10 PM | 29 Oct

Rafael Méndez (1906 – 1991)

Rafael Méndez (1906 – 1991)

Insigne investigador, republicano y lorquino

(Antonio Chazarra)

El aire juega a los recuerdos:/ se lleva todos los ruidos
y deja espejos de silencio /para mirar a los años vividos
Xavier Villaurrutia

 

Quiero rendir un homenaje de sincera admiración a Rafael Méndez y con él a toda una generación que se formó en los valores republicanos, estudió con ahínco, destacó en diversas disciplinas científicas y humanísticas y tuvo un firme compromiso político sin olvidar nunca sus deberes éticos.

Mi padre me hablaba con cierta frecuencia de Rafael Méndez. Se conocieron en Lorca y Águilas y cultivaron después una buena amistad en Madrid. Tenían muchas afinidades: sus simpatías republicanas, su pertenencia al Partido Socialista, su amor a la tierra que los había visto nacer…

Rafael Méndez fue tenaz, intuitivo, disciplinado y brillante. Desde muy joven volcó sus mejores cualidades en la investigación. No hemos tenido suerte en España. Por unas causas o por otras, la investigación científica –salvo breves periodos- se ha visto postergada y abandonada. Hoy, seguimos pagando esa inercia cuando nuestros mejores cerebros, frecuentemente tienen que emigrar a otras latitudes, víctimas de los recortes y de la falta de previsión de unos dirigentes que por no pensar… no piensan ni en el presente ni en el futuro.

Rafael Méndez llevó a cabo importantes investigaciones y aportaciones en el terreno de la cardiología y en el de la farmacología.

Remontémonos al barrio de San Cristóbal, en Lorca y, a una familia numerosa que vivía, con cierta holgura, y que supo inculcar a sus hijos la pasión por el trabajo. Desde allí iremos ofreciendo retazos significativos, de su itinerario vital y de su carácter.

Podría decirse que Rafael Méndez fue un hombre hecho a sí mismo, aunque una afirmación como esta ha de ser matizada. Hay un ambiente, una atmósfera que se respira, una convivencia con personas de valía, que influyen en la formación del carácter. Unas instituciones que aspiran a que España salga de su atraso y que se incorporé, sin complejos, a las coordenadas europeas. Tuvo la fortuna de disfrutar de ese ambiente y de conocer y tratar a personas de singular relieve durante su estancia en Madrid para realizar sus estudios de medicina.

Convivió con Severo Ochoa, con Federico García Lorca, con Luis Buñuel y otros. Pudo disfrutar del clima de exigencia intelectual y camaradería que se respiraba en la Residencia de Estudiantes. La Junta de Ampliación de Estudios, por otra parte, supo dar la oportunidad a algunos jóvenes inquietos, ambiciosos y preparados de ponerse en contacto con las universidades más prestigiosas.

Fue decisivo su encuentro con Juan Negrín, que supo inculcarle la pasión por los hallazgos científicos y reconducir su vocación por los caminos duros y gratificantes de la investigación.

Estos hombres no tenían vocación política pero supieron estar a la altura del momento histórico que les tocó vivir. No vacilaron cuando llegaron las ocasiones decisivas y difíciles en aceptar cargos en defensa de la II República y durante la Guerra Civil. Ninguno rehuyó el compromiso que se le exigía comenzando por Juan Negrín cuya firmeza de carácter y bondad eran proverbiales y que hoy es conocido, casi únicamente, por los cargos públicos que desempeñó, con clamoroso olvido de su ingente labor investigadora llevada a cabo en Alemania y después en el Laboratorio de Investigación en Fisiología, estrechamente vinculado con la Residencia de Estudiantes y que puso en marcha Santiago Ramón i Cajal.

de los aspectos que más llama la atención del itinerario vital de Rafael Méndez es su reciedumbre moral, su lealtad y los afectos que supo cultivar y mantener durante toda su vida.

En un texto de las dimensiones de este, no es posible extenderse mucho, pero no me resisto a citar unas palabras del cineasta Luis Buñuel, que de paso, ponen de relieve su vida austera y la reciedumbre de sus principios morales. ‘Rafa –como le llaman sus colegas- posee dos cualidades preciosas para mí, la sencillez de su trato y su inquebrantable honradez. Si Rafael hubiera tenido la manga ancha y los dedos ligeramente voraces durante nuestra Guerra Civil, podría ser millonario, pero en dólares. Desde que emigró a USA y luego a México, ha vivido siempre de su sueldo de investigador y profesor, que no es gran prebenda’.

Hemos indicado con anterioridad sus compromisos con la II República y con los valores democráticos, que le llevaron a abandonar temporalmente el estudio, la enseñanza y la investigación para ocupar cargos de relieve y de responsabilidad que requerían que los mejores dieran un paso al frente. La lealtad a unas ideas y a unos principios no le apartaron nunca de su vocación, que reemprendió en el exilio, finalizada la contienda.

Hagamos hincapié, no obstante, que cuando Juan Negrín o Julián Zugazagoitia, contaron con él para desempeñar tareas como Secretario de Hacienda, Director General de Carabineros o Subsecretario de Gobernación, no dudó en prestar su inteligencia y su capacidad para hacer frente a estas responsabilidades.

Tuvo que soportar un largo y duro exilio. Estaba preparado para afrontar dificultades y salió adelante con tesón, con dedicación y prestando grandes servicios a la investigación y a la docencia en Estados Unidos y México.

No se arredró nunca y tuvo siempre una buena salud y, sobre todo, una ambición enorme por investigar y por llevar lo más lejos posible sus proyectos. Dejó un excelente recuerdo en Universidades como Chicago y Harvard y, también, en el Departamento de Farmacología del Instituto Nacional de México.

No permitió que la nostalgia le impidiera proseguir su camino, ni que las dificultades hicieran mella en su ánimo… sin embargo, se advierte en su ánimo un poso de amargura. Cuando regresa a España después de muchos años, le impidieron, los de siempre, que realizara lo que hubiera sido su gran sueño: proseguir sus investigaciones en nuestro país.

Regresó a México y fue nombrado Director de los Institutos Nacionales de Salud, hasta su fallecimiento. Se sentía muy orgulloso del Premio Nacional de Ciencias y Artes en el Área Físico-Matemática que le otorgó el Gobierno Mexicano y que es una distinción señera que muy pocos poseen.

Por lo que respecta a España, los reconocimientos una vez más, fueron tardíos y, me atrevería a decir, que formales y protocolarios. La Universidad de Murcia le nombro Doctor Honoris Causa y Lorca, Hijo Predilecto. Quizás la mayor gratificación la obtuvo, cuando se le dio su nombre al Hospital Comarcal de Lorca, a cuya inauguración pudo asistir emocionado unos pocos meses antes de su muerte.

Muchas de las cosas que se sobre él me las refirió mi padre, como su seriedad y su culto a la amistad con personas, que en muchos casos, estaban muy alejadas de sus convicciones. Hizo de la tolerancia uno de los principios rectores de su vida.

Rafael Méndez merece y, se ha ganado, una mayor atención y reconocimiento. Creo que está por hacer una biografía, sólida y completa de su trayectoria como investigador, de su paso por diversos cargos políticos en la II República y Guerra Civil y de los valores y principios que practicó con gran entereza.

En el libro Gente de Lorca, Eulalia Martínez y Maruja Sastre, le dedican unas páginas entrañables y bien documentadas… pero hay que ir más allá. Hoy día, lamentablemente, muchos compatriotas, incluidos los murcianos, ignoran casi todo de su labor científica y de su figura humana.

Deberíamos hacer un esfuerzo por darlo a conocer, porque el ejemplo de hombres como él solo puede redundar en hacernos mejores.

Hay que mirarse en el espejo de estos ciudadanos demócratas, de espíritu combativo, reciedumbre moral e investigadores brillantes y tenaces… desgraciadamente, algunos durante demasiado tiempo, se han encargado de hacer añicos el espejo… urge disponer de otro para que nos devuelva una imagen limpia y podamos, por fin, encontrarnos a nosotros mismos y reconciliarnos con nuestro pasado.

ANTONIO CHAZARRA

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