12 AM | 03 Ago

ANATEMA SOBRE RONDA

 

 

La ciudad de Ronda tiene varios monumentos a toreros y calles dedicadas a grandes poetas, algunos de ellos caracterizados por haber cantado a los primeros. En la ciudad de Ronda es omnipresente la evocación de Rainer Maria Rilke y en una pequeña finca de los alrededores, perteneciente a un torero ya fallecido, reposan por propia voluntad las cenizas de Orson Welles. En Ronda nació Francisco Giner de los Ríos y un colectivo que lleva el nombre del pedagogo ha celebrado la memoria de Miguel Hernández.

La reciente votación del Parlamento de Cataluña en favor de la abolición de las corridas de toros ha provocado un tremendo debate, en razón de que muchos han entendido que se repudiaba un símbolo de la identidad española. Sin embargo, los promotores de la moción enfatizaron que el proyecto era mero corolario de una conciencia ecologista, que apunta a revitalizar el sentimiento de nuestra pertenencia a la naturaleza y de nuestra filiación con el reino animal.

 

Subyace en este asunto un enorme interrogante científico y filosófico. El conocimiento del alto grado de homología genética que se da entre otros animales y el ser humano puede dar lugar a una radical transformación de lo que entendemos por comportamiento ético. Este no consistiría ya en la exigencia de no instrumentalizar a los seres de razón y de lenguaje, sino en la exigencia de no instrumentalizar a los seres susceptibles de sufrimiento, en todo caso aquellos dotados de sistema nervioso central. Si esta nueva ética llegara a imponerse, sería imperativo abolir la tauromaquia, pero asimismo muchas otras prácticas humanas. Cuando denunciáramos la vivisección de mamíferos superiores no sería lícito añadir la coletilla “sin anestesia”. Y para hablar de maltrato de un perro bastaría con referirse a su confinamiento en un espacio que le impide realizar las potencialidades que su naturaleza conlleva. Esta nueva ética tendría sin duda la dificultad de la coherencia, pues llevada a sus extremos pondría en entredicho las condiciones mismas de supervivencia de los humanos.

No comulgar con esta nueva forma de ética, seguir considerando que la esencia de la eticidad reside en la máxima de tratar al ser humano como un fin y nunca como un medio o instrumento, en modo alguno implica que la complacencia en el sufrimiento de un animal pueda ser justificada. Se trata de un imperativo universal y el problema respecto a la tauromaquia es determinar si de verdad lo infringe. Los taurinos lo niegan y, sin embargo, han fracasado en la tentativa de convencer a los parlamentarios de Cataluña de que su contemplación del sacrificio del animal nada tiene que ver con una complacencia ante el sufrimiento del mismo, que el sacrificio sería simplemente el precio por un rito de marcado peso simbólico y artístico, precio no mayor que el de tantos otros que se dan en las culturas europeas o no europeas (es posible que haya alguna persona que haya ido a una plaza de toros a ver sufrir al animal, al hombre o a ambos, pero yo simplemente no he conocido a ninguna). A nadie han convencido argumentando que para el toro la lidia quizás no suponga tanto sufrimiento como combate (que en absoluto rehuiría, lo cual sería incomprensible si se busca la analogía con un ser torturado), tras una vida enteramente libre de más de cuatro años, en condiciones idóneas para realizar su naturaleza específica.

Los taurinos recordaban en el Parlamento de Cataluña que las decisiones políticas en materia de costumbres y de ética han de ser expresión de un sereno deliberar (que, en este caso, implicaría a etólogos, genetistas, filósofos, etcétera) y no preceder o sustituirse al mismo. Pero han fracasado en la tentativa y se procedió al hecho irreversible de votar la abolición sin que este debate haya tenido lugar. Y será asimismo en ausencia de tal debate que -ya abierta la veda- se harán propuestas abolicionistas en otros lugares. Y así, aunque el problema ético de la relación con los animales afecte a muchos colectivos (consumidores de ciertos productos gastronómicos, pescadores, empresarios de la avicultura industrial o propietarios de animales domésticos) para los que las propuestas ecológico-normativas se difieren permanentemente, el taurino como moderno Azazel será anatematizado en nombre de la causa ecologista.

En las horas que precedían a la votación en el Parlamento un colega y amigo de la Universidad de Barcelona reiteraba el argumento de que la proximidad geográfica y cultural de Cataluña a Europa hacía inviable seguir con las corridas de toros. Al respecto un último apunte:

En la evocada ciudad de Ronda solo se celebra una corrida al año, pero los toros son para la entera población un símbolo no ya de identidad, sino de su ancestral cultura.

Pues bien, de generalizarse el argumento según el cual la tauromaquia debería ser abolida por su intrínseca indigencia moral incompatible con los valores de nuestro entorno, ¿suprimimos sus símbolos?, ¿derruimos sus monumentos?, ¿la expulsamos de esa Europa que tantas veces se esgrime como asíntota de nuestras aspiraciones de pueblo limpio, claro y que trabaja? ¿Qué hacemos, en suma, con esta vieja y -a ojos vista- civilizadísima ciudad de Ronda?

Víctor Gómez Pin es catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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11 PM | 12 Jul

EL DESPRECIO DE LOS CIUDADANOS

 

 

 Emma Riverola

 

Tengo la sospecha de que estamos peor que ayer, pero infinitamente mejor que mañana. (El presidente) ha empezado a inspirarme ternura (…) sobre todo cuando le veo tan peligrosamente desorientado”.

Estas palabras parecen dictadas por la situación actual, pero fueron publicadas el 23 de agosto de 1993 en este mismo diario. El nombre del presidente era Felipe González. El autor del artículo, Manuel Vázquez Montalbán. Y el título, Depresión. En 1993, el PSOE había vuelto a ganar las elecciones, pero había perdido la mayoría absoluta. El país sufría una grave crisis económica. La tasa de paro llegó a encaramarse hasta un dramático 24%. El caso GAL mellaba las entrañas democráticas del Estado y Luis Roldán se revelaba como uno de los mayores sinvergüenzas de la historia de este país.

El Felipe González de entonces tenía poco que ver con el joven entusiasta y brillante que había ganado las elecciones 11 años antes. Tampoco se asemejaba al actual patricio que considera a las democracias de hoy marcadas por la mediocridad y lo mediático. O que lanza frases tan poco favorecedoras al Gobierno como “rectificar es de sabios, y de necios hacerlo a diario”. Olvidándose, quizás, de su propia y antigua desorientación.

 

Entonces y ahora, la crisis económica actúa como una demoledora apisonadora de la imagen pública de los políticos. Pero, a pesar de las dramáticas semejanzas entre 1993 y este más difícil 2010, la fractura entre la clase política y los ciudadanos nunca había sido tan profunda como ahora. La crítica a la talla de los líderes se impone, pero resulta interesante continuar revisando las hojas pasadas del calendario y tratar de encontrar más razones para este distanciamiento.

Durante los últimos años, el marketing se ha impuesto en el mundo de la política. Al líder se le ha otorgado el rango de producto. Los ciudadanos nos hemos convertido en codiciados consumidores y nuestros votos, en devaluada moneda de cambio. El debate ideológico ha quedado arrinconado por la verborrea de un agente comercial salpicada de frívolas promesas publicitarias o de pueriles amenazas sobre la llegada del lobo. La política se ha banalizado y las encuestas deciden los cambios en el diseño de las etiquetas. Pero un voto debería tener mayor trascendencia que elegir una lata de tomate en un lineal del supermercado, especialmente si no se desea sufrir el mismo final que la lata cuando el comprador la da por agotada.

En una sociedad marcada por las leyes del consumo y adormilada por años de bienestar, el ciudadano se siente cada vez menos responsable de todo. Su tolerancia al riesgo se ha tornado ínfima y cree poder exigir a papá Estado la solución inmediata de todos sus problemas. Pero el espejismo se hace añicos ante la crisis y la sombra de la estafa planea sobre la clase política. Yo te di mi voto, yo te compré, ¿por qué no arreglas todo esto? Una mala compra, piensa el elector, otro trasto inútil, y busca en vano las condiciones de devolución en la letra pequeña de su voto.

Y cuando las ventas bajan, ya se sabe, entran en juego las ofertas dos por uno y las promociones agresivas. O, lo que es igual, la indefinición en el discurso para tratar de atraer al mayor número de votantes y la guerra sin cuartel a la oposición. Una dura contienda sin remilgos en la que no se duda en traicionar la propia coherencia si eso desgasta al contrario. El mensaje se simplifica. O conmigo, o contra mí. Se huye de los puntos de encuentro y las opiniones discrepantes se consideran un ataque. La tolerancia no cotiza en este mercado de valores y la sociedad oscila peligrosamente hacia la indiferencia o la intransigencia.

El pensamiento crítico se está convirtiendo en una rara avis y los medios de comunicación no siempre son ajenos a la falta de racionalismo. A veces, por la excesiva carga de opinión entreverada con la información. A veces, por convertir su espacio en el escaparate de los productos políticos, erigiéndose en altavoz de las acusaciones, declaraciones o intoxicaciones. Eslóganes más eslóganes. Es incuestionable el valor del periodismo en la denuncia de los abusos del poder. Pero ya es más discutible el papel de juez que algunos medios se han otorgado, condenando sin rubor a los políticos del color contrario a su línea de opinión. Juicio sin derecho a la defensa y cuyo único fallo es la devaluación de la política. El desprecio de los ciudadanos.

La abstención crece a ritmo vertiginoso para vergüenza del espíritu democrático y no se observan en el mercado fórmulas mágicas capaces de invertir la tendencia. Parece urgente establecer nuevos puentes de diálogo entre ciudadanos y políticos, fomentar plataformas de pensamiento, donde las discrepancias sean acogidas como una fuente de enriquecimiento y los esfuerzos se destinen a la construcción de mejores modelos de relación y organización. Espacios alejados del marketing y sustentados en un compromiso mutuo de respeto a la verdad y la honestidad. Suena a utopía. Y eso es lo terrible. Porque si dejamos de creer en nuestra capacidad de transformación y mejora, renunciamos a ejercer el poder. La elección es nuestra: ciudadano o consumidor.

 

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09 PM | 13 Jun

SHURA, Je t’aime

 

 El viernes de la semana pasada descubrimos otra película muy interesante de otro ruso !joder con los rusos! Kalatazov nos pareció fantástico en “cuando pasan las cigueñas”  que luego nos llevó a “Soy cuba”, el comentario a la película “la balada de un soldado” me ha salido así:

Los que tuvimos la suerte de viajar en trenes de vapor, conocer chicas con coletas y faldas de cuadros, no tenemos otra alternativa que saltar a la pantalla, como hizo , Woody Allen, y dar un beso a Shura. Imaginemos, nos subimos a un vagón lleno de gente y en un claro, como haciendo abstracción de lo que nos rodea, con el humo de la máquina de vapor dando un tono melancólico, un fundido de arboles con nubes, y así sin más, nos mira nuestra chica, con los pelos hacia la cara movidos por el viento, y se nos brinda el plano de una boca, del mismo color que conseguíamos con las fotos en blanco y negro tratadas con hidroquinona.” Cuando le dije que no tenía a nadie le declaré mi amor”, dice sola en el andén, mientras que Aliocha Skvortsov , está enmarcado, en la ventana del tren que le conduce a su objetivo, recordando sus imágenes más bellas.

Excepto Borau, que hizo una película sin música, normalmente, cuando se quiere resaltar la emoción de una escena, la música adquiere los sonidos más potentes. Pues bien, Grigori Tchoukhrai, nos emociona cuando la madre corriendo entre las espigas de heno va en busca de su hijo con la música de Mikhail Zive, y de pronto ésta se para, sólo se oyen los sollozos y unos pitidos de fondo del camión que tiene prisa en regresar. Uno salta de la silla, si además hay un encuadre en el que el horizonte se pierde por esos caminos que nos recuerdan a Tarkovski. Gran actor el que hace de soldado cojo en el primer recorrido de nuestro héroe, película antibelicista a nuestro juicio.” El timbre no funciona, hay que golpear”, dice el niño que está haciendo burbujas de jabón. Lástima de talentos perdidos por la falta de libertad.

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03 PM | 17 May

Billy Budd

 

Tengo una localidad en las Ventas del tendido 3 bajo a la que accedo habitualmente por la escalera del tendido 3 alto, ya que la misma se encuentra  a escasos metros de esa entrada, pues bien, ayer el portero me hizo dar la vuelta.Sentado en la localidad me reprocharon que estaba ocupando un espacio que no me correspondia.Al llegar a casa, enciendo el ordenador y recibo un correo en el que poco menos que me quieren tirar a la hoguera por llamar díscolos a los que no obedecen… me cambian la llave del cine club. Yo ya no se si llevaré el mismo camino que el marinero Billy Budd de la novela de Herman Melville.

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