Crítica Cinematográfica

10 AM | 27 Ene

LOS COMULGANTES

Tomas (Gunnar Björnstrand) es un pastor protestante inmerso en una profunda crisis espiritual que se ha acentuado tras el fallecimiento de su mujer. Märta (Ingrid Thulin), una maestra rural, está enamorada de él, pero éste no la soporta. 

Áspero y desesperanzador drama existencial que se eleva como una de las obras mayores (con lo que eso supone) de la filmografía de su extraordinario realizador. Los comulgantes es uno de los filmes más depurados de Ingmar Bergman. Se trata de la segunda entrega de su llamada “trilogía sobre el silencio de Dios”, denominación nunca aceptada por el propio cineasta (el origen de la misma se encuentra en la publicación conjunta de los guiones de las tres películas), pero que ilustra de manera adecuada la temática de la presente cinta y la de las otras dos que componen la susodicha trilogía: Como en un espejo (Säsom i en spegel, 1961) y El silencio (Tystnaden, 1963).

Nunca un a puesta en escena del maestro sueco se mostró tan dreyeriana en su austera y desnuda concepción de un relato en el que no caben los ornamentos. Bergman no utiliza el ascetismo visual para acercarse a Dios, sino para confirmar su no existencia. Aquí, de la economía de medios no emana misticismo, como sucede en Dreyer, y sí una angustiosa y exasperante soledad del individuo frente a un mundo que le resulta del todo absurdo e incomprensible.

La cinta se inicia con una magistral y detallada secuencia en la que asistimos a la celebración de una misa. En el rostro del pastor se advierte una incredulidad hacia lo que dice y hace que resulta casi grotesca.

 La visión que el director muestra de los escasos fieles asistentes tampoco es demasiado halagüeña: autómatas que se aburren en medio del sermón y miran sus relojes para saber el tiempo de hastío que les queda. Un vacío absoluto de fe.

Tomas, al que Gunnar Björnstrand interpreta de forma absolutamente soberbia, es un personaje solitario y huraño, un amargado incapaz de sentir amor por nadie salvo por su fallecida esposa. La seguridad amorosa que ésta le proporcionaba, se ha convertido en desazón tras su muerte. Oficia misa sin ningún tipo de convicción. Confronta sus creencias con la realidad y deduce que Dios no existe. Es un hipócrita que ni siquiera puede ayudar a sus fieles, como ocurre en el caso de Jonas (Max von Sydow), un pescador atormentado (carácter habitual en los personajes que Sydow interpretaba para Bergman) por el peligro nuclear para el que ya no tiene sentido seguir vivo. Tampoco puede corresponder al amor que Märta, mujer débil y dependiente, siente hacia él. De hecho, no duda en despreciarla y humillarla haciendo uso de una  crudeza verbal muy habitual en el cine del creador de Persona. 

La acción transcurre en muy pocos escenarios, ubicándose mayormente en el interior de la iglesia. No se utiliza música incidental a lo largo del filme, tan sólo escuchamos sonidos diegéticos que provienen del tañido de las campanas, los cánticos ceremoniosos o el avance de las agujas de un reloj. Su sobriedad es extrema, captada sublimemente por la fotografía de Sven Nykvist.No hay esperanza en Nattvardsgästerna, no hay respuestas a las plegarias de suspersonajes (ni a las nuestras); tan sólo hay silencio, un imperturbable y aterrador silencio.

del Blog ESCULPIR EL TIEMPÒ

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12 AM | 21 Ene

LA MARQUESA DE O

LA MARQUESA DE O, DE ERIC ROHMER: EL CLON FÍLMICO DE VON KLEIST

 

 Finales del siglo XVIII, primeros del XIX. La cultura europea, tambaleándose tras la Revolución Francesa, experimenta el irreversible giro kantiano…
Las estructuras feudales han caído, los poderes divinos son duramente cuestionados, la ilustración ensalza la razón, el idealismo hegeliano busca el Absoluto….

En medio de esta Europa socialmente desestructurada pero culturamente exultante, nace en el seno de una família de militares, el dramaturgo Heinrich von Kleist.

¿Quién había oído hablar antes de ahora de este dramaturgo prusiano?
¿Alguno de vosotros había leído alguna vez a von Kleist?

No. Y es que Kleist es uno de aquellos autores que uno no elige, se leen… y ya está… pasan a formar parte de ese bagaje oscuro de autores que olvidamos para siempre y que sin embargo fundamentan la literatura europea tal y como hoy la conocemos.

La editorial Destino publicó en 2001 “La marquesa d’O i altres narracions”. Una edición no especialmetne afortunada pero que pone a disposición, en lengua catalana, las narraciones más reconocidas de von Kleist.. que no es poco…

Bien.
La primera advertencia al respecto de “La marquesa de O” es que no se trata de una narración erótica.
La segunda, que no se trata de una lectura amena.
La tercera, que para asimilar la “substancia” de la obra uno ha de tener una predis posición a prueba de filósofos alemanes…

Hechas las advertencias… descendamos…

“La marquesa de O

” explica una historia cuando menos curiosa.De buenas a primeras en el diario de una ciudad del Norte de Italia aparece un anuncio en la sección de clasificados.. una mujer, una marquesa!, la marquesa de O solicita al padre del hijo que está esperando que se le preesente !!

El inicio induce a la incredulidad: la marqueasa de O, viuda, madre de dos criaturas, está de nuevo embarazada e ignora no sólo quién es el padre sino cómo ha sido posible el engendro ya que ella tiene la “conciencia limpia”….

Claro… se necesitan más pistas… Tres años atrás el ejército ruso toma la ciudadela que defiende el padre de la marquesa. A media batalla un grupo de soldados ataca a la marquesa pero un valiente coronel ruso castiga a los necios soldados y acompaña a la marquesa hasta sus aposentos. El absurdo queda disfrazado… el militar que está destruyendo su ciudad la salva y es visto por la noble marquesa como un ángel…

La batalla termina, el padre de la marquesa entrega la ciudadela al ángel salvador en un acto cívico hasta la vergüenza,y sin poder reencontrarse con la dama rescatada de las garras de los infames, debe partir.

Al poco llegan noticias de la presunta muerte en combate del coronel que, sin embargo, más adelante “resucita” y se presenta ante la honorable família con el firme propósito de casarse con una mujer, la marquesa,que apenas ha conocido durante cinco minutos…

Contra su voluntad, obligado por los deseos de la familia parte de nuevo en cumplimiento de sus funciones militares, con la promesa de que la marquesa no se casará con ningún otro durante su ausenciay con el firme propósito de regresar en cuanto consiga deshacerse de sus compromisos, el coronel, cada vez menos angelado, parte.

Durante su ausencia el embarazo de la marquesa se hace notorio y desemboca en su expulsión de la familia. El deshonor inflingido a la dinastía no puede ser resarcido.

La situación para la marquesa es poco menos que kafkiana. Ella está absolutamente convencida de que no ha conocido varón, pero está embarazada. Pregunta por las posibles causas, divinas o temporales, pero las respuestas son obvias…¿cómo es posible?

De la incomprensión a la locura, un suspiro..

Kleist apenas ha sugerido, si el lector ha estado avispado, que el angel salvador aprovecha un aristócrata desvanecimiento de la marquesa tras el rescate para violarla y, vaya por dios, dejarla embarazada.

Bueno, hasta aqui una historia más o menos curiosa, más o menos interesante pero finlamente irrelevante.

Las situaciones y los diálogos son tan inverosímiles que rozan la caricatura.

Salta a la visat que Kleist, en realidad, no pretende explicar la historia de la marquesa de O. Los avatares de una mujer que está embarazada contra natura son una excusa para dejar constancia de su personal concepción del mundo… pero… ¿cual es esa concepción?

Heinrich von Kleist muere como un romántico (en 1811 se suicida junto a su amante), pero no es un romántico. Le mueve la lucha entre el destino general (¿el determinismo?) y el destino individual, le mueve un amor tan tan inconmensurable que se torna animal, que momentáneamente (¿cuánto dura la violación?) se deshumaniza… o quizá con la violación ese amor inmenso hasta inhumano se deifica…. Kleist deja ambas opciones abiertas… y esa apertura de lectura le aparta de los románticos e incluso del idealismo de su contemporáneo Goethe…

Kleist lucha contra la razón que no alcanza a ver lo que se esconde tras los sentidos… la razón, parece decirnos, es como el “fenomen” pero lo que es, el “noumen”, tan sólo se alcanza con un (ay) acto de fe, en el caso de la narración, confiando en la palabra de la marquesa a pesarde su absoluta inverosimilitud.

Y bien, si la lectura de Kleist ya requiera toda la atención posible por parte del lector… ¿cómo sería trasladarlo a la gran pantalla?
¿y quien se atrevería?

La pregunta ya es tendenciosa… Eric Romher.
A posterior todo encaja. Sólo un director que haya defendido la Nouvelle Vauge puede atreverse con Kleist. Y claro, ahí Romher.

En 1976 se estrenó “LA marquesa de O” del director Eric Romher.
Romher crea una película perfecta en el sentido de “per-fectus”, acabada, redonda, justa.
El planteamiento parece sencillo, se trata de registra mediante imágenes, con el máximo de fidelidad posible, las ideas que el autor plasma en la obra. Y ahí el intento.

Kleist escribe una obra conceptual en la que la realidad que acoge los personajes es de “cartón-piedra”, es teatral, falaz, frágil, inverosímil… los diálogos son increíbles hasta el surrealismo (sic), lo que importa no es una guerra de mentirijillas que apenas modifica el día a día de los personajes, lo que importa es esa lucha entre lo que no puede ser y sin poder serlo, es.Y ahí llega Romher, sobrado de maestría que construye una representación fílmica tal cual. Así es el libro, así es la película.
Un lector, un espectador contemporáneo  que se acerque a “la marquesa de O”, libro o film, sin saber a qué se acerca, a buen seguro que se topará con una obra lenta, aburrida, falsa y mal interpretada. Y efectivamente eso es lo que Rohmer rueda porque eso es lo que Kleist escribe para transmitir lo que intenta transmitir.

Y así es, la guerra que pinta Romher (porque toda la película parece una obra de Goya) es irreal y bucólica, el intento de violación ingenuo y casi infantil, el rescate de la dama de manual: contrapicado con iluminación de oscuro a claro enfocando al angel violador.
Látima que el héroe parezca puesto ahí como si anunciando el poder de un producto quitamanchas…

Y claro, los actores interpretan Kleist y aprecen acartonados como principiantes, como si fueran aficionados en su primera obra de teatro importante….Es curiosísimo el método con el que Romher marca los saltos temporales. !976 y usa fundidos en negro en los que carga carteles con texto al más puro estilo del cine mudo.

“La marquesa de O” de Romher es una particularísima adaptación de un texto literario a la gran pantalla, un intento de máxima e incomprensible fidelidad al autor del texto, de respetar al máximo las ideas que el autor literario pretendía expresar…

Por supuesto, uno no pude dejar de cuestionar la filosofia de la Nouvelle Vauge… ¿es que el director de cine no es también un creador? Quizá haya que esperar a “La inglesa y el duque” para obtener una respuesta del mismo Romher…

Ramiro T.

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