01 PM | 21 Feb

Presentación de Tener y no Tener

Tener y no tener. To have and have not. Howard Hawks (1944). Aventuras. Estados Unidos. VOS.

Hoy toca una obra maestra, producida y dirigida por el genial Howard Hawks para la Warner en 1944.

Cuenta la leyenda que Hawks y Hemingway estaban de pesca y el director le apostó al escritor que con su peor novela, To have and have not, a la que la crítica había machacado, él era capaz de realizar una gran película. La apuesta desde luego iba en serio, ya que además de dirigirla estaba dispuesto a comprar los derechos y llevar la producción. El escritor solo recogió el guante a la segunda, cuando, otra vez, volvió a necesitar dinero. Y el ubicuo Jack L. Warner apadrinó la operación haciendo un hueco en su estudio. Para el guion se contó con J. Furthman y con el mismísimo William Faulkner, a quien la oportunidad de enmendarle la plana a Hemingway, más conocido y más exitoso, aunque no menos bebedor, que él, le motivaba lo suyo. Y parece que ambos congeniaron bien, cuando se reunieron para colaborar en el barco del primero. De este modo, la película que vamos a ver a continuación, dentro del ciclo Bogart, tal vez sea la única de la historia, cuyo guion ha concitado a dos futuros premios Nobel de Literatura.

Lo cierto es que la novela, justificada por la necesidad de conseguir dinero rápido, en 1937, cuando  el autor estaba cubriendo la Guerra Civil Española, como reportero, y dándose la gran vida en el hotel Florida de la Plaza de Callao, junto a Dos Passos, y Kappa, y a otros, pues eso, que la novela (25.000 ejemplares vendidos en el lanzamiento) puede que sea mejor, literariamente, de lo que fue considerada por la crítica del momento; pero de lo que no cabe duda es de que el talento, la habilidad, el oficio, el sentido del humor del director, y la incorporación de la magnética pareja Bogart/Bacall, (novata, 19 años, modelo de revistas de moda), engrandecieron la historia hasta convertirla en una película genial.

Es ineludible comparar Tener y no tener con Casablanca. Obligan a ello el protagonista, la proximidad en el tiempo, el estudio que la produce, el tono exótico de la trama, la ambientación en un territorio francés colonial y el escenario principal de la acción: un local bullicioso y cosmopolita por el que pasa lo más granado de la sociedad pedánea y foránea. La comparación es aun más inevitable cuando ambas las estamos visionando en el intervalo temporal de una semana. Pero realmente son dos historias absolutamente diferentes, en mi opinión, por tres motivos elementales:

El primero es que en Casablanca la excelencia del resultado obedece, sobre todo, a una venturosa casualidad. La improvisación que reinó siempre en su rodaje, más allá, e incluso a pesar, de la extraordinaria habilidad de Michael Curtiz para no perder el norte, bien pudo motivar que aquello hubiera terminado en una pifia monumental. En Tener y no tener, por el contrario, no se deja nada al azar. Cada detalle narrativo parece estar medido para encajar en un mecanismo de alta precisión. Hasta la extravagante ocurrencia de Eddie (Walter Brennan) de pasarse la película preguntando a todo el mundo si alguna vez le ha picado una abeja muerta. Porque ese sinsentido ayuda a construir la solvencia estructural de un secundario decisivo.

El segundo detalle que la diferencia de Casablanca es la relevancia de la historia de amor: aquí es mucho más sencilla. No hay tensión triangular. Na hay un pasado ominoso que la amenace. Solo un simple flechazo entre una chica bella y libre y un hombre resabiado, pero dispuesto a morder el anzuelo con todas las consecuencias. Lógicamente, lo que resulta de planteamiento tan elemental, en el mejor sentido de la palabra, es el puro disfrute de vivir y de querer. Además, la química entre la pareja protagonista es de tal grado que permaneció para siempre entre ellos, ya que Lauren Bacall se convirtió en la cuarta Sra Bogart hasta el final de los días del actor.

Por último, la tercera diferencia radica en que ya en esta entrega poner mal a los funcionarios de Vichy es mucho más barato. Estamos en el 44. La suerte de la guerra ya parece escrita. Los Aliados avanzan por suelo francés metropolitano, y en tales circunstancias, Harry no tendrá ningún inconveniente ni problema en disparar al reflector de la patrullera francesa. Tampoco en dar lecciones de democracia. O en hacer valer sus derechos de ciudadano americano.

Bueno, hay una más. Mientras que en España Casablanca se estrenaba en diciembre de 1946, Tener y no tener no llegó a nuestras pantallas hasta diciembre de treinta años más tarde.

Una vez establecidas las pertinentes diferencias por comparación, les ruego que no me pregunten cuál es mi favorita. Es más, creo que tampoco deben preguntárselo a ustedes mismos. Simplemente disfruten hoy de las elocuentes miradas entre Slim/Bacall y Harry/Bogart.

ALFONSO PELÁEZ

 

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