Análisis de Películas

11 AM | 06 Nov

El espíritu de la colmena- Peli día 11

‘El espíritu de la colmena’, la más hermosa película española del siglo XX

'El espíritu de la colmena', la más hermosa película española del siglo XX

 

-Isabel

 

En 1973 nació la que posiblemente es la más hermosa película española del siglo XX, que aún ostenta ese rango porque Elías Querejeta impidió que otra película del mismo director, en 1984, pudiera arrebatárselo. Uno de los pocos filmes españoles realmente poéticos, en el sentido real de la palabra, que nada tiene que ver con cantar las odas de un mundo onírico, o con imágenes celestiales de belleza sólo aparente, sino, sobre todo, con la energía de la realidad, de la vida misma, a ras de suelo, que es el verdadero territorio de los grandes poetas. Porque la vida misma, tal cual, se sustenta en conexiones poéticas auténticas, que desafían toda razón.

Víctor Erice sólo había filmado de manera profesional, hasta entonces, un segmento del filme colectivo ‘Los desafíos’, y pocos podían presagiar tal despliegue de sabiduría, serenidad, humildad y sensibilidad. Cuenta, Erice, varias películas dentro de una película. Una película que es, en el fondo, un canto de amor al cine primigenio: el de las salas de cine de barrio que descubría, a los hombres y mujeres de los pueblos, los grandes títulos norteamericanos de la época. Pero más que eso: una indagación lírica del descubrimiento del mundo, precisamente, a través del cine. La niña Ana (Ana Torrent, una actriz mucho más interesante cuando todavía no era totalmente consciente de sí misma…) se encuentra, por primera vez, con la muerte.

La infancia, por tanto, como universo en el que las mismas sombras, o los más sencillos sonidos, conforman constelaciones sensoriales, que nos hacen creer que todo es posible. A medida que crecemos, crece también nuestra autoconciencia, pero disminuyen nuestras percepciones. Para Erice, que sabe que nunca seremos tan sabios como cuando éramos niños, la conciencia no es vehículo de la belleza pura, sino la percepción. En realidad, es una declaración de principios estética, que rechaza un cine narrativo, lógico, en favor de un cine sensorial, en el que las emociones y las imágenes más sencillas son las que dictan todo el sentido.

 

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Viendo ‘El doctor Frankenstein’, Ana se topa por primera vez con la muerte, de manera directa y brutal. Los cuentos de terror como evocadores de los más profundos miedos, que se extienden sobre todo lo que desconocemos. Tanto ella como Isabel asisten a este simulacro de muerte, que es cuando la criatura lanza al mar a la niña, al haberse quedado sin pétalos. Ana, sin embargo, carece de un cierto sentido sádico o cruel, que es natural en Isabel. De modo que pronto el relato se desgaja, y mientras la segunda se acerca a la muerte de una forma, Ana lo hará de otro. Así, palpitan en la secuencia, imágenes perturbadoras, como el momento en que Isabel estrangula al gato, o cuando se hace pasar por muerta con increíble convicción.

Ana es muy diferente, es más contemplativa, no participa tanto de la muerte como lo que le interesa averiguar lo que sepa de ella misma. Cree las mentiras de Isabel, y quizá su autoconciencia sabe que miente, o que prefiere pensar que miente, pero algo en su interior le empuja, primero, a visitar al maquis que se esconde en la casa abandonada (Ana no pretende usar a la muerte, como Isabel, sino mirarla de frente). Y segundo, tomando la seta alucinógena y enfrentándose directamente a sus miedos. De modo que también podemos decir que hay un profundo poso espiritual y luminoso en esta película, pues en su fondo conviven los miedos a la muerte con la negación de esta como ente real. La muerte como liberadora de un mundo de sombras, o quizá, simplemente, como una mentira de un mundo de ficción. Pero hay más enfrentamientos directos con la muerte, como el crucial en el que Ana mira al tren llegar, de pie sobre la vía, imagen que entronca también, por supuesto, con los inicios del cine.

El color miel

No por casualidad dice Víctor Erice, en el documental ‘Huellas de un espíritu’, que a fin de cuentas lo que Ana tiene es una fe extraordinaria. Porque de fe se trata, una fe coloreada de miel, que parece el alimento del alma. Las colmenas como imagen representativa de la vida de la posguerra, pero también del estado en ebullición de personajes perdidos, melancólicos, como el de Fernando Fernán Gómez o Teresa Gimpera, que interpretan a seres que son meras sombras, anonadados por la tristeza de un mundo que se ha derrumbado y para el que ya no encuentran motivos de alegría. Son fantasmas para Ana, que se adentrará en una peligrosa senda del conocimiento sin la ayuda de sus tutores, aunque al final pueda beber el agua de la fuente que tan lejos parecía encontrarse.

Luis Cuadrado, el operador, y Victor Erice, colorean de miel los interiores, mientras despojan de toda luz solar (y por tanto vital) los exteriores. Las composiciones lumínicas parecen inspiradas, directamente, en la obra pictórica de Vermeer, pero no hay nada exageradamente pictórico en ellas, sino que son el punto de partida para espacios en los que parece que el estado anímico de los personajes está a punto de explotar, por lo que son imágenes de gran potencia visual, que flotan por encima del suelo con mayor energía que cualquier intento de poesía barata concebida a base de preciosismos o hiperrealismos.

Muchos, sin embargo, no entran en este estilo de poesía en imágenes, sino que proclama su absoluta incomprensión o hartazgo de una antitrama concebida, precisamente, como respuesta a todo cine predigerido o comercial. Los autores de la historia, Erice y Ángel Fdez-Santos, nos hablan de sus recuerdos, de su niñez, y elaboran los fantasmas y los vericuetos de otra niñez, como portadora de los verdaderos enigmas de una vida de imágenes sinuosas.

El filme ganó la Concha de Oro en el Festival Internacional de cine de San Sebastián (de hecho, fue la primera película española en ganarla), y aupó a su director al exclusivo grupo de auténticos autores cinematográficos, que son muy pocos, y cada vez menos. Aunque su carrera quedó parcialmente frustrada por la infame mutilación del rodaje de ‘El sur’, que podría haber sido una obra maestra todavía con más peso que esta.

 

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10 AM | 29 Oct

LAS MANIOBRAS DEL AMOR-DÍA 4

Primera película en color de René Clair, que escribe, coproduce y dirige. Se rodó en los Estudios Bologne (Altos del Sena). Ganó el David di Donatello a la mejor producción, el premio al mejor film del Sindicato Francés de Críticos de Cine y el Louis Delluch. Se estrenó el 25-X-1955.

La acción tiene lugar, a lo largo de julio de 1914, en una ciudad de provincias en la que tiene cuartel un regimiento de dragones de Cavallería. Narra la historia del teniente Armande de la Verne (Gérard Philipe), mujeriego e inmaduro, que mantiene varios idilios a la vez y que presume de poder enamorar a cualquier mujer en menos de 30 días. En una cena con amigos acepta la apuesta de pagar una cena de gala si no consigue conquistar a la mujer que salga elegida al azar. La elegida es Marie-Louise Riviére (Michéle Morgan), hermosa, divorciada, parisina, madura, que regenta desde hace poco una sombrerería femenina en la ciudad y necesita un amor estable y duradero.

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10 PM | 23 Oct

BAJO LOS TECHOS DE PARIS-JUEVES 28

 Esta película es la primera del cine sonoro francés. René Clair fue capaz de tender un puente bastante sólido al cine hablado en Francia no sólo con Bajo los techos de París, sino también con las dos películas que la continuaron y que conforman con ella una trilogía musical: El millón (Le Million, 1931) y Viva la libertad (À nous la liberté, 1931).
La sencilla trama de Bajo del techos de París combina géneros tan populares como el melodrama, el romance, la comedia de situación y el policíaco, mezcla que convirtió a Bajo los techos de París en uno de los hitos del cine francés y consiguió un gran éxito de taquilla.
En los años 30, bajo los tejados del París, en las buhardillas, viven los bohemios, los pobres, los artistas y los extranjeros. Entre ellos está Albert, un cantante callejero que se ha enamorado de Pola, una inmigrante polaca a la que también persigue Fred, jefe de una banda de gángsters. Albert y Pola viven juntos hasta que a Albert lo encarcelan por un robo que no ha cometido. Louis, su mejor amigo, se hará cargo entonces de la chica.

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12 AM | 08 Oct

VIVA LA LIBERTAD-LA PELI DEL MIÉRCOLES 13

Los cantos poderosos de la libertad

Otros títulos: A nosotros la libertad.

A nous, la liberté. René Clair. Francia, 1931.

La libertad es uno de esos valores soñados que el ser humano no ha podido conquistar completamente. El lema de Colombia, mi sufrido país, azotado desde su misma fundación por la violencia, dice “Libertad y Orden” a modo de símbolo de ese complejo equilibrio entre dos situaciones deseables y frecuentemente contradictorias. Algo así como el agua y el aceite, en apariencia incompatibles, pero en realidad apareados para que exista la vida, ya que la sabiduría biológica conduce a que haya entidades bioquímicas con dos expresiones: en un extremo son hidrofóbicas y liofílicas (enemigas del agua y afines al aceite), en el otro, lo contrario. Las células contienen una región hidrofóbica, formada por cadenas de ácidos grasos y otra de terminaciones hidrofílicas, formada por grupos fosfato. Acá hay claves para el equilibrio de los opuestos que la humanidad quizás debiera explorar con mayor interés.

El cine es una importante herramienta de exploración de estos equilibrios, de estos opuestos. Tiene la ventaja de que puede atreverse a plantear nuevas posibilidades y de proponer rompimientos de  paradigmas en formas variadas: entretenimiento, arte, aventura, suspenso, comedia, drama, documental. Tiene la ventaja adicional de que todos podemos opinar y sentir la experiencia de la obra que vemos, como si fuera verdad, participando como espectadores, idealmente llenos de imaginación y de creatividad. En este sentido, toda película tiene el potencial para  transformarnos, ya que genera imágenes poderosas que quedan flotantes, a modo de surcos mentales, generando opciones. Pienso que en la medida en que seamos capaces de contemplar una cinta con esta doble capacidad de atracción y repulsión, es más factible que nos transforme y que nos sirva de instrumento para cambiar el mundo.

Se me ocurren estos comentarios luego de disfrutar de Viva la libertad, la película clásica de René Clair, quizás bastante olvidada, con frecuencia duramente criticada desde la modernidad, pero que en su momento fue aclamada por los públicos y los críticos. Considero que Clair se atreve con provocativas propuestas paradigmáticas, que vale la pena considerar, a la vez que en su película desarrolló esquemas novedosos, en una época en que el cine sonoro irrumpía decididamente.

Viva la libertad es un tesorito amoroso, hecho con extremada delicadeza, que se refleja en sus tiempos lentos, en las expresiones de los actores y en las combinaciones entre la música coral y las actuaciones. El tema que la define es duro y serio, ya que se refiere a la pérdida de la libertad en casi todas las actividades humanas, sean estas las cárceles y castigos, las fábricas, las escuelas, las reuniones, las cenas, las pandillas criminales. Sin embargo, en vez de suscitar cargas de amargura y desesperación y el irresistible deseo de destruirlo todo, se proponen la amistad para siempre, pase lo que pase, y la alegría musical como bálsamos que mantienen vivo el humanismo y los sentimientos de libertad. Se propone la siguiente idea, que es el título profundo de la película: “para nosotros… la libertad”, como bien no negociable, en la medida en que haya amistad duradera, que supere los azares del tiempo y de las circunstancias.

Vale la pena, entonces, señalar que el filme es la historia de dos amigos que se conocen en la cárcel, donde comparten celdas, donde se soportan mutuamente, literalmente, hasta que uno de ellos logra fugarse, para convertirse en un rico industrial. El otro, eventualmente, cumple su condena y, en medio de curiosas circunstancias, termina trabajando para su amigo en una moderna fábrica, donde se labora como en una cárcel… de la cual los dos amigos van a fugarse, apoyados el uno por el otro, es decir, en su amistad que todo lo vence.

Viva la libertad es un canto a la incertidumbre, como elemento que se opone a las estructuras humanas modernas y ordenadas. En provocativas escenas, describe con todo detalle lo que sucede cuando cualquier elemento humano que interviene de una cadena ordenada se atreve a generar perturbaciones, no importa lo pequeñas que ellas sean: se producen el caos y el desorden. Es decir, detrás del orden diseñado por el hombre subyace la clara posibilidad del inevitable caos, y mientras más ordenada la estructura, potencialmente más débil. ¿Cómo se enfrentan estas posibilidades? Es evidente, desde la película, que la respuesta humana a la incertidumbre es el control vigilante, simbolizado por los guardias de la prisión y por los supervisores de la planta, y el hacer sentir a los participantes que ellos son igualmente estructuras ordenadas controladas por el proceso mismo. Pero, como propone Viva la libertad las personas se enamoran, se cansan, se distraen, se olvidan, tienen ataques libertarios, y todo ello los lleva a generar perturbaciones y a provocar desorden. Subyace en la propuesta de Clair algo que se iba a descubrir unos años más tarde, bajo el liderazgo pionero de Gregory Bateson, la inevitable condición humana como fuente de perturbación de los sistemas sociales y las posibilidades del enfoque humanista del comportamiento para lograr la coherencia social.

A la vez que René Clair se muestra absolutamente crítico con la deshumanización de la era industrial mecanizada sin remedio y con la tragedia de las cárceles, donde las personas son números, propone el canto y la música como elementos estéticos inspiradores de sentimientos de libertad más allá de la opresión que se siente. Es el canto de los amigos que saben que, en el fondo de sus esencias humanas, son libres.

Y desde el punto de vista del cine sonoro que irrumpe, utiliza el lenguaje casi a modo de tartamudeo, como queriendo decir que el hombre apenas empieza a descubrir las ventajas de la libertad y por eso acaso si balbucea, todavía sin coherencia, ante un bien tan valioso.  En cambio, los cantos y los coros son claros, coherentes, armónicos, como queriendo sugerir que en la armonía colectiva, inspirada por lo estético y lo musical, hay posibilidades escondidas para acceder a las expresiones profundas y libres del ser humano.

 

Cuando todo lo que nos rodee parezca ser un proceso operativo,
amigos, disfrutemos de nuestra ociosidad.
Bajo los cielos claros, es bello el destino,
cantemos, disfrutemos.
Que en todos los sitios, la vida sea una melodía.
Solo hace falta un beso para que comencemos.

 

Ficha técnica:

VIVA LA LIBERTAD  / A NOSOTROS LA LIBERTAD (A nous, la liberté),  Francia, 1931.

Dirección: René Clair
Guion: René Clair
Producción: Frank Clifford, Alexandre Kamenka, Roger Le Bon
Fotografía: Georges Périnal
Música: Georges Auric
Reparto: Raymond Cordy, Henri Marchand, Rolla France, Paul Ollivier, Jacques Shelly, André Michaud

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