Crítica Cinematográfica

12 PM | 05 Mar

Violette. El existencialismo según Provost

El director francés Martin Provost ha demostrado a lo largo de su, por ahora, corta pero muy interesante, carrera un especial interés en el retrato de personajes femeninos en conflicto, ya sea interno o externo o ambos. En su quinto largometraje, Violette, Provost se adentra en un período de la vida de la escritora Violette Leduc para narrar no sólo sus problemas personales, sino también para hablar de una época, y, sobre todo, para narrar la construcción de una escritor

Violette es una película cuya narración se abre hacia diferentes direcciones. Construida a base de capítulos nominados cada uno de ellos con el nombre de una persona que, de una manera u otra, influyó en la vida de Violette Leduc (1907-1972), comienza a media res, con ésta, una impresionante y magnífica Emmanuelle Devos conviviendo con el malogrado escritor Maurice Sachs en los albores del fin de la Segunda Guerra Mundial, sobreviviendo cómo pueden gracias al mercado negro, ocupación que Leduc no abandonaría hasta mucho después. Provost va desvelando al personaje, mostrando cómo de manera casi fortuita se convierte en escritora. Y lo hace no por cuestiones, o no sólo, de cariz intelectual, como aquellos escritores y filósofos con los que acabará relacionándose casi contra natura, sino por cuestiones personales, existenciales. El contexto cultural en el que se desarrolla la película es precisamente el existencialismo francés, por lo que Violetteno deja de ser un retrato atmosférico y anímico de una época, personificado en Leduc, pero haciendo hincapié en el aspecto personal: la futura escritora, como decíamos, llega a serlo como vía de escape, utilizando la literatura como fuga de una existencia que la reprime en todos los sentidos. Curioso resulta cómo el director crea un fuerte contraste entre los escritores que rodean a Leduc y ésta: mientras para ellos todo parece un juego, o una manera de alcanzar notoriedad, en algunos casos impostando demasiado su intelectualidad, para ella es algo mucho más serio, más personal: la literatura es la única manera de que alguien la escuche, de que alguien la tome en serio.

La creación literaria no es muy cinematográfica de mostrar, al fin y al cabo, ver a una persona sentada escribiendo no es demasiado operativo ni interesante. Por eso resulta excelente como Provost, que sólo muestra a Leduc ante la escritura en contadas ocasiones, busca el mostrar esa creación mediante un trayecto personal: aquello que plasma sobre papel no es otra cosa que la extrapolación de sus vivencias personales, de sus emociones, de sus miedos. Mediante la llamada autoficción, que en Francia y en otros países se desarrolló décadas antes de que se pusiera de moda la etiqueta, Leduc exorcizó sus demonios, desde la infancia hasta su presente, mediante la escritura. Una creación en proceso que Provost va mostrando a base de esos capítulos que marcan una estructura perfectamente cronológica pero fragmentada, atento a cada persona que de una forma u otra fue importante para el desarrollo personal y artístico de Leduc, eliminando todo ornamento narrativo.

Como biopic, resulta muy particular, pues tan sólo narra el período de vida de la escritora comprendido entre el final de la Segunda Guerra Mundial y el final de la década de los sesenta, cuando consigue el éxito con su obra La bastarda. Entre ambos momentos, Provost se centra en hablarnos de la problemática de una mujer y de su época, de su relación con Simone de Beauvoir (Sandrine Kiberlain), quien ayudará y no poco a Leduc a llegar a ser quién fue, aunque su relación fuera controvertida. El director francés juega con el cine de época tan francés, como también lo hiciera con Séraphine, película con la que Violette guarda no pocas relaciones, también un retrato de una artista, en este caso pintora, enfrentada a problemas. A Provost le interesa menos la reconstrucción de una época como mostrar ésta en relación a los personajes. Aunque el diseño de producción es brillante, el cineasta lo toma como mero contexto en el que mover a sus personajes, de ahí una puesta en escena en la que no se busca los grandes planos panorámicos, ni el enfatizar el paisaje. Los detalles hablan por sí mismos, e importa el paisaje humano. Provost, no obstante, relaciona bien a los personajes y al decorado situando a éstos en su interior mostrando la opresión que siente en una época dorada de la literatura francesa pero cuyas bases no eran otras que un malestar generalizado tras la guerra. Ayudado por el siempre excelente director de fotografía Ives Cade, el director construye una película oscura, con el negro como color predominante, transmitiendo cierta angustia, desasosiego, una manera magnífica de definir tanto a Leduc como a su entorno.

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07 PM | 26 Feb

SUNSET SONG

Un par de semanas después de su visionado, Sunset Song (2015) vuelve a mi retina una y otra vez. Sabíamos que el cine de Terence Davies se anclaba en el melodrama clásico. Pero, habitualmente, se metamorfoseaba, acunado por melodías populares, mediante travellings y fundidos. Sin embargo, Sunset Song, adaptación de una novela popular en la Escocia del primer tercio del siglo XX, evita mayormente tales estratagemas y remite directamente al cine de King Vidor, tal vez también al de John Ford o David Lean. Sunset Song nos recuerda, repetidamente, que lo único permanente es la tierra y que todos estamos de paso. Pero también nos recuerda que sólo el Amor justifica esta vida temporal.

Luciendo unos exteriores rurales bellamente fotografiados (inmensos campos de trigo meciéndose en la naturaleza) en contraste con interiores retratados con luces artificiales, Davies parece esforzarse en hacer aparente el artificio en el que se mueven los personajes. Un artificio, una representación, que es la película pero que es la misma vida. La historia de una joven inteligente a la que la tradición le cierra un futuro profesional pero que puede superar la miseria se desliza ante nosotros, estación tras estación, año tras año, mostrando el paso y la relatividad de nuestras vidas. Sunset Song resulta un tanto desequilibrada en su narración, en la que pesan algunas imágenes estridentes y, muy especialmente, el flashback, un salto a otro espacio geográfico que se hace físicamente inadecuado tras dos horas de escenarios arcádicos. Sin embargo la obra se redime mediante otras secuencias bellísimas y, muy especialmente, gracias a una historia de amor antológica, delicada y veraz, con la sutil aproximación de dos amantes destinados a estar juntos.

 en Miradas de cine

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10 AM | 18 Feb

No te mueras sin decirme a dónde vas

Rachel no es un fantasma.

Es un espíritu – ¿o acaso es un ángel?-

Es el espíritu de una mujer que Leopoldo amó…en otra vida.

“Recolectores de sueños” será la frase que elijo para comenzar. La metáfora es del director y se la pido prestada para desentrañar desde allí el nudo de éste poema que el argentino Eliseo Subiela escribió y dirigió allá  por el año 1995.

-Por aquellos días Terry Gilliam nos maravillaba con su épica de 12 monos, Alex de la Iglesia nos deleitaba con la maestría de su día de la bestia y Woody Allen nos conquistaba, una vez más, con su poderosa Afrodita-

Pero el sublime director argentino iba a hacer algo distinto; iba a recitar una obra maestra, y lo iba  hacer a partir de una frase, de un pedido cargado del más profundo y amoroso significado: No te mueras sin decirme a dónde vas…

Es difícil hablar de una obra que no necesita intérpretes o traductores. De una obra que habla por sí misma, más allá de toda su aparente complejidad, a través de la más pura experiencia de los sentidos,  del universo único y personal de la abstracción.

Pero a fin  de desafiar las imposibilidades y siendo consciente que será necesario acuñar tal vez nuevos conceptos para abarcar lo indefinible, me atrevo a  confesar éstas líneas.

Leopoldo es un hombre de barrio;  trabaja como proyeccionista en un cine agonizante  de Buenos Aires. Lleva años intentado construir una máquina capaz de grabar los sueños humanos.  En el fondo de su casa tiene un tallercito en el que inventa cosas. Leopoldo sueña con un gran invento que lo rescate de una mediocre muerte anunciada.

-Todo  comienza en New Jersey, en 1885. Bajo la lluvia, un hombre acongojado asiste a las exequias de su esposa. De vuelta en su residencia, solo y triste, medita y hace girar el “zoetrope”, un juguete de la época, precursor del cine. El hombre se queda dormido. El hombre sueña. El sueño del hombre es un proyector de cine actual que cargan y accionan unas manos. Cuando se proyecta la luz, el sueño de ese hombre será la historia de Subiela, la cual  recitará como un Shakespeare; como el juglar de una oda al amor, a la vida y a  los misterios de la muerte-

Después de muchos intentos frustrados, Leopoldo logrará rescatar en sus sueños-con su máquina ya puesta a punto- las imágenes de una mujer vestida con ropa del siglo pasado. En esas imágenes la mujer está con un hombre. A partir de allí, la dama antigua, que se ha presentado como Rachel y lo ha llamado William como aquel personaje de la primera escena- colaborador de Thomas A. Edison- será su compañía;  le dirá que fueron pareja en una vida anterior, y que en realidad vienen amándose desde hace siglos, de distintas maneras y en distintas reencarnaciones. En la última, Leopoldo, fue ese hombre del comienzo que soñaba construir una maquina que pudiera captar  imágenes en movimiento, “imágenes que alivien, que liberen, que curen, imágenes que devuelvan la esperanza… la maravillosa posibilidad de miles de personas soñando el mismo sueño al mismo tiempo, la posibilidad de vencer la muerte. Imágenes que permanecerán  para siempre: seres moviéndose, amándose, odiándose, metidos en una máquina que podrá proyectarlos en una pantalla. Como una ventana por la que puedan echar a volar los sueños liberados. Un preservador de sueños. Para que no se esfumen cuando nos despertamos, cuando volvemos a la espantosa realidad.

Rachel le confesará que no se ha vuelto a reencarnar porque tiene miedo a nacer. Miedo a los sufrimientos de la vida.

¿Podría ser que Rachel fuese un ángel? No un ángel mensajero ni guardián ni guerrero, sino quizás ese ángel, emblematizado por Rilke: un ángel que trae a la memoria la presencia de la muerte, pero para celebrar la vida…porque ¿Qué hace este espíritu de mujer/ángel, si no mostrar la fragilidad de la vida? ¿Qué hace Rachel, sino enseñar a Leopoldo a mirar con nuevos ojos el porvenir de una existencia que se elige a sí misma en virtud de su amor? ¿Qué hace Rachel, sino orientar la mirada de Leopoldo hacia las infinitas posibilidades de nuevos nacimientos? Rachel, espíritu femenino de presencia angelical, dadora de luz desde una ausencia de lugar, es expresión de la nostalgia de quien anhela su condición existencial. Y también es expresión del deseo de vida y anuncio destinal ante la propuesta de Leopoldo por morir para reunirse con ella  en el otro lado, a lo que ella responde: “ni se te ocurra, tenemos que encontrarnos en la vida… ya va a ocurrir”.

¿Es la muerte el final del camino?

Subiela nos ha dejado rastros de una inquietud vital por el arte de la vida y el acontecimiento mágico del soñar.  Porque, sueño o no, la vida es ese tránsito camino a la muerte en el que, estos animales heridos que somos los mortales, desafiamos el tiempo y morimos y renacemos y amamos y todo para seguir vivos.

Al final, en medio del inmenso mar de la ensoñación y sus metáforas, descubriremos- si acaso hemos comprendido que el amor es el antídoto ante lo perecedero- que la fragilidad de nuestra existencia, no es otra cosa más que la urgencia  de asegurarnos fragmentos de inmortalidad traducida en pequeños instantes…

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01 PM | 11 Feb

Symbol, una fantasía surrealista

Symbol, es una peli en la que un hombre (interpretado por el propio Hitoshi) se despierta misteriosamente en una habitación blanca vacía y vistiendo un pijama de topos amarillo. ¿Dónde está? ¿Quién le ha metido ahí dentro? ¿Cómo ha acabado ahí? Mientras intenta dar respuesta a estos enigmas, empieza a experimentar extraños fenómenos uno detrás del otro ¿Podrá escapar finalmente?

Una de las películas más enigmáticas del cine de los últimos años, una mezcla de sugéneros que nos recuerda al comienzo de Old Boy o de Cube, con el protagonista encerrado en una habitación sin saber por qué. Pero que enseguida optará por el surrealismo más filosófico. Y es que, en esa habitación todo es posible, porque de las paredes surgen unos diminutos penes de angelitos que, al tocarlos, esconden sorpresas: puertas que se abren, alimentos, misteriosos personajes que aparecen y desaparecen… El protagonista deberá encontar la combinación correcta de penes para lograr salir de la habitación.

Además, sus actos tendrán consecuencias en el exterior, donde se nos cuenta la historia de un luchador mejicano, inspirado en El santo,  que se enfrenta al combate definitivo; y que se convertirá en el combate más surrealista de la historia.

Una película postmoderna que, sin embargo, bebe del mejor cine de Buster Keaton, Charlot, Harold Lloyd e incluso de los dibujos animados. Sin olvidar a Kubrik (2001, una odisea del espacio, La naranja mecánica) Como asegura Ángel Sala en su introducción: “Symbol propone una nueva forma de hacer cine, un no-relato obligado para una sociedad en la que el lenguaje ya no existe como lo conocemos, donde el absurdo se impone vehiculado en un humor catártico y sin límites que conecta realidades imposibles”.

Symbol fue nominada a varios premios en los Asian Film Awards, aunque no logró hacerse con ningún galardón.

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07 PM | 05 Feb

LA SAL DE LA TIERRA

Sinopsis: Desde hace cuarenta años, el fotógrafo Sebastião Salgado recorre los continentes captando la mutación de la humanidad. Testigo de grandes acontecimientos que han marcado nuestra historia reciente: conflictos internacionales, hambruna, éxodos, etc., ahora emprende camino hacia territorios vírgenes con grandiosos paisajes, descubriendo una fauna y una flora silvestres en el marco de un proyecto fotográfico gigantesco, tributo a la belleza del planeta. Su hijo Juliano, quien le acompañó en sus últimas travesías, y Wim Wenders, también fotógrafo, comparten con nosotros su mirada acerca de su vida y su obra, a partir de la gestación de su magno proyecto “GÉNESIS”.

NOTAS: La película está codirigida por el célebre cineasta alemánWim Wenders, y Juliano Ribeiro Salgado, hijo de Sebastião Salgado. Sebastião Salgado nació el 8 de febrero de 1944 en Aimorés, Minas Gerais, Brasil. Vive en París, Francia. Salgado trabajó como economista antes de iniciar su carrera de fotógrafo profesional en París, en 1973, con las agencias Sygma, Gamma y Magnum Photographs hasta 1994. Ese año, él y Lélia Wanick Salgado fundaron Amazonas Images, una sociedad creada únicamente para desarrollar el trabajo del fotógrafo. Salgado ha viajado a más de 100 países para realizar sus proyectos fotográficos. La mayoría de estos trabajos, además de aparecer en un gran número de publicaciones impresas, también figuran en libros como Other Americas y Sahel-l’Homme en Détresse (1986), An Uncertain Grace (1990), Workers (1993), Terra (1997), Migraciones y Retratos (2000), y África (2007). Las exposiciones de su trabajo han viajado por todo el mundo y se han podido ver en los mejores museos y galerías. Desde los años 90, Salgado y Lélia también trabajan en la restauración de parte de la Selva atlántica brasileña. En 1998 lograron que la zona fuera declarada reserva natural y crearon el Instituto Terra, una ONG medioambiental dedicada a la reforestación, la conservación y la educación. En 2012, Salgado y Lélia recibieron el Premio e del instituto e, UNESCO Brasil y Municipio Río de Janeiro, así como el Premio “Personalidade Ambiental” que concede el World Wildlife Fund de Brasil. Estos premios se otorgaron como reconocimiento a su trabajo con el Instituto Terra. Salgado ha recibido un sinfín de destacados premios de fotografía como reconocimiento a sus éxitos. También es Embajador de Buena Voluntad de la UNICEF, y miembro honorario de la Academia de las Artes y las Ciencias de Estados Unidos.

CRÍTICAS: “Para los amantes de la fotografía, llega una magnífico documental que evoca la figura y la obra del gran Sebastião Salgado, artista de la imagen fija y testigo de nuestro tiempo, notario de la condición humana…de la mano de Wim Wenders y de Juliano Ribeiro Salgado, hijo de Sebastião Salgado, el documental nos invita a un bellísimo y emocionate recorrido por las pulsiones del planeta, a través de la serenidad de la mirada de Salgado, y su inseparable Leica”  (Días de Cine, RTVE).  “Una magnífica mirada al hombre detrás de todas esas icónicas fotografías” (The Hollywood Reporter). “Wim Wenders confirma su dominio del documental con esta impresionante oda a Sebastião Salgado” (Variety). “Una obra esclarecedora y estimulante” (The Guardian)

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