04 PM | 22 May

todos amamos a tintoreto

El circuito cultural que conforman el Museo Arqueológico, la Biblioteca Nacional, el Museo del Prado, el Thyssen y el Centro de Arte Reina Sofía, entre otros, articula una de las zonas más prósperas de Madrid. Con el prestigioso pulmón verde del Parque del Buen Retiro cerca, el poder y la alta cultura sellan allí una entrañable comunión urbanística. Es la Madrid de la modernidad, con los amplísimos bulevares que permiten apreciar la fastuosidad edilicia del neoclasicismo y que rematan en Atocha, el corazón ferroviario de la ciudad. La perspectiva ese domingo, sin embargo, no era muy alentadora. Una larguísima cola, de varias cuadras, esperaba frente al Museo del Prado. La mayoría jóvenes que parecían salidos de algún atelier o facultad de artes. Grandes carteles anunciaban una muestra temporaria de Tintoretto, le echamos la culpa del contratiempo, entonces, al pintor italiano. “¿Tanta gente por Tintoretto?”, le pregunto a un uniformado del Museo. El hombre me mira desconcertado. “¡Era un maestro!”, exclama con un gesto de reprobación. Le aclaro que concuerdo con él, que me encantan el Renacimiento y el Manierismo, que es una lástima que no lo hubieran traido también a Caravaggio y que no se quedaran ambos para siempre en el Prado, que todo era un problema de tiempo, de espera, pero me interrumpe en seco: “Las colas no son solo por Tintoretto, el domingo la entrada al Museo es gratuita”, agrega con cierto desgano.
Volvemos el martes, no hay colas, solo turistas. Hay, indudablemente, una ciudad que, a pesar del esplendor, se está volviendo difícil también para sí misma.

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