz nos muestra la tiranía, la violencia y los malos tratos a los hombres en otras secuencias memorables: la búsqueda de los nombres de los familiares entre la arboleda traída en los trenes desde los bosques de la deportación, el discurso en el balcón del ayuntamiento con la horca a su lado y la confusión entre realidad y sueño cuando el hijo del dictador desmenuza un pez para dejarlo en las raspas.
La película tiene una banda sonora con músicas conocidas, y su visión fantasmagórica del abuso del poder provoca en el espectador una catarsis para que no se olvide ninguna de las fechorías que hacen los dictadores. Hay que tirarlos por la ventana, no enterrarlos con las pompas habituales. La memoria de sus hechos tiene que perdurar.
Pabloody

El Rey Lear, de William Shakespeare, es uno de los dramas más grandiosos de la historia. Trata casi todos los temas importantes de esta vida con la poética lucidez de la que sólo es capaz Willy. Ahí hay un peliculón, y Kozintsev lo ha hecho… más o menos.
Vamos a ver, si no me hubiese leido la obra de teatro a lo mejor la peli de Kozintsev sería mi peli favorita… o a lo mejor me hubiese dormido víéndola. Esas cosas nunca se saben. Así que me tengo que limitar a juzgarla como adaptación. Y como tal es cojonuda. Me es muy fácil imaginarme un peliculón bastante mejor partiendo de la obra original, pero mi imaginación es muy pretenciosa, así que puede que esta versión rusa sea casi insuperable.
Visualmente está muy bien. Las interpretaciones son en su mayoría brillantes. ¿Qué le falta entonces? Pues aparte de que la música (aunque suena mal decirlo al ser del mismísimo Shostakovich) es flojilla, le falta emotividad. Está claro que Kozintsev no es Zeffirelli, y opta por una adaptación no fría pero si sobria que no logra emocionar del todo aunque fascine con su magistral desfile de personajes y tragedias.
Particularmente me molesta el desaprovechamiento de dos momentos clave de la obra de teatro, que son de lo mejor que ha escrito Shakespeare (que ya es decir): Los reencuentros paternofiliales Gloster-Edgar y Lear-Cordelia. Están ahí, pero demasiado recortados y no consiguen transmitir todo el dramatismo del momento.
De todos modos es una adaptación muy fiel y meritoria, con momentos de gran cine. Y es la mejor película basada en una obra de Shakespeare que he visto… de momento.
Monumental como la propia novela. O mejor dicho: casi, porque ni en las siete horas de duración de todo el filme cabe la gran epopeya de Tolstói con su amplia galería de personajes (más de 400), cada uno de ellos con su nombre y apellidos, sus circunstancias, su carácter y su alma. Pero Sergei Bondarchuk logró algo muy importante y de lo que carece la versión de King Vidor: que el espíritu de la novela esté presente en cada fotograma, en cada escena, en cada secuencia. Creo que fue Andrzej Wajda quien exclamó tras haber visto la primera de las cuatro partes de la película: “¡Dios mío, pero si esto no es una película; es Tolstói! Si las otras tres partes de Guerra y Paz mantienen el mismo nivel, estaremos ante una de las más grandes obras del séptimo arte”.
Las cuatro partes de Guerra y Paz no mantienen el mismo nivel, y en cada una de ellas hay logros y pérdidas, pero los logros son de tal magnitud, que los momentos fallidos (ciertas escenas e incluso algunas secuencias a lo largo de los 400 minutos de proyección) quedan como algo fácil de olvidar, pequeños incidentes que no echan a perder un gran día.
La dirección y el talento de Sergei Bondarchuk brillan tanto en las escenas rodadas en interiores como en las épicas e insuperables secuencias de batallas. Las mejores y más espectaculares, sin lugar a dudas, en toda la historia del cine, visualmente resueltas de manera prodigiosa, y no sólo por los miles de extras que en ellas intervienen. A destacar entre los grandes momentos del filme la espléndida y suntuosa puesta en escena del primer baile de Natacha; la ternura de la escena en que la joven heroína, oculta tras unas plantas en el invernadero, contempla el beso de los dos enamorados, cuya imagen queda congelada en su retina mientras la pareja se separa y sale del campo visual; la secuencia del duelo en la nieve entre Pierre Bezhujov y Dólojov; el incendio de Moscú, los fusilamientos, la retirada de Napoleón y su ejército…
Una película que debería ser estudiada por la inmensa mayoría de los directores de cine de hoy, quienes piensan que con los adecuados medios técnicos, unos actores con buen palmito, un guión prêt-à-porter, unos caracteres y unos diálogos de diseño en situaciones de diseño y un uso generoso, sin que les tiemble la mano (“que no falte de ná”), de los efectos digitales, se hace cine y resuelve cualquier escena: desde el retozar en una cama o en lo alto de un frigorífico hasta la rendición de Breda o el asedio de Troya