04 PM | 22 May

podemos vivir juntos

Pregunta inquietante y seductora. ¿Quién no se la planteó alguna vez? ¿Quién no sospechó que la convivencia era sólo una vecindad de cuerpos, un pegoteo incómodo, o tal vez acostumbrado, de dos unidades inconexas, obligadas a habitar un espacio común? Habitamos ese espacio y descubrimos, tarde o temprano, que de común ya no tenemos nada. Pero ya vivimos juntos, contesta enseguida Touraine y traza, en el texto que lleva por nombre la inquietante pregunta, una radiografía de esta convivencia. O dicho de otro modo, las posibilidades de que ese espacio sea realmente común y que, de alguna forma, organice los fragmentos dispersos, las heterogeneidades que ahora parecen irreconciliables. Ya vivimos juntos, habría que ver cómo lo hacemos en una época particularmente difícil para negociar diferencias. Los efectos visibles no son muy alentadores, un maestro muerto por protestar, escraches violentos, estaciones incendiadas por hartazgo, trabajadores y estudiantes descontentos y gente desconcertada en una ciudad cada vez más ajena. Fragmentada como sus habitantes. Leer a Touraine, preguntarnos si realmente podremos vivir juntos es una pregunta que nos hacemos desde el colectivo.

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